Malawi, próxima parada ProFuturo

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Malawi, próxima parada ProFuturo

Conchi Gallego, del equipo de alianzas y relaciones institucionales de ProFuturo, ha tenido la oportunidad de viajar a Malawi, donde el próximo curso ProFuturo comenzará a implementar su programa de educación digital en el único colegio del campo de refugiados de Dzaleka, ubicado a escasos 30 kilómetros de Lilongüe, la capital del estado. Además de […]

Conchi Gallego, del equipo de alianzas y relaciones institucionales de ProFuturo, ha tenido la oportunidad de viajar a Malawi, donde el próximo curso ProFuturo comenzará a implementar su programa de educación digital en el único colegio del campo de refugiados de Dzaleka, ubicado a escasos 30 kilómetros de Lilongüe, la capital del estado. Además de educación digital, ProFuturo aportará mobiliario para las aulas, contribuirá al programa de alimentación y también al proyecto de apoyo psico-social. El testimonio de Conchi nos acerca a un país que, a pesar de sus elevados índices de pobreza, acoge y ayuda a miles de refugiados.

Vuelvo sorprendida por muchas cosas de mi primer viaje a terreno con ProFuturo. La primera sorpresa fue visual, ya desde el avión, Malawi se mostraba como un país verde y florido (al menos en abril, con la temporada de lluvias recién finalizada).

Pero lo realmente llamativo es descubrir que uno de los países más pobres del mundo (en el puesto 153 de 169 del índice de desarrollo humano de Naciones Unidas), acoge a decenas de miles de refugiados con aparente amabilidad o resignación (ambas me valen cuando se trata de no dejar a nadie a las puertas, como algunos intentan hacer en Europa). Sin levantar la voz, sin grandes aspavientos, sin titulares de prensa, asumiendo con naturalidad que hay que ayudar al que huye de una situación de conflicto o peligro.

El campo de refugiados de Dzaleka, ubicado a escasos 30 kilómetros de Lilongüe, la capital de Malawi, es un asentamiento de enormes dimensiones, convertido en un lugar de vida permanente para decenas de miles de personas que llegaron escapando de la guerra y a las que no se permite salir, ya que no pueden acceder a un permiso de trabajo.

La educación entendida como prioridad

Estar en el colegio no sólo es importante por lo que los niños y niñas pueden y deben aprender, sino porque es un espacio seguro en un lugar complejo, un campo de refugiados en el que viven, de manera casi permanente, 40.000 personas, procedentes en su mayoría de la vecina República Democrática del Congo.

Créditos fotografía: Sergi Cámara

En el único colegio de educación primaria del campo, gestionado por el Servicio Jesuita al Refugiado (JRS -Jesuit Refugee Sevice), estudian 4000 alumnos y alumnas de primaria (de 1º a 8º), algunos de ellos en turnos (ya que no hay espacio para todos en las instalaciones existentes), y a pesar de las impresionantes cifras de alumnado, sólo acogen al 50% de los niños y niñas que viven allí. No hay sitio físico ni recursos para albergar más.

Por eso, se han construido dos nuevas aulas, que el próximo curso albergarán el equipamiento de ProFuturo y que servirán para que los niños y niñas que actualmente sólo pueden ir media jornada a la escuela puedan estar más horas en el centro y reforzar sus conocimientos en matemáticas e inglés. También vamos a acoger en estas aulas a personas adultas y a niños y niñas que no acceden a la educación formal.

ProFuturo: más allá de la educación digital

Esta operación es un proyecto piloto de implantación del Modelo de Refugiados aprobado por el Patronato de ProFuturo en 2018 y que contempla una intervención holística garantice tres pilares fundamentales: el acceso a la educación, la calidad educativa y la resiliencia de los niños y niñas refugiados.

Durante cinco días, trabajamos mano a mano con el equipo local y regional de JRS para definir objetivos, marcar metas, ajustar presupuestos, etc.. En definitiva, para comenzar el programa (formación de profesorado, envío de equipamiento…) a finales de verano, antes de que comience el próximo curso escolar, que en Malawi arranca a principios de septiembre.

Es difícil imaginar cómo se las ingenia un profesor o profesora para lidiar con clases repletas (unos 80 niños y niñas) hora tras hora, con unos recursos muy escasos y una formación limitada. Pero lo que no cuesta visualizar es la ilusión de los alumnos y alumnas de este centro educativo, cuando comiencen el próximo curso y encuentren en sus aulas la tecnología y los contenidos digitales de la propuesta de educación de ProFuturo.

En un ambiente como aquel, con construcciones precarias alrededor, con hacinamiento, con montañas de basura y con una visible ausencia de cualquier sistema de saneamiento, hablar de educación digital puede sonar a utopía, pero desde ProFuturo queremos demostrar que es posible, queremos ser una ventana al futuro, una ventana de oportunidad para los más pequeños.

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