¿Hasta qué punto la tecnología es beneficiosa para movilizar los procesos de enseñanza y aprendizaje? ¿Qué necesidades educativas y pedagógicas están resolviendo las tecnologías educativas? ¿Podemos mantener la esperanza en el rol de las TIC para superar la crisis educativa diagnosticada por diversos informes internacionales?
La educación vive hoy uno de los momentos más importantes de su historia. Tenemos en nuestras manos herramientas tecnológicas muy poderosas que podrían ayudarnos a transformar el aprendizaje y hacerlo mejor y más equitativo. ¿Podremos hacerlo? Para contestar a todas estas preguntas, el Observatorio ProFuturo y SUMMA celebraron el webinar “EdTech: entre el optimismo, la desilusión y la esperanza”. A continuación repasamos las ideas principales que surgieron.
IA generativa: ¿el Sócrates del siglo XXI?
En siglo IV a.C., Platón escribió en su obra Fedro, un diálogo en el que por boca de Sócrates, criticaba la escritura, argumentando que, si bien ofrecía la oportunidad de preservar y transmitir el conocimiento, acabaría perjudicando e impactando en la memoria y la comprensión genuina del conocimiento. Con esta crítica, Platón estaba iniciando, sin saberlo, un debate que llegaría hasta nuestros días: la relación entre tecnología y educación es tan indisoluble como tensa.
En su intervención en el panel de expertos, “Promesas, oportunidades y fronteras de las soluciones EdTech”, el sociólogo Mariano Fernández Enguita, elaboró un repaso de esta relación, analizando la evolución de la enseñanza al compás de los avances tecnológicos a lo largo de la historia. Así, destacó cómo cada gran transformación en la tecnología había impulsado cambios significativos en el mundo educativo.
Así, con la aparición del lenguaje, no solo se abrió la puerta a la comunicación, sino también a la enseñanza. Esta herramienta tecnológica permitió proteger a los más jóvenes, además de instruirlos, brindarles indicaciones y guiarlos en su aprendizaje. Posteriormente, con la llegada de la escritura, se marcó un hito en la transmisión y conservación del conocimiento, estructurando el pensamiento de maneras antes inimaginables.
La imprenta, en el siglo XV, democratizó el acceso a la educación al permitir la difusión masiva de información. Esta revolución tecnológica llevó a la creación del sistema educativo entre los siglos XVII y XIX. Más tarde, en el siglo XX, la llegada de medios audiovisuales y la transformación del sistema educativo hacia una educación secundaria más amplia contribuyeron al desarrollo económico y social de nuestras sociedades. Fue aquí, en este punto, donde empezó a generarse la brecha entre tecnología y educación que parece haber llegado hasta nuestros días. La implementación de tecnologías audiovisuales en la educación exacerbó problemas inherentes al sistema, como la enseñanza unívoca y frontal y la falta de adaptación a la diversidad individual de los estudiantes. Esta desconexión marcó la percepción actual de la tecnología en el ámbito educativo, asociándola con lo banal y lo puramente consumista.
Hoy, nos enfrentamos a una nueva transformación: la era digital. Desde la microinformática hasta la inteligencia artificial generativa (IA), se presenta un panorama de cambios inevitables. Estos avances digitales, aunque enfrentan cierta resistencia en el ámbito educativo, plantean cambios irrefutables que desafían los cimientos establecidos.
La inteligencia artificial generativa nos ofrece algo que no nos ofrecía la escritura: capacidad de respuesta. La posibilidad de un diálogo inagotable en el proceso de enseñanza y aprendizaje, que permita una interacción ubicua y adaptativa. La capacidad de recuperar esa interacción directa entre maestro y pupilo que se fue perdiendo a partir de la llegada del libro y de la imprenta. Ese es su principal valor.
Ahora, según Fernández Enguita, nos encontramos en un momento de reacción ante estos cambios. La educación remota durante la pandemia no fue verdaderamente híbrida, sino más bien una respuesta de emergencia que no cumplió con las expectativas. Ahora, presenciamos un choque de trenes entre aquellos que buscan mantener el antiguo sistema y los que abogan por la introducción de innovaciones digitales.
Claves para una transformación educativa en las aulas
Por su parte, Gabriela Gambi, asociada senior de educación del Banco Interamericano de Desarrollo, centró su intervención en el panel en los factores necesarios para implementar programas de innovación y transformación digital en las escuelas, especialmente en los entornos vulnerables. ¿Cuáles son estos factores?
- Intencionalidad pedagógica. en esta era digital, la clave radica no solo en el uso de herramientas avanzadas, sino en la intencionalidad pedagógica que las respalda. Por eso, la pregunta omnipresente, que resuena cada vez que se plantea una nueva implementación tecnológica en las aulas, es: ¿Para qué? La intencionalidad debe estar intrínsecamente enfocada en el ámbito pedagógico. En un mundo inundado de avances tecnológicos, es fundamental cuestionar constantemente el propósito y los objetivos educativos que buscamos alcanzar con su integración.
- Los docentes. El aprendizaje personalizado, relevante y atractivo para los estudiantes encuentra su núcleo en la figura del maestro. Su rol va más allá de ser un mero transmisor de conocimiento; se convierte en un catalizador que impulsa prácticas pedagógicas innovadoras. Estas acciones no solo transforman la cultura escolar, sino que también provocan un cambio fundamental en la concepción del aprendizaje continuo.
- El contexto. Tan esencial como la propia tecnología es comprender la importancia del contexto en su aplicación. Al igual que un automóvil, su utilidad y eficacia dependen del uso, la madurez de quienes la emplean y el entorno en el que se desenvuelve. Avanzar rápido puede ser tanto beneficioso como perjudicial, yendo sin dirección clara o sin las herramientas adecuadas puede llevar al desastre. Por tanto, la gestión eficiente de los procesos y la toma de decisiones informadas se convierten en piezas clave para un progreso efectivo.
- Gobernanza e institucionalidad sólidas. el desafío no reside únicamente en la implementación de la tecnología en las aulas, sino en la creación de una gobernanza y una institucionalidad sólida que respalde este cambio. Un ejemplo fascinante es el caso de CEIBAL en Uruguay, una iniciativa que ha desplegado una gobernanza novedosa y compleja. Este proyecto involucra a múltiples organismos gubernamentales, como Ceibal, encargado de buscar innovaciones y trazar recomendaciones, ANEP con la Dirección General de Educación, y el Ministerio de Educación. La colaboración entre estas entidades es fundamental para establecer una gobernanza eficaz y enfrentar la complejidad inherente a este desafío educativo.
- Competencias docentes. En este viaje hacia una educación moderna y tecnológicamente competente, no se puede pasar por alto la importancia de las competencias digitales de los docentes. Su capacitación y actualización constante son pilares esenciales para garantizar una implementación efectiva de las herramientas tecnológicas en el aula.
Promesas incumplidas
Justin Reich, profesor asociado del MIT y director en esta misma institución del Teaching Systems Lab, nos habló de promesas incumplidas: “En los últimos 20 años, los tecnólogos han augurado transformaciones extraordinarias en el sistema educativo a raíz de las tecnologías. Los MOOC, los ordenadores, las redes sociales, la web2.0… Hoy volvemos a hablar de cómo la inteligencia artificial va a cambiar la educación. Sin embargo, la retórica sobre las nuevas tecnologías no se ajusta a los cambios reales que vemos en la vida de nuestros estudiantes.”
En un intento por comprender estos patrones de comunicación, de promesas y de decepciones, y sacar aprendizajes que nos sirvan para el presente y el futuro, Justin Reich, se hace dos preguntas: ¿qué podemos realmente obtener de las nuevas tecnologías? ¿Cuáles son los enfoques más sensatos para “situarnos” ante las oportunidades que ofrecen?
En este sentido, Reich destaca dos hallazgos fundamentales de la historia de la tecnología educativa. Son hallazgos que se repiten una y otra vez, cada vez que una tecnología irrumpe en el mundo de la educación.
- Cuando los maestros obtienen acceso a nuevas tecnologías, las usan para ampliar los sistemas existentes. Las usan para hacer las mismas cosas que han estado haciendo antes. A veces con un poco más de eficiencia, a veces con resultados un poco mejores, pero nunca con un efecto transformador. Cuando hay cambios sustanciales, más hacia cambios importantes, no surgen porque las personas descarguen nuevas aplicaciones en sus dispositivos. Surgen porque comunidades de educadores trabajando con estudiantes y familias identifican nuevas tecnologías, piensan en cómo necesitan cambiar sus pedagogías, sus rutinas, su plan de estudios, sus evaluaciones. Cuando los educadores tienen años de oportunidad para practicar, experimentar, observarse mutuamente y entrenarse, es entonces cuando comenzamos a ver algunos avances con nuevas tecnologías, generalmente para estudiantes específicos, en lugares específicos y en contextos específicos.
- Las innovaciones tecnológicas benefician de manera desproporcionada a los acaudalados. De esto existe evidencia a lo largo de 50 años. Antes de que sus beneficios se extiendan más ampliamente, las nuevas tecnologías benefician siempre mucho más a los que más tienen.
De esta manera, prosigue Reich, los sistemas educativos no experimentan transformaciones radicales, sino que evolucionan gradualmente a través de múltiples cambios pequeños. Esta realidad puede resultar frustrante para aquellos que buscan cambios rápidos y significativos a través de la tecnología en la educación. La idea principal aquí es que el progreso educativo no se logra con una sola solución revolucionaria, sino a través de la implementación de numerosas mejoras incrementales a lo largo del tiempo.
Por último, el profesor del MIT se refirió a los cuatro desafíos que, según él, afrontan las tecnologías educativas:
- La maldición de lo familiar. Si creamos tecnologías que simplemente replican lo que ya ocurre en las escuelas, ampliando los sistemas existentes, su aporte es limitado. Por otro lado, si diseñamos tecnologías que generan experiencias de aprendizaje novedosas, las personas las perciben como extrañas y optan por no usarlas. Entonces, nos encontramos en una encrucijada: o creamos herramientas que solo hacen la escuela un poco más eficiente, lo cual tiene un impacto mínimo, o creamos algo completamente innovador que transforme la enseñanza y el aprendizaje, pero confunde tanto a maestros como a estudiantes, resultando en su no utilización. Navegar entre estos dos extremos representa un desafío considerable.
- El efecto Mateo. El efecto Mateo es la denominación sociológica de un fenómeno de acumulación de bienes, riqueza o fama. O en palabras de San Mateo “…a cualquiera que tiene, se le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.” Aplicado a las tecnologías educativas, hablaríamos de que las nuevas tecnologías benefician de forma desproporcionada a los estratos socioeconómicos más privilegiados. A pesar de contar con amplia evidencia que respalda esta idea, aún no comprendemos completamente las razones ni cómo solucionarlo. Aunque existen casos interesantes de nuevas tecnologías que favorecen a estudiantes de ingresos más bajos, la ciencia aún no comprende completamente por qué funcionan. Este campo representa una gran oportunidad para que los jóvenes investigadores realicen nuevos estudios y avancen en este aspecto.
- La trampa de la evaluación rutinaria. Esta trampa radica en que nuestras computadoras tienen una particular destreza para evaluar actividades que ya no requerimos que las personas realicen. Son eficientes al evaluar tareas altamente rutinarias y estructuradas. Sin embargo, si una tarea es altamente rutinaria y estructurada, su beneficio para el mercado laboral o la esfera cívica es limitado. En contraste, lo que realmente necesitamos que las escuelas enseñen son habilidades que las computadoras no pueden ejecutar. Sin embargo, las computadoras no logran evaluar estas habilidades que ellas mismas no poseen, representando así un desafío.
- El poder tóxico de los datos y los experimentos. Existen numerosas formas en las que las plataformas tecnológicas podrían mejorar la educación, mediante la experimentación sistemática y la recolección de datos a gran escala. Sin embargo, si preguntamos a los padres «¿Te gustaría que realicemos muchos experimentos de aprendizaje con tus hijos?», recibiríamos un gran “no” por respuesta. Además, la recopilación masiva de datos sobre la identidad y origen de las personas podría introducirlas en un estado de vigilancia, y podríamos acabar lamentando haber normalizado desde temprana edad que las grandes empresas tecnológicas recopilen información y vigilen constantemente la actividad de los niños.
Si quieres saber más sobre todo lo que se habló en este webinar, aquí tienes el vídeo completo.