ProFuturo comenzó a dar sus primeros pasos a finales del 2015 en Angola. Y aunque dos años después es una realidad que ofrece educación a través de las herramientas digitales a 5,6 millones de niños y aspira a llegar a 10 millones en 2020, merece la pena que volvamos a sus inicios.
¿Cuál fue y dónde el primer lugar donde empezó ProFuturo? Nueve escuelas de Luena, en la provincia de Moxico fueron el primer escenario donde, gracias a Don Jesús Tirso Blanco, Obispo de la Diócesis de Luena, el proyecto ProFuturo pasó de ser un sueño a ser una realidad palpable.
Conviene tener en cuenta que a lo largo de sus más de un millón de metros cuadrados con una gran variedad de entornos que abarcan desde su costa, su gran meseta interior, su paisaje tropical y desértico formando desierto cerca de Namibia, las comunicaciones por carretera en Angola son complicadas. Y no solo las comunicaciones, en Angola se siguen hablando más de 40 lenguas, aunque la oficial es el portugués y el español se vaya haciendo camino debido a la histórica relación con Cuba.
En marzo de 2016, Enrique Vázquez, miembro de Profuturo llegaba a Angola para trazar una estrategia de despliegue del proyecto que, a día de hoy, se ha expandido a lo largo de la mayoría del territorio. Estas son algunas de las impresiones de Enrique Vázquez cuando pasó por Sacassange:
Steve Jobs decía: “La tecnología no es nada. Lo importante es que tengas fe en las personas que sean básicamente buenas e inteligentes y, si les das herramientas, harán cosas maravillosas con ellas.”
Quién le hubiera dicho a nuestros abuelos y a los padres de nuestros abuelos que algún día llegaría algo llamado “Revolución Digital” o también “Tercera Revolución Industrial” que transformaría la forma de comunicarnos, de relacionarnos y de adquirir nuevos conocimientos. Ahora, podemos ver a nuestros mayores conectándose a las redes sociales, conectarse por video-llamada con sus nietos que viven en otro país y sustituir cartas escritas por correos electrónicos enviados desde teléfonos móviles que llegan al instante en lugar de tardar semanas.
Nuestra manera de ver, sentir y compartir el mundo se ha transformado. Desde nuestro contexto vemos ya con normalidad este cambio, pero, ¿cómo ha llegado esta revolución digital a países en vías de desarrollo?
Aunque esta transformación tecnológica está alcanzando cada vez más a muchos países africanos, en Angola sigue imperando una enorme desigualdad. Las tecnologías avanzadas y dispositivos como tablets, siguen siendo tan sólo para unos pocos privilegiados.
Un ejemplo de esto lo pude ver al conocer una pequeña aldea situada frente a la laguna Sacassange en Moxico rural. Al igual que muchas otras familias, Njinga, junto al resto de sus hermanas y su “Khakha” (abuela), vive en una zona rural apartada, sin electricidad ni sistemas de saneamiento y con una extrema escasez de recursos que les limita y mantiene alejados de la proliferación tecnológica que puede estar surgiendo en los núcleos más urbanos.
Al principio, le pedí a Khakha si podía hacerle una foto a la familia y me dijo que no con cara de desconfianza. Respeté su decisión y conecté mi ordenador y una de las tabletas que llevaba en la mochila para ver la reacción de las niñas al jugar con uno de los contenidos de nuestra plataforma educativa para aprender el alfabeto. Sorprendentemente, al principio, la niña no sabía ni cómo usar el dispositivo, pero, pasados 5 minutos de tanteo, comenzó a trabajar de una forma sorprendente, hasta el extremo que la abuela comenzaba a reír al ver que su nieta conseguía manejar tan bien “ese aparato”, al tiempo que me decía con mirada nostálgica: “Con la guerra, nosotros no podíamos estudiar…sino correr y refugiarnos en los matos para que no nos atraparan”. Tras una breve charla, me pidió por favor que les tomara una foto y me dio las gracias por los momentos compartidos con ellos.
Por sus circunstancias, muchos no tendrán acceso a las tecnologías digitales ni a la educación y por tanto se quedarán atrás en esa carrera tecnológica de la que está participando todo el planeta.
Sin embargo, iniciativas como Profuturo, apuestan por la educación digital como llave para la transformación social, consiguiendo romper estas barreras económicas que viven muchas generaciones para transformarlas en cambio y oportunidades de desarrollo.