Yo también soy Perú: la experiencia de Amaya

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Yo también soy Perú: la experiencia de Amaya

Amaya Villachica Murrieta, del equipo de formación y soporte, nos cuenta su experiencia viajando a Perú, donde asistió a un encuentro de docentes líder de las operaciones en las que ProFuturo desarrolla su iniciativa de educación digital. Durante esos días se impartieron conferencias magistrales sobre diferentes aspectos de la docencia y se trabajó con los docentes […]

Amaya Villachica Murrieta, del equipo de formación y soporte, nos cuenta su experiencia viajando a Perú, donde asistió a un encuentro de docentes líder de las operaciones en las que ProFuturo desarrolla su iniciativa de educación digital. Durante esos días se impartieron conferencias magistrales sobre diferentes aspectos de la docencia y se trabajó con los docentes en diferentes talleres, pero también hubo tiempo para muchas más actividades.

Viajar a Perú es un absoluto placer. Es un país culturalmente riquísimo y con una gastronomía que me apasiona, pero lo mejor es reencontrarme con el EQUIPO (en mayúsculas) de personas con las que trabajamos allí. Es como volver a casa.

Desde el primer momento en el que tuve la oportunidad de empezar a conocerlos, hace ya poco más de un año, me encontré entre amigos y me hicieron sentir parte del EQUIPO.

En esta ocasión pude vivir la experiencia de un encuentro de docentes líder de las operaciones en las que tenemos el proyecto desplegado. Estos encuentros suponen un gran trabajo para el equipo de la Fundación Telefónica de Perú, así como para todos los coordinadores regionales, monitores de campo y responsables de las diferentes áreas del proyecto, todos muy implicados en proporcionar la mejor experiencia para todos los asistentes, siendo esta en la que estuve yo la primera de las dos semanas de trabajo con los docentes líderes (con la asistencia de unas 400 personas durante esta primera semana y con 600 asistentes esperados en la segunda). ¡Y todo estaba coordinado a la perfección!

Durante estos días se impartieron conferencias magistrales sobre diferentes aspectos de la docencia, y se trabajó con los docentes en diferentes talleres enfocados a mejorar sus competencias y su conocimiento de la Solución ProFuturo con el fin de mejorar el uso en las instituciones educativas; los docentes también pudieron compartir sus experiencias y buenas prácticas, así como plantear oportunidades de mejora para el proyecto. Encontrar tantos puntos de vista distintos sobre las mismas materias nos permite enriquecernos a todos.

También acudieron los docentes líderes de los entornos inclusivos y de las aulas hospitalarias. Son personas con una actitud tan positiva ante la vida y con una entrega hacia su trabajo que no es posible hablar con ellos sin que se te encoja el corazón y te plantees reiteradamente la pregunta: ¿estaremos haciendo lo suficiente?. Si ya para ser un buen docente creo necesario tener una vocación muy marcada, ser docente en estos entornos requiere también disponer de unas aptitudes y actitudes determinadas que me inspiran una gran admiración; no sólo se enfrentan a un público difícil (los alumnos siempre lo son), sino que tienen que hacer frente a sus necesidades personales, muy diferentes entre sí, al propio sistema educativo, y al hecho de que no suelen tener a su disposición la formación y los medios especializados que en la mayoría de los casos requieren. Me quito el sombrero ante la fuerza y alegría que transmiten al relatarte cómo se enfrentan a los retos que se les presentan día a día. Vuelvo a sentir el torbellino de emociones con el que salí el año pasado de mi visita al Aula Hospitalaria del Hospital San Juan de Dios en Cusco y me cuesta no volver a emocionarme. ¿Estamos haciendo lo suficiente?

Pero también tuvimos tiempo para reírnos, para hacer tonterías en las dinámicas matutinas y para bailar. La noche del jueves se llenó de música, danzas tradicionales, color, máscaras, risas, bailes modernos, ricos vestidos y color… ¡mucho color! Los diferentes grupos de docentes de las diferentes regiones nos obsequiaron con una danza que ensayaban cada noche después de la cena. La puesta en escena me dejó impresionada. Disfruté de todo con la mirada de una niña. Me emociona pensar que su cultura tradicional se mantiene viva. ¡No la pierdan nunca!

Y, cómo no, salí con el equipo a comer salchipapas en las carretillas de Chosica, montándome en un “chosicano” para llegar hasta allí, con todos pendientes de si iba a caerme al bajar en marcha de ese endemoniado vehículo (cosa que no hice). Risas, risas y más risas.

Me reitero en mi afirmación: yo también soy Perú.

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