Madagascar es un país insular situado en el Océano Índico, frente la costa sureste del continente africano, al este de Mozambique. Además, es la isla más grande de África y la cuarta más grande del mundo, y está formada a su vez por pequeñas y numerosas islas.
Su variedad y riqueza geográfica que incluye desde una gran meseta central, el macizo de Tsaratanani, bosques tropicales o una cadena montañosa complementadas con una fabulosa fauna exótica, hacen de Madagascar uno de los países que albergan el mayor índice de biodiversidad de la Tierra. Sus más de 24 millones de habitantes igualmente diversos, mezcla de origen africano y asiático, hablan el magalache o cualquiera de sus once dialectos, una lengua de origen malayo-polinesio. Su segunda lengua es el francés y según Naciones Unidas, Madagascar pertenece al grupo de países menos desarrollados en el que el 91% de la población vive con menos de 2 dólares al día.
Son extensas las dificultades y retos a que deban afrontar. A pesar del aumento de matriculaciones en los últimos diez años, según Unicef, muchos niños no acuden a la escuela al no poder sus familias colaborar en el salario de los profesores contratados por las comunidades y entre los algunos de los problemas que deben afrontar se encuentra el de las aulas sobre pobladas con pocos materiales para el aprendizaje.
En este contexto llegó ProFuturo a las escuelas de Diego y Sava en la provincia de Antsiranana, en el punto noroeste de la isla. Ignacio González-Blanch, miembro del equipo de Operaciones, no sabía qué se iba a encontrar. Y lo que encontró fueron kilos de alegría y emoción con la llegada de las maletas ProFuturo. Por el momento, ya hemos formado casi 100 profesores en 13 escuelas del país y nos queda por delante un camino largo cargado de ilusión para ofrecer una educación digital integral que genere auténticas oportunidades de futuro a los niños y niñas de Madagascar. Estas son las sensaciones que Ignacio vivió:
“’Tu aimes la vie‘ es una de las cosas más bonitas que pueden decirte. Nos habíamos levantado temprano para recorrer el camino que va desde Sambava hasta Andapa. Tres horas de trayecto en coche por una ruta de naturaleza frondosa que atraviesa la reserva natural de Marojejy. En Andapa nos esperaba el Obispo de Antsiranana. De camino en la carretera nos encontramos con un camaleón. Entusiasmados, pedimos al conductor que parase para sacarle unas fotografías. Más adelante pasamos por unos campos arroz cuyo color verde amarillento hizo detenernos de nuevo.
Estábamos casi llegando a nuestro destino cuando atravesamos un puente sobre el río Lokoho. Resultaba sorprendente que en una zona tan remota encontrásemos una arquitectura tan hermosa. Una especie de tubo con aspas de hierro ya oxidadas por la lluvia y la humedad del ambiente. Pedí de nuevo al conductor que parase y le invité a que bajase con nosotros para hacernos todos un selfie junto al río. No cabe duda de que estábamos disfrutando enormemente del camino. Fue entonces cuando la Hermana Marthe, que nos acompañaba en nuestro viaje de prospección, me dijo sonriendo: “Ignacio, tu aimes la vie”. Enseguida mi compañera Carmen me hizo ver que lo que la Hermana me había dicho era una de las cosas más bonitas que pueden decirte.
Hoy han llegado las maletas a Madagascar. Toda la comunidad y la Hermana Marthe en especial han estado esperando con paciencia e ilusión. Por delante el reto de integrar el aula digital en cada una de las escuelas de Diego y Sava. ¡Seguimos!”