La Escuela Municipal de Educación Infantil João Mendonça Filho, ubicada en la región central de la ciudad de São Paulo, consta de 422 alumnos matriculados, 70 de ellos extranjeros, de doce nacionalidades diferentes. La mayoría proceden de Bolivia y de otros países de América Latina, aunque también hay congoleños, palestinos, sirios, coreanos y bangaleses.
En esta efervescencia cultural, la escuela colecciona historias de desafío y superación. En 2018 recibió por primera vez una refugiada de Siria. La adaptación fue difícil. La niña de cinco años lloraba todo el tiempo. El profesorado y demás personal no docente se turnaron para intentar ayudarla de la mejor manera posible, si bien el problema iba más allá de la barrera del idioma.
Cuando la dirección convocó a su padre, comentó que la niña salía de casa con temor de que los padres no estuvieran ya cuando regresara al hogar. El hecho cierto es que asistir a la escuela era algo nuevo para toda la familia, ya que cuando estaba en su país de origen preferían no mandar a los niños a la escuela. Son marcas profundas de una guerra, que no se diluyen con la reanudación de una nueva vida.
«Los profesores y la escuela necesitan contar con una mayor sensibilidad para entender el momento del otro. Además de la dificultad de la adaptación cultural y de la lengua, el refugiado ha de lidiar con todo lo que sufrió antes de establecerse en un nuevo país. Y es que estos refugiados normalmente pasan por situaciones de abuso, violencia y asesinato de familiares «, explica Débora Alves, asistente social de Cáritas. Esta ONG de Río de Janeiro trabaja para disminuir las barreras que dificultan el acceso a los servicios públicos de los refugiados.
Con el enfoque de la familia y el acompañamiento cercano del profesorado, en pocos meses la joven siria pasó a utilizar fluidamente el portugués, y se convirtió en intérprete del árabe con otros niños que vinieron después de ella.
A lo largo del tiempo, el trabajo con niños inmigrantes posibilitó que las profesoras de esta escuela adquirieran una capacidad de observación más aguda. «No sólo el habla, sino los gestos, los movimientos, las miradas, la interacción con el otro. Todo lo que el niño hace es evaluado no sólo por las profesoras, sino por todo el personal en general «, relata la coordinadora pedagógica Marilene Sales de Melo.
Adicionalmente, la música y el juego son esenciales para el trabajo de integración. «La Comunidad escolar recibió a las madres para conversar sobre canciones infantiles. Así, una madre boliviana cantó una canción conocida en América Latina y los niños aprendieron a cantar. Otra madre del Congo cantó, en francés, una hermosa canción que narra el aprecio por la escuela. Los niños también aprendieron e incluso enseñaron a los padres. ¡Fue tan entrañable!
Los desafíos exigen resiliencia
Brasil ha registrado un aumento en el número de inmigrantes y refugiados. De 2016 a 2017, el número se duplicó y llegó a casi 150.000 personas, siendo los latinos el contingente más significativo, según datos del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE). Actualmente, sirios, haitianos y venezolanos se encuentra entre los colectivos que más huyen de conflictos y de las crisis económicas y políticas de sus respectivos países.
Ante tal escenario, las matrículas de alumnos extranjeros en las escuelas brasileñas se han duplicado en los últimos ocho años, llegando a 73.000 personas, según el último Censo Escolar. La mayoría de ellos (64%) se hallan matriculados en escuelas públicas, especialmente en el Estado de São Paulo, el más preparado para recibirlos. El 40% son latinos, según reseña un informe elaborado por el Instituto Unibanco.
La legislación brasileña determina que los inmigrantes tienen derecho a la educación de la misma forma que niños y adolescentes del país. La falta de documentación no puede ser obstáculo del proceso de escolarización ni impedir que el niño sea acogido por la escuela.
Además de que la educación sea un derecho fundamental, los niños que no asisten a la escuela tienen mayores probabilidades de sufrir abusos o caer en el trabajo infantil, como se señala en el Informe de Monitoreo Global de la Educación, recién lanzado por la Unesco. Pero garantizar únicamente el acceso no es suficiente. El ambiente escolar debe adaptarse y apoyar las necesidades específicas de los inmigrantes.
«La escuela tiene que esforzarse en proporcionar oportunidaded de aprendizaje a esos niños, con profesores bien preparados, con apoyo en la gestión y currículos adaptados y que promuevan la diversidad», enfatiza Rebeca Otero, coordinadora de educación de la Unesco Brasil. «Es esencial proporcionar condiciones para que el inmigrante aprenda la lengua local y promover acciones que combatan la discriminación y aproxime las culturas».
La falta de infraestructura en las escuelas, aulas abarrotadas, con altos índices de distorsión de edad-nivel competencial, son problemas comunes y pueden dificultar tal proceso de inclusión. «Pero lo que uno percibe es que la integración del inmigrante depende en buena medida de la postura que el equipo técnico de la escuela tenga en relación a la inclusión e integración», apunta Débora, de Cáritas.
Cambio de enfoque
Cuando llegó para asumir la dirección de la Escuela Municipal de Enseñanza Fundamental Infante Don Henrique, también situada en la zona central de São Paulo, a Claudio Marques Neto se le informó sobre los serios problemas de indisciplina y violencia en la escuela. Corría el año 2011, época en la que el 10% de los alumnos eran inmigrantes, bolivianos casi en su totalidad.
Los actos de racismo y xenofobia eran frecuentes, por lo que el director determinó que era necesario hacer un trabajo específico de integración. Convocó tanto a padres como a alumnos inmigrantes a conversar y creó el proyecto Escuela Apropiada – Educación, Ciudadanía y Derechos Humanos. Una iniciativa que, a día de hoy, es un gran éxito en la escuela. Consiste en encuentros quincenales donde se trabaja empatía, vivencias, acogida, sentimientos, respeto y valores.
La escuela no sólo logró mitigar la violencia y reducir los episodios de racismo y xenofobia, sino que se convirtió en una referencia en el país. Además de la obtención de varios premios pasó a integrar el Programa de las Escuelas Asociadas a la Unesco (PEA), en 2016. Hoy en día, el porcentaje de inmigrantes asciende al 22%, con representantes de Marruecos, Angola, Siria, China, Perú, Argentina, México, Paraguay, Venezuela, Haití, Nigeria y Bangladesh.
Cuando un alumno inmigrante llega a la escuela, es recibido por una comisión de seis alumnos que se encarga de ayudarle a familiarizarse con los espacios y con las reglas de la institución. Se le invita a contar más sobre su país y sus vivencias. Puede realizarlo nada más llegar, incluso aunque no hable portugués, o esperar a que se sienta más seguro. «La gente no se preocupa por la lengua, sino por la acogida y en proporcionar condiciones para que las personas se desarrollen. Por supuesto que es una barrera, pero se vuelve más fácil cuando el niño o el adolescente se siente acogido por el grupo «, afirma Claudio.
Actualmente, la inmigración ha dejado de ser un acontecimiento en la escuela, para convertirse en eje narrativo del Proyecto Pedagógico del Centro. Los profesores de todas las disciplinas incluyen temas relacionados con el fenómeno migratorio y el interés de los población foránea en las aulas. Incluso la comunicación de la escuela se realiza en cuatro idiomas: portugués, español, árabe e Inglés.
El objetivo es ayudar al alumno a ser protagonista y valorar su narrativa de vida, como relata Claudio: «¡La narrativa es fundamental! Cuando usted cuenta lo que ha vivido y lo que está sintiendo, usted explicita sus sentimientos. Además, deja de ser un sufrimiento y pasa a ser una lucha. Con los estudiantes sirios es bien perceptible que compartir lo que vivieron es una forma de seguir sobreviviendo, de denunciar las condiciones de vida su país».
El poder de la empatía
El aumento de la diversidad en el aula comporta desafíos, incluso para los brasileños, pero también permite contar con oportunidades de aprender de otras culturas, intercambiar experiencias, enriquecerse. Marilene, de la EMEI João Mendonça Filho, observa esto en la práctica. «Sólo tenemos que conversar un poco con nuestros niños y constataremos que la palabra que más usan es ‘amigo’. A modo de ejemplo, recientemente, uno de nuestros niños nos emocionó a todos al decir que el mundo sería mejor si las personas fueran más amigas una de otras».
Tener un amigo pasa por el reconocimiento del otro, por la empatía, por la identificación y respeto, a pesar de nuestras evidentes diferencias. Como enfatiza en la introducción de la publicación citada, la Presidenta del Consejo del Informe de la Unesco, Helen Clark, «la educación puede despertar lo mejor en las personas, hacer que los estereotipos, los prejuicios y la discriminación sean sustituidos por pensamiento crítico, solidaridad y apertura. Puede ofrecer ayuda a los que sufren, y suponer un punto de partida para aquellos que necesitan desesperadamente una oportunidad.
La tecnología es la aliada
A la hora de estrechar las barreras de la comunicación todo es útl y la tecnología está ahí para apoyar. Las soluciones tecnológicas, con su flexibilidad, velocidad y movilidad, pueden ser adecuadas para ayudar a compensar la falta de recursos educativos. «La tecnología puede ser usada de varias formas, ya sea como mera traductora, o bien para acelerar el aprendizaje de la lengua, mostrar cuestiones culturales, buscar informaciones o registrar descubrimientos», indica Rebeca Otero, de la Unesco.
La Fundación Telefónica Vivo, en Brasil, confía significativamente en el potencial de la tecnología para acercar y conectar personas. La ejecución del Programa ProFuturo en las escuelas públicas también ayuda a promover la inclusión entre inmigrantes y brasileños. La ciudad de Manaos, en la región norte del país, recibe un gran contingente de extranjeros, especialmente de América Latina. En total, se identificaron 746 alumnos inmigrantes matriculados. De las 210 escuelas que forman parte del programa, 103 cuentan con población significativa de diversa procedencia geográfica.