Senegal es uno de los últimos países en incorporarse al mapa mundial de regiones donde ProFuturo está presente desde 2016. El reciente viaje de nuestros compañeros a este país demuestra el gran desafío ante el que nos encontramos: formar a la gente del país que pronto se convertirá en una de la operaciones más grandes del proyecto en África. Esta es la crónica de nuestro compañero Steven Marquant, marcada por una bella palabra de origen senegalés: teranga.
Era invierno en Madrid, sin embargo, a la hora de hacer la maleta sólo cogimos camisetas y ropa de verano; nos íbamos a Senegal y me sentía muy ilusionado. No sólo por el calor, obviamente, sino también por las numerosas experiencias que me esperaban allí. No me había imaginado nada y quería llegar allí sin expectativas. Tenía, obviamente, una imagen algo estereotipada de los países africanos, basada en lo que había podido leer o ver en varios documentales, pero no quise profundizar el tema antes del viaje.
Llegamos de noche. Hacía bueno, el vuelo había sido agradable y llegamos a Dakar rápidamente. Los primeros minutos en un país nuevo siempre son desconcertantes y Senegal no fue una excepción. La ciudad estaba animada, con mucha gente en la calle. Tal vez esta sería la imagen que me quedaría de Dakar: una efervescencia permanente, un desorden ordenado. Siempre me sentí atraído por la vida callejera y allí parece ser un modo de vida. Me encantó y entiendo mejor ahora por qué suele haber tanta gente originaria de África en las calles de los barrios occidentales.
Al día siguiente, ya tocaba trabajar. El desafío era grande: formar a la gente del país que pronto se convertirá en una de la operación más grande del proyecto en África. Empezamos con la formación de los miembros de una ONG senegalesa. ¡Qué gente más increíble! Estábamos alojados en un convento, la formación era intensa para ambas partes, pero muy enriquecedora también para ambas partes. El almuerzo era la ocasión de probar la deliciosa comida local y de recuperar fuerzas. Los días de formación avanzaban uno tras otro, pero nunca tuve la sensación de estar instalados en una rutina.
Al terminar la primera semana quisimos visitar la isla de Gorea (Gorée en francés), un lugar desafortunadamente famoso por su papel en el esclavismo. La isla, muy bonita, está situada junto a la costa del país, a tres kilómetros de Dakar; me sorprendió el contraste de su belleza con la tristeza del recuerdo de los acontecimientos que sucedieron allí. Francia, como tantos países de Europa, se llevó una parte del futuro de estos países y caminar en estas calles me dio mucho que pensar.
Después, fuimos por el interior del país. Las calles se hacían más pequeñas. Mientras nos alejamos de Dakar y de su monumento del renacimiento africano nos cruzamos con caballos, cerdos, cabras y autobuses súper poblados. Llegamos a una ciudad en la región de Fatick donde nos esperaban nuestras habitaciones…y los mosquitos, ‘ansiosos’ por vernos.
El espíritu de la teranga
Volvimos a formar, a conocer nueva gente, siempre simpática e inspiradora. La teranga (el espíritu de la hospitalidad, una palabra que hace referencia a la forma única que los senegaleses tienen de acoger a sus invitados), me impresionó. Los talleres de formación fueron una gran oportunidad para compartir risas y bailes. Las pausas y los almuerzos fueron otra ocasión de probar la gastronomía local.
Nuestro trabajo se terminó con la visitas a unas escuelas de la región. Qué momentos, qué alegría, qué recuerdos. Los niños no fingen. Unos eran tímidos, otros, más atrevidos, pero creo que todos tenían una sonrisa que podría llenar el corazón de cualquier persona. Definitivamente, inolvidable.
Nos volvimos a Dakar para dar un último paseo después de haber terminado la formación. Pude disfrutar una última vez de los mercados, llenos de colores y, hay que admitirlo, de olores no siempre agradables también. Saqué unas fotos más y observé unas últimas veces los maravillosos outfits de la gente local: qué estilo tienen, ¡increíble!
Antes de concluir este breve resumen, tengo que dedicar unas palabras de agradecimiento a mis increíbles compañeros de viaje: hay que reconocer que ellos han hecho que esta experiencia sea tan rica.
Después…nos fuimos de noche.
Steven Marquant
Equipo de operaciones