* El estudio Conocimiento, uso y percepciones docentes de la Inteligencia Artificial en la transformación educativa en Venezuela, en el que se basa este artículo, fue elaborado por Jeinny Bolívar, con el auspicio y la colaboración de Fundación Telefónica Movistar Venezuela, como trabajo de ascenso académico.
La inteligencia artificial ha entrado en la esfera educativa con la fuerza de un acontecimiento global. Ya sea en las aulas europeas, en los centros escolares latinoamericanos o en la escuelas africanas, su sola mención provoca grandes expectativas y, al mismo tiempo, inquietudes legítimas. Se trata de una innovación que, más allá de sus posibilidades técnicas, plantea un dilema cultural y ético: ¿cómo transformar la enseñanza sin deshumanizar el acto pedagógico?
En este escenario, el caso venezolano adquiere un valor singular. Podría pensarse que un país sumido en una prolongada crisis política, económica y social se encuentra al margen de este debate. Sin embargo, un estudio reciente realizado con la participación de más de 1.700 docentes demuestra lo contrario: incluso en condiciones de precariedad tecnológica y ausencia de políticas públicas claras, la inteligencia artificial se percibe como una oportunidad y un desafío comparable al que viven maestros en otras latitudes.
Venezuela enfrenta enormes limitaciones materiales, pero sus educadores expresan percepciones, esperanzas y temores que coinciden con los de colegas en países más avanzados. Esta convergencia confirma que la IA en la educación constituye un fenómeno universal, que trasciende fronteras y contextos. Analizar el caso venezolano significa integrarlo en una reflexión más amplia sobre cómo el mundo docente se prepara ante una transformación inevitable.
El estudio en Venezuela: radiografía de un contexto adverso
Hablar de educación en Venezuela implica reconocer, antes que nada, un escenario atravesado por dificultades estructurales. La prolongada crisis política, económica y social ha repercutido directamente en el sistema escolar: deterioro de infraestructuras, carencias de recursos básicos, inestabilidad en el suministro eléctrico y limitaciones en la conectividad digital. A todo esto viene a añadirse una desigualdad creciente entre zonas urbanas y rurales, así como la ausencia de políticas públicas coherentes que orienten la integración de nuevas tecnologías en la enseñanza. En definitiva, un terreno en apariencia poco propicio para el debate sobre inteligencia artificial.
Sin embargo, los resultados de un estudio reciente, elaborado por la investigadora Jeinny Bolívar (con la colaboración de la Fundación Telefónica Movistar Venezuela) desmienten esa primera impresión.
La investigación se propuso indagar el nivel de conocimiento, uso y percepciones que los docentes de Educación Básica y Media General tienen sobre la inteligencia artificial generativa. Para ello, se diseñó un cuestionario en línea autoadministrado que contó con la colaboración de la Fundación Telefónica Movistar Venezuela. El alcance fue notable: 1.726 docentes de distintos estados del país participaron en la encuesta, lo que convierte este trabajo en la primera radiografía de gran escala sobre la materia en el país.
El análisis de los datos se apoyó en herramientas estadísticas descriptivas y en un análisis factorial exploratorio, que permitió identificar patrones y dimensiones latentes en las respuestas. Pero más allá de la técnica, lo importante está en los hallazgos: una mirada docente que, en medio de limitaciones materiales, expresa entusiasmo y cautela a partes iguales frente al fenómeno de la inteligencia artificial. Veámoslos:
En primer lugar, nos encontramos con interés y desconocimiento. La mayoría de los docentes declara haber oído hablar de la IA y manifiesta curiosidad por sus aplicaciones educativas. Sin embargo, este interés convive con un desconocimiento significativo sobre cómo integrarla efectivamente en el aula. No se trata de un rechazo, sino de una falta de formación específica que impide pasar de la expectativa a la práctica pedagógica.
En segundo lugar, el estudio identifica las barreras principales que dificultan la adopción de la IA. Entre ellas destacan la carencia de programas de capacitación docente, la ausencia de políticas institucionales claras y la persistencia de brechas digitales que condicionan el acceso a equipos y conectividad. En Venezuela, estas limitaciones adquieren un carácter estructural, pero conviene señalar que no son exclusivas: también aparecen, aunque en menor grado, en países con mejores recursos.
Otro hallazgo relevante es la identificación de dos factores que influyen de manera decisiva en la disposición de los docentes a promover el uso de la IA. El primero es la actitud positiva asociada a los beneficios percibidos, es decir, la convicción de que estas herramientas pueden mejorar la eficiencia, apoyar el trabajo del maestro y ampliar las oportunidades de aprendizaje. El segundo es el reconocimiento de que la IA puede potenciar las llamadas competencias del siglo XXI: pensamiento crítico, creatividad, resolución de problemas y trabajo colaborativo. En la medida en que los docentes ven estas posibilidades, aumenta su inclinación a incorporar la tecnología.
Finalmente, el estudio arroja una visión ambivalente en torno a los aspectos éticos y pedagógicos. La IA es percibida mayoritariamente como una oportunidad más que como una amenaza, pero no sin reservas. Preocupan el riesgo de plagio, la dependencia excesiva de la tecnología, la reproducción de sesgos en los algoritmos y la ampliación de las brechas entre quienes tienen acceso a recursos y quienes no.
Este conjunto de hallazgos nos ofrece una radiografía muy valiosa. Venezuela, a pesar de sus adversidades, no queda al margen del debate sobre la inteligencia artificial en educación. Sus docentes, como los de cualquier otra parte del mundo, se enfrentan al dilema de cómo aprovechar las posibilidades de la innovación tecnológica sin sacrificar los principios pedagógicos que sostienen la enseñanza. Y en esa paradoja —interés y desconocimiento, esperanza y cautela— se refleja no solo la especificidad venezolana, sino también un patrón que trasciende fronteras.
La coincidencia entre los docentes venezolanos y los de otros países pone de manifiesto que la IA en educación no es solo un problema técnico o económico, sino un desafío cultural y pedagógico.
Contrastes y convergencias: Venezuela frente al mundo
El análisis de los resultados venezolanos adquiere todo su valor cuando se los sitúa en perspectiva internacional. La comparación con estudios realizados en otros países de América Latina y de Europa permite observar dos dinámicas simultáneas: por un lado, los contrastes propios de un país en crisis estructural; por otro, la sorprendente convergencia de percepciones y expectativas con docentes de contextos muy distintos.
Los contrastes: una infraestructura frágil y ausencia de políticas
En Venezuela, las condiciones materiales de la educación representan un obstáculo que excede a la cuestión de la inteligencia artificial. La precariedad de la infraestructura tecnológica, la irregularidad en el acceso a internet y electricidad, la escasez de dispositivos y la desigualdad territorial son factores que marcan una diferencia sustancial con países que cuentan con planes nacionales de digitalización y políticas de innovación educativa más sólidas.
El Índice Latinoamericano de Inteligencia Artificial (ILIA 2024) ubica a Venezuela en la categoría de “explorador”, con los puntajes más bajos de la región. Esta ubicación refleja no tanto una falta de interés como la carencia de un marco institucional y de inversiones suficientes. Mientras países como Chile, México o Colombia avanzan en la formulación de estrategias nacionales para integrar la IA en distintos sectores, Venezuela carece aún de una hoja de ruta oficial que oriente su uso en la educación.
Este contraste revela una singularidad fundamental: los docentes venezolanos manifiestan actitudes y percepciones semejantes a las de colegas de otros países, pero lo hacen en condiciones materiales profundamente desiguales. Su entusiasmo se enfrenta a barreras estructurales mucho más pronunciadas, lo que amplía la distancia entre las aspiraciones pedagógicas y las posibilidades reales de implementación.
Las convergencias: percepciones universales
Más allá de estas diferencias, los resultados del estudio confirman la universalidad del fenómeno educativo de la IA. Cuando se comparan los datos venezolanos con los obtenidos en estudios internacionales, como los informes de la UNESCO, la OCDE, el propio ILIA o investigaciones promovidas por organizaciones como ProFuturo, aparecen similitudes notables.
En todos los contextos se muestra el mismo patrón:
- Alto interés docente en explorar el potencial de la IA.
- Falta de formación adecuada que impide traducir ese interés en prácticas concretas.
- Reconocimiento de beneficios vinculados a la personalización del aprendizaje, la eficiencia en las tareas y el desarrollo de competencias clave.
- Preocupaciones éticas y pedagógicas recurrentes: riesgo de plagio, sesgos algorítmicos, dependencia excesiva de la tecnología, ampliación de brechas sociales.
Que estas percepciones se repitan tanto en sociedades con sistemas educativos consolidados como en un país marcado por la crisis, muestra que la IA interpela a los docentes de manera transversal. No se trata de un debate exclusivo de las potencias tecnológicas ni de las escuelas más digitalizadas: es una cuestión global que atraviesa fronteras y niveles de desarrollo.
Implicaciones y aprendizajes para la región
El caso venezolano no solo aporta información valiosa sobre la realidad de un país en crisis; también ofrece enseñanzas que trascienden las fronteras nacionales.
En primer lugar, pone en evidencia que la universalidad de las percepciones docentes sobre la inteligencia artificial abre una oportunidad para el aprendizaje mutuo entre países. Si maestros que trabajan en condiciones tan diferentes comparten expectativas y preocupaciones semejantes, es posible diseñar estrategias comunes de formación, regulación y acompañamiento pedagógico que sean transferibles de un contexto a otro.
Para Venezuela, las implicaciones son claras. El estudio confirma la urgencia de programas de capacitación docente específicos en IA, que aborden no solo la dimensión técnica, sino también los aspectos pedagógicos y éticos. Sin formación, el entusiasmo se diluye en frustración y el potencial transformador de la tecnología se convierte en una promesa incumplida. Del mismo modo, resulta indispensable avanzar hacia la construcción de políticas públicas coherentes que orienten la integración de la IA en el sistema educativo, establezcan marcos normativos y reduzcan la improvisación institucional.
Pero más allá del caso venezolano, el estudio deja una lección para América Latina en su conjunto. La coincidencia en las percepciones docentes muestra que la IA interpela a todos los sistemas educativos, independientemente de su grado de desarrollo. Esto abre la posibilidad de impulsar programas regionales de cooperación, donde países con más recursos compartan experiencias, materiales y estrategias con aquellos que enfrentan mayores limitaciones. La lógica es clara: si los desafíos son universales, también pueden serlo las respuestas.
A escala global, el mensaje es igualmente relevante. La IA en la educación no puede concebirse como un privilegio exclusivo de los países con infraestructuras avanzadas. La experiencia venezolana demuestra que incluso en escenarios adversos, los docentes reconocen el valor y los riesgos de esta innovación. De ahí la necesidad de promover iniciativas internacionales de apoyo que garanticen que las oportunidades de la IA no queden restringidas a los contextos más favorecidos, sino que contribuyan a reducir, y no a ampliar, las desigualdades educativas.
Una radiografía local que refleja una realidad universal
La coincidencia entre los docentes venezolanos y los de otros países pone de manifiesto que la IA en educación no es solo un problema técnico o económico, sino un desafío cultural y pedagógico. Los maestros, independientemente de su contexto, intuyen que esta tecnología tiene la capacidad de transformar la enseñanza, pero al mismo tiempo perciben los riesgos que puede entrañar si no se utiliza con criterios éticos y educativos claros.
Venezuela, desde sus carencias, confirma este diagnóstico. Lo que varía es la magnitud de las dificultades para llevar la IA al aula, no la naturaleza de las percepciones docentes. Dicho de otra forma: los problemas prácticos se agravan en un país con crisis estructural, pero las expectativas y temores son los mismos que se observan en países con mayores recursos.
En este cruce entre contraste y convergencia se encuentra el verdadero valor del estudio venezolano. Una radiografía local, que además es un espejo que refleja las tensiones globales de la educación contemporánea frente a la irrupción de la inteligencia artificial.