En un momento en el que la ONU acaba de advertir de que el mundo afronta la mayor crisis desde la II Guerra Mundial, es imposible no afirmar que el COVID-19 nos ha cambiado la vida y que la incertidumbre es un elemento con el que tendremos que convivir hasta que la situación mejore. La pandemia ya ha afectado a más de 860.000 personas en el mundo y ha dejado más de 42.000 muertos (datos publicados el 1 de abril). África ha sido el último gran continente al que ha llegado esta pandemia y nuestra compañera Isabel Pérez, del equipo de operaciones África y Asia, ha querido compartir esta reflexión sobre el escenario al que se enfrenta este continente.
Por primera vez, son nuestros compañeros africanos los que, alarmados por las noticias que muestran cada día los periódicos y horrorizados por las cifras, nos escriben preocupados por la situación aquí en España, los que nos preguntan si disponemos de material sanitario o si nuestras necesidades básicas están cubiertas.
Junto a tantas muestras de cariño y cercanía, también nos transmiten su miedo ante la incertidumbre de si el virus conseguirá expandirse en África con la misma virulencia con la que lo está haciendo en Asia, Europa y Estados Unidos.
Por primera vez y, afortunadamente, África ha sido el último gran continente al que ha llegado esta pandemia. Este hecho les ha dado algo de tregua, pero «África debe despertar. Mi continente debe despertar», dijo Tedros Adhanom Ghebreyesus, Director General de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y primer africano en encabezar este organismo internacional. «El mejor consejo para África es prepararse para lo peor y prepararse para ello hoy», expuso la semana pasada. Y es lo que han hecho la gran mayoría de los gobiernos africanos al imponer medidas más o menos estrictas en cuanto a la manera de proceder de la población.
Salir de casa lo imprescindible
Desde Senegal, por ejemplo, nos cuentan que durante el día procuran salir de casa lo imprescindible: «Hay toque de queda de 20:00 a 06:00 desde el día 24 de marzo y el gobierno, siguiendo las directrices del Ministerio de Sanidad, está reaccionando muy bien en cuanto a las medidas de prevención a tomar». Por ahora hay 142 personas contagiadas, 27 de ellos curados, el resto no se encuentran graves y ningún fallecido (datos del Ministerio de Sanidad a 29/03/2020). Roguemos para que no se extienda por esta parte del mundo y el continente entero».
Reitero lo de afortunadamente porque la población africana se encuentra per se en estado de emergencia sanitaria. Lo que para nuestros países es una situación sin precedentes, para ellos es su realidad cotidiana.
Reconocen las carencias de sus sistemas sanitarios sometidos a una gran presión debido a otras epidemias tales como el ébola, la meningitis, la tuberculosis o la malaria, además de las elevadas tasas de desnutrición que sufre buena parte de la población del continente africano. Conocen de primera mano la escasez de recursos de sus hospitales, tanto materiales como humanos, para hacer frente a esta pandemia, las dificultades a las que muchas familias se enfrentan en las regiones más vulnerables, en su día a día, para acceder a servicios sanitarios básicos.
Saben que en contextos en los que el agua corriente o potable no existe, en los que fabrican el jabón de manera artesanal porque se trata de un lujo fuera del alcance de la mayoría de la población, indicaciones tan elementales como lavarse las manos son imposibles de llevar a cabo, pura utopía.
¿Son estas medidas realistas para África?
De hecho, muchos se preguntan si estas medidas calcadas de la respuesta a la pandemia en Europa, Asia y Estados Unidos son las más apropiadas teniendo en cuenta su realidad. Nuestros compañeros nos comentan que medidas como el “distanciamiento social” suponen un gran reto para la población, que deberá adaptarse en aquellos lugares en los que sea posible, aunque esto suponga dejar a un lado una de las características culturales de la población africana: convivir y compartir su día a día en la calle.
Si el confinamiento es una solución viable en zonas en las que miles de personas viven hacinadas, en las que la mayoría de las casas, sin agua corriente ni electricidad, no son más que una planta diáfana en la que conviven familias muy extensas y en las que no se podría aislar a una persona contagiada de covid-19.
Familias con niños y niñas que, sin poder ir al colegio durante estos días de confinamiento, corren el riesgo de no recibir una alimentación adecuada ya que, en las zonas donde la realidad africana es más injusta y desgarradora, no ganan lo suficiente para alimentar a sus hijos y los envían a la escuela para asegurarse de que, al menos, disfrutan de una comida de calidad al día.
Demasiadas preguntas y muy pocas respuestas.
Tenemos el deber y la oportunidad de reflexionar sobre nuestros errores y compartir lo que hemos aprendido para que el continente africano pueda hacer una campaña de prevención más eficaz, con resultados más satisfactorios y tener mayor capacidad de reacción que la nuestra ante una posible expansión descontrolada de la pandemia. Estemos a la altura. Seamos generosos. Que esta pandemia haya llegado en último lugar al continente africano nos brinda la oportunidad de hacer todo lo que esté a nuestro alcance para evitar lo que podrían ser consecuencias catastróficas para ellos y de ser más solidarios con quienes más lo necesitan.
Confiemos en la capacidad de respuesta de los gobiernos africanos y en sus profesionales sanitarios; en la población africana que cada día nos demuestra sus valores, entre los que destacan la apuesta por la comunidad, la generosidad, la valentía y el esfuerzo.
Confiemos, una vez más, en la fortaleza y capacidad de resiliencia de nuestros compañeros y sus familias. Ya lo han conseguido muchas veces, la última al superar la epidemia de ébola entre 2014 y 2016, y lo van -lo vamos- a conseguir una vez más.
Confiemos en que se produzca un milagro y el #covid19 se olvide de los más vulnerables. Ojalá lo que estamos viviendo nos haga a todos, sin importar el lugar de nacimiento, ser más empáticos, más solidarios, más humanos. Más iguales.
Isabel Pérez, equipo de operaciones África y Asia