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Me llamo Cristiano y me encantan las matemáticas

Cristiano Ruiz

ProFuturo es un programa de educación digital para mejorar la calidad educativa, a través de herramientas digitales, enentornos vulnerables y lo hace con una estrategia doble: por un lado mejora la formación del docente a nivel tecno-pedagógico y a la vezpromueve el aprendizaje significativo del estudiante, a partir de experiencias de aprendizaje digitales motivadoras.

Me llamo Emilia y quiero ser independiente

Emilia Claudete Noy

ProFuturo es un programa de educación digital para mejorar la calidad educativa, a través de herramientas digitales, enentornos vulnerables y lo hace con una estrategia doble: por un lado mejora la formación del docente a nivel tecno-pedagógico y a la vezpromueve el aprendizaje significativo del estudiante, a partir de experiencias de aprendizaje digitales motivadoras.

Me llamo Nicole y quiero ser auxiliar de vuelo

Nicole Buerano

ProFuturo es un programa de educación digital para mejorar la calidad educativa, a través de herramientas digitales, enentornos vulnerables y lo hace con una estrategia doble: por un lado mejora la formación del docente a nivel tecno-pedagógico y a la vezpromueve el aprendizaje significativo del estudiante, a partir de experiencias de aprendizaje digitales motivadoras.

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“Las matemáticas —sumar y restar— son más fáciles que cualquier otra cosa, mucho más que el idioma kambeba. Me encantan.”

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10 Mill.

Profuturo sueña con alcanzar esta cifra de niños que que tendrán educación de calidad en 2020.

Foto: ProFuturo

La Escuela Municipal Kanata T-Ykua se sostiene entre selva y río con la ilusión de una comunidad que cree firmemente que la edu- cación es su mejor herramienta para viajar al futuro. Un futuro que conecta la tradición con lo global, el relato oral con la tecnología más sofisticada, y que hace realidad la igualdad de oportunidades para niñas y niños de las poblaciones más desfavorecidas.

14 mill.

de niños, niñas y adolescentes están fuera del sistema educativo.

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2,8 millones en la etapa de educación primaria.

Foto: ProFuturo

Tras asearse, vestirse y desayunar plátano frito cultivado en su comunidad, Cristiano coge la mochila, sale de su pequeña casa de madera y pone rumbo a la escuela, atravesando un bosque todavía húmedo por el rocío de la noche. Hace una pausa para saludar a sus antepasados, enterrados en el cementerio local. «Nuestros abuelos nos protegen», dice el niño mientras reemprende el rumbo a clase.

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Gracias a la tecnología los docentes pueden llevar la experiencia de aprendizaje más allá de las aulas.

Foto: ProFuturo
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Cristiano sueña con ir a la universidad y con ser un conocido futbolista, pero a veces también tiene pesadillas con el río y los caimanes.

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Cristiano está en cuarto y ya sabe leer y escribir. En clase, juega e interactúa con sus compañeros, pero siempre obedeciendo las reglas y sin desafiar al maestro. La escuela indígena trabaja mezclando el conocimiento tradicional, que se transmite de generación en generación, con un plan de estudios convencional.

«Nuestra gente tiene una tradición oral muy fuerte, por lo que hacemos proyectos de narración de cuentos que resumen las historias de Curupira, la Madre de la Selva, Boto...», dice Raimundo, que además de director de la escuela también es uno de los responsables de la revitalización de la lengua kambeba.

«Con el tiempo, estas historias se olvidan, pero los niños necesitan conocerlas. También aprovechamos la oportunidad para trabajar en el conocimiento de las herramientas tradicionales de caza y pesca de los pueblos indígenas».