Poniendo a pruebas nuestros prejuicios
Hace algún tiempo, un acertijo se hizo viral en redes. Era este:
“Un padre y su hijo viajan en coche y tienen un accidente grave. El padre muere en el acto y el hijo queda gravemente herido con la vida pendiendo de una complejísima operación de emergencia, que solo puede realizar una eminencia médica que trabaja en un hospital cercano. Cuando entra al quirófano, la eminencia dice: ‘no puedo operarlo, es mi hijo’. ¿Cómo se explica esto?
Si perteneces al 86% de personas que no dio con la respuesta, no te culpes. Son prejuicios. Te los han implantado en tu más tierna infancia: medios de comunicación, progenitores, docentes y sistemas educativos. Todos hemos puesto un poco de nuestra parte. El acertijo formaba parte de una investigación de la Universidad de Boston que pretendía probar la existencia de sesgos de género intuitivos.
Y, por cierto: la eminencia médica es la madre del niño. Si formas parte de ese selecto 14% que acertó, enhorabuena. En este Observatorio conocemos a una eminencia médica que no dio con la respuesta. Y lo peor de todo: era una mujer.
Sigamos poniendo a prueba nuestros prejuicios. ¿Te dice algo el nombre de Milena Marić? Poco, ¿verdad? El de su marido Albert Einstein sí que te sonará algo más. Pues, además de ser la primera esposa del archifamoso científico, Milena fue una destacadísima matemática y física, a quien ahora, más de 60 años después de su muerte, algunas investigaciones atribuyen parte de la autoría de las teorías de su marido.
Hedy Lamarr fue una mujer austriaca que durante la Segunda Guerra Mundial elaboró un sistema de detección de torpedos teledirigidos, que fue el precursor del actual wifi. Sin embargo, si su nombre te suena de algo, será porque fue tipificada como la mujer más bella del mundo y porque protagonizó el que se conoce como el primer desnudo de la historia del cine.
La lista es larga: Ada Lovelace, que sentó las bases para los lenguajes de programación; Rosalind Franklin, quien fue la primera en desvelar la estructura del ADN, antes de Watson y Crick; Lise Meitner, descubridora de la fisión nuclear; Katherine Johnson, matemática y pieza fundamental en el vuelo espacial que llevó al hombre a la luna.
El problema es más grave de lo que parece porque, aún hoy, los grandes nombres de la revolución tecnológica siguen siendo masculinos: Bill Gates, Steve Jobs, Mark Zuckerberg, Elon Musk, Jeff Bezos… ¿Hola? ¿Alguna mujer en la sala? ¿Qué es lo que está pasando? ¿Es que a ellas no les interesa la ciencia? ¿Acaso carecen de las habilidades necesarias?
En las próximas líneas ofreceremos algunos datos de cuál es la situación actual de las niñas y las mujeres en relación con las disciplinas STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas, por sus siglas en inglés) y avanzaremos algunos de los motivos de su escasa participación. Por último, brindaremos ejemplos de algunos programas educativos que intentan revertir esta preocupante tendencia. Despejemos, de una vez por todas, la ecuación de la desigualdad.
Cero referentes + infinitos prejuicios = Pocas niñas y mujeres en la ciencia
¿Qué nos dicen los datos?
- Las mujeres representan un 33,3% de las plantillas de investigadores existentes en el mundo (UIS, 2021).
- Solo el 35% de los estudiantes vinculados a carreras STEM son mujeres (UNESCO, 2017).
- En Europa, solo 29 de cada 1000 mujeres graduadas tenían un título en informática en 2015, y solo cuatro de cada 1000 continuaron sus carreras en TIC (UNESCO, 2017).
- Las tasas de matriculación son particularmente bajas en TIC (3%); Ciencias Naturales, Matemáticas y Estadística (5%), así como en Ingeniería (8%). La participación es más alta en estudios de salud y bienestar (15%) (UNESCO, 2017).
- Menos del 5% de las jóvenes de 15 años aspiran a tener una carrera en matemáticas o computación (OCDE).
- Las mujeres suelen recibir becas de investigación más modestas que sus colegas masculinos y, aunque representan el 33% de todos los investigadores, solo el 12% de los miembros de las academias científicas nacionales son mujeres (UNESCO, 2021).
- En campos de vanguardia como la inteligencia artificial, solo uno de cada cinco profesionales (22%) es una mujer (UNESCO, 2021) y apenas constituyen el 14% de la fuerza laboral en programación en la nube (Informe de Brecha de género de 2021 del Foro Económico Mundial)
- A pesar de la escasez de profesionales con competencias en la mayoría de los campos tecnológicos que impulsan la llamada cuarta revolución industrial, las mujeres siguen representando solo el 28% de los licenciados en ingeniería y el 40% de los licenciados en informática y computación (UNESCO, 2021).
¿Cómo es posible que la mitad de la población mundial esté participando tan poco de disciplinas tan importantes y definitorias para el futuro de nuestra sociedad? ¿Cuáles son los factores que se esconden detrás de estos datos? ¿Qué estamos haciendo mal?
Autoeficacia: una variable categórica
Para contestar estas preguntas y seguir despejando la X en la ecuación de la desigualdad, debemos explicar una variable fundamental: la autoeficacia, un concepto que hace referencia a la confianza que uno tiene en sus propias capacidades para enfrentarse con éxito a determinadas situaciones. ¿Y por qué es tan importante en esta ecuación? Lo vemos:
- Las niñas se consideran menos listas. Según un estudio de la revista Science, a los seis años, las niñas comienzan a considerarse menos inteligentes que los niños. Los datos de PISA 2015 confirman que las chicas tienen una autoeficacia más baja en ciencias y matemáticas que los chicos, una diferencia que prácticamente no ha cambiado desde 2006.
- Las niñas se burlan de sus propias habilidades matemáticas. Un estudio del BID reveló que un tercio de las acciones de los estudiantes en las redes sociales sobre mujeres y niñas en STEM eran sexistas, mientras que el 75% de todos los mensajes de autoburla sobre matemáticas fueron publicados por niñas.
- Mejores puntajes, peor autoeficacia. ICILS 2013 (el estudio que mide la alfabetización TIC a escala internacional) encontró que en el grado 8 (13 años), las niñas obtuvieron mejores puntajes que los niños en todos los países participantes en alfabetización informática e informacional, con una diferencia promedio de 18 puntos. Sin embargo, una vez más, en todos los países participantes, la autoeficacia percibida de las niñas en habilidades avanzadas de TIC fue significativamente menor que la de los niños.
Hablemos de sesgos
Como ya hemos apuntado, los sesgos y los estereotipos siguen existiendo y condicionando mucho los datos sobre la participación de las niñas y las mujeres en las disciplinas científicas: padres y madres con expectativas diferentes, docentes que las elogian menos y sistemas educativos que ningunean a las científicas en sus libros de texto son solo algunos ejemplos. Lo vemos, una vez más, con datos:
- El sesgo familiar. Madres y padres suelen animar a sus hijas a elegir carreras ligadas al “rol del género femenino”, en lugar de fomentar el estudio de carreras ligadas a la tecnología o las ciencias puras (FUNCAS, 2018). También suelen mostrar menores expectativas sobre las aptitudes de sus hijas en Matemáticas.
- Los docentes también estereotipan. En 2013, TERCE encontró que en América Latina hasta el 20% de los profesores de Matemáticas de sexto grado creían que las matemáticas eran más fáciles para los niños. Un metaanálisis en EE.UU también encontró sesgos de género en las expectativas de los maestros con respecto a las matemáticas, lo que podría influir en el desempeño de las niñas. En Reino Unido e Irlanda, otro estudio también encontró que el 57% de los maestros tienen estereotipos de género inconscientes en relación con STEM y que estos sesgos de género pueden transmitirse a sus estudiantes a través de la enseñanza.
- Los sistemas educativos tampoco se libran. Un análisis elaborado por la UNESCO de la estructura de 110 planes de estudios nacionales en educación primaria y secundaria en 78 países arrojó que muchos textos y materiales educativos de Matemáticas y Ciencias expresan sesgos de género.
Un círculo vicioso que se perpetúa: el sesgo del algoritmo
El resultado de estos sesgos y creencias es un circulo vicioso que funciona como sigue: niñas que se consideran menos listas que los niños; jóvenes y adolescentes que se autoexcluyen de los estudios relacionados con la ciencia y la tecnología porque piensan que no están hechos para ellas, y mujeres que apenas participan laboralmente en trabajos relacionados con estas.
El problema se agrava cuando pensamos que son precisamente estas disciplinas las que en estos momentos definen y marcan el futuro de nuestra sociedad. Porque si las mujeres no participan en la creación y desarrollo de las tecnologías del futuro, estaremos creando una tecnología injusta y parcial y contribuyendo a la perpetuación de los sesgos y los estereotipos. ¿Quieres un ejemplo? Fácil: busca en Google imágenes sobre children care (cuidado de niños) y person; ahora, haz la misma búsqueda pero cambia children care por technology (tecnología). Increíble, ¿verdad?
¿Qué podemos hacer desde la escuela?
¿Qué podemos hacer, desde la escuela y los sistemas educativos para revertir esta situación e igualar la cancha? El Observatorio ya mapeó en su día algunas iniciativas muy interesantes que se estaban llevando a cabo para fomentar el interés y la participación de niñas y jóvenes en materias STEM, especialmente en entornos vulnerables. Aquí resumimos algunas de ellas, agrupándolas por objetivo:
Programas para fortalecer la capacidad docente. Ya hemos visto cómo los sesgos, voluntarios o involuntarios, del docente son una realidad que acaba condicionando las elecciones de las niñas. Resulta, por tanto, vital concienciar y formar a los profesores sobra la importancia de educar en igualdad y no transmitir prejuicios. Para eso existen programas como TeachHer, una alianza pública y privada creada por la UNESCO que ha creado un cuerpo de docentes y responsables políticos para equipas a los docentes con las habilidades necesarias; Ark of Inquiry es un proyecto que aplica el método científico para enganchar a las niñas a la ciencia y ayuda al maestro con una completa guía y una lista de verificación.
Programas dirigidos a la erradicación de estereotipos. La percepción que las niñas tienen sobre sus propias capacidades que, a su vez, se ve condicionada por la falta de referentes femeninos, es otro de los factores más decisivos. Por ello es preciso aumentar la presencia de las científicas en los libros de texto y eliminar los sesgos de todos los materiales escolares, además de establecer referentes actuales que sirvan a las chicas de ejemplo a seguir. Es lo que hace Niñas STEM Pueden, una red de mentoras mexicana que incluye charlas inspiradoras y talleres; India’s Rocket Women, que ofrece a las chicas indias una plataforma con actividades destinadas a derribar barreras y prejuicios con consejos de mujeres reales que han triunfado en estas disciplinas; o STEM es para Chicas, que ha conseguido reducir los estereotipos de género entre adolescentes en Perú.
Programas de participación activa. Si enseñamos a las niñas que las capacidades científicas no están predeterminadas en función del género y que es posible aprenderlas y desarrollarlas, estaremos generándoles confianza en sus propias capacidades. La mejor forma de hacer esto es a través de la acción y la experimentación. Esto pretenden las Clínicas STEM en Ghana, los cursos de robótica y programación de Indian Grils Code, los campamentos STEM en Kenia o el programa costarricense Niñas en tecnología.
La revolución tecnológica será igualitaria o no será
La historia de la humanidad se ha construido obviando las capacidades y destrezas de las mujeres. Una de las grandes oportunidades que nos ofrece la era digital es el cambio de este paradigma cultural, haciendo posible, por fin, la entelequia de una igualdad universal entre los humanos, específicamente en referencia a ese algo más del 50% que ha sufrido todo tipo de exclusiones. Nos han pasado por encima millones de años y tres revoluciones industriales. Pero, quizás, esta vez, la cuarta pueda ser la definitiva. Nos enfrentamos a retos inmensos desde el punto de vista ecológico y social. No podemos permitirnos el lujo de prescindir del gran potencial intelectual y competencial de la mitad de nuestra población mundial. Esta vez, la revolución tecnológica será igualitaria o no será.