Aprendizaje personalizado y basado en competencias

La mayoría de los estudiantes pasan el tiempo en la escuela, como si fueran presos, con vistas a ir aprobando y, con el tiempo, lograr una titulación. Algunos incluso invierten el doble del tiempo del que necesitan en una materia que quizás ya hayan llegado a dominar. En este artículo, el experto en diseño instruccional, Berlin Fang, incide en la pertinencia del aprendizaje personalizado basado en el dominio de competencias y ofrece sugerencias para avanzar en esta dirección.

Aprendizaje personalizado y basado en competencias

Este artículo fue escrito por el experto en diseño instruccional Berlin Fang y publicado  en WISE ed.review.

Aprendizaje personalizadoUna célebre frase del libro Outliers de Malcolm Gladwell, señala que, para convertirnos en expertos de algo, debemos invertir 10.000 horas. Es cierto que, en general, para lograr éxito se requiere mucho tiempo; pero suponer que todos podríamos obtener el mismo provecho de las 10.000 horas, sería lo mismo que asumir que cualquiera, podría hacerse tan rico como lo haría Warrent Buffet con un capital inicial de 10.000 dólares.

Cada aprendiz necesita una cantidad de tiempo diferente para dominar un tema concreto, y ese tiempo varía en función de diversos motivos, como los conocimientos previos requeridos, el nivel de concentración, los ruidos y distracciones ambientales y, lo más importante, la calidad de la educación disponible. Gastar 10.000 horas injustificadamente es un trabajo pesado como improductivo. Los estudiantes competentes (Sí. ¡Existen!) podrían invertir el mismo tiempo o incluso menos para conseguir más.

La educación basada en competencias ofrece una solución para atender a esas necesidades tan diferentes. Esta idea es bastante común en entornos empresariales, ya que los empleados, no disponen de ningún modo, de periodos de tiempo regulares para aprender. Cuando trabajaba en la primera década del 2000 en la sede china de la Asociación Americana de Dirección de Empresas, estuve implicado en el desarrollo de programas basados en competencias para supervisores, directivos y líderes. A día de hoy, estos programas conservan su popularidad.

En el ámbito educativo, este modelo resulta más difícil de implementar. Las estructuras escolares y las actividades administrativas y de docencia, se basan en conceptos temporales: bloques fijos para las sesiones de clase, semestres y años académicos para obtener un título. La mayoría de los estudiantes pasa su tiempo en la escuela, como si fueran presos, para conseguir ir aprobando y, con el tiempo, obtener una titulación. Dado que “la libertad condicional” no se contempla, algunos pasan el doble del tiempo que necesitan estudiando una materia que quizás ya hayan llegado a dominar. La absurdez de estas exigencias temporales inflexibles es una de las principales motivaciones que nos conducen hacia el aprendizaje personalizado, el cual, además, debería estar vinculado a la competencia o al aprendizaje basado en el dominio.

A pesar de los numerosos desafíos, el aprendizaje por competencias avanza de forma lenta pero segura en el terreno educativo, gracias al esfuerzo de estados como el de New Hampshire, en Estados Unidos, y de instituciones como la Western Governors University, cuyo programa de titulación se basa íntegramente en el dominio de competencias.

Si la educación se limitara a identificar a las personas más inteligentes (o las más torpes) de un grupo, eso se podría resolver en una comida, un juego o un paseo en grupo. ¿Por qué gastar decenas de miles de dólares y docenas de años de esfuerzo en repetir lo mismo una y otra vez?

Tecnológicamente, ahora resulta bastante fácil generar un aprendizaje personalizado basado en competencias, mediante el uso de sistemas de gestión del aprendizaje. Los cursos online masivos y abiertos (MOOC) facilitan el acceso al público en general, sobre todo a una población que hasta ahora se encontraba desatendida por escuelas elitistas y altamente selectivas. Resulta interesante ver cómo estos cambios alteran el sentido de la educación tal y como la conocemos.

Los docentes no tienen por qué esperar a que las universidades y los distritos escolares implementen cambios a gran escala, para empezar a educar por competencias. A nivel micro, los cursos pueden incorporar el enfoque de formación basado en competencias mediante un aprendizaje personalizado. Sin embargo, la educación basada en competencias requiere un rediseño cuidadoso de los cursos o programas. He aquí algunas sugerencias para avanzar en esta dirección:

  1. Pensar en los resultados. El término competencias suele asociarse a las capacidades que te permiten conseguir un empleo, lo que, injustamente, lleva a algunas personas a pensar que la formación en humanidades carece de sentido. En lugar de eso, deberíamos empezar a enfocarnos en los resultados que queremos ver en los futuros miembros de nuestras familias, organizaciones y de la sociedad en general: personas que ahora son estudiantes que se preparan para el futuro. Al centrarnos en los resultados, prestaremos la debida atención a los factores que pueden transformar a las personas que aprenden en miembros productivos, colaborativos y felices de la sociedad. Las competencias deben estar alineadas con estos resultados.
  2. Mapa de competencias. Pensando en los resultados, los educadores deben elaborar un mapa detallado de las competencias que desean que los estudiantes adquieran, considerando su relevancia para el crecimiento profesional o personal de los alumnos. Además, deben definir los instrumentos con los que medirán dichas competencias y el nivel de dominio que se considerará satisfactorio. Este mapeo inicial es una de las tareas más ignoradas en las innovaciones educativas. Muchas veces, la gente se lanza a buscar soluciones sin antes cuestionarse el por qué ni el qué. Sin resultados claros y personalmente significativos, se corre el riesgo de desviarse del objetivo.
  3. Cambiar la mentalidad sobre las calificaciones. Un temor común en la educación basada en competencias es el uso de un sistema de calificación no convencional. Este enfoque suele emplear calificaciones de apto/no apto o aprobado/suspenso para medir el dominio, lo que puede percibirse como menos riguroso en comparación con calificaciones basadas en porcentajes o puntos. Los educadores deben explicar la lógica detrás de este sistema y comunicar a los estudiantes que se espera mucho de ellos. También deben realizar evaluaciones seguras y fiables para garantizar que, efectivamente, se domina el contenido. Si es necesario utilizar métodos tradicionales de calificación basados en porcentajes o puntuaciones, aplíquelos durante el proceso, a modo de evaluación formativa y como un medio para alcanzar los resultados finales de «aprobado» o «apto».
  4. Medir el dominio, no la inteligencia. De la misma manera, también es importante establecer niveles de dominio en las competencias, en lugar de clasificar a los estudiantes en curvas de campana, lo cual contradice el auténtico propósito de la educación basada en competencias. Si la educación se limitara a identificar a las personas más inteligentes (o las más torpes) de un grupo, eso se podría resolver en una comida, un juego o un paseo en grupo. ¿Por qué gastar decenas de miles de dólares y docenas de años de esfuerzo en repetir lo mismo una y otra vez?El objetivo de la educación es que las personas aprendan y mejoren, no separar el grano de la paja.
  5. “Romper con el hechizo” de la experiencia. Los estudiantes no pueden dominar una competencia tras otra si los educadores siguen cautivados por su propia experiencia. A veces, los expertos han sido expertos durante tanto tiempo, que olvidan las dificultades que enfrentan los principiantes. Las complejidades entrelazadas de las asignaturas pueden sumergir a los estudiantes en un caos abrumador, donde la educación basada en competencias no tiene cabida. Para ayudarles a dominar competencias, es útil traducir conceptos en objetos de aprendizaje, ya que esto aporta claridad y motivación. Existen muchos modos de superar la falta de experiencia, como crear mapas mentales, utilizar el feed-back de los estudiantes e incorporar la ayuda de diseñadores instruccionales, que saben detectar los puntos ciegos que los expertos pueden pasar por alto.
  6. Deliberar a conciencia sobre el diseño de la educación.Dispongamos de un documento de diseño para cada lección, que establezca una correspondencia entre resultados, competencias, mediciones, métodos instructivos y medios. Este documento, a menudo denominado syllabus (programa) en Estados Unidos, compromete al docente con la formación que imparte y a los estudiantes con su aprendizaje. Redactar un buen programa o secuencia didáctica permite al educador diseñar la formación de manera consciente y estructurada, en lugar de simplemente esperar a que la clase comience y transmitir el conocimiento de una manera desordenada y caótica, con la esperanza de que algo se fije en la mente de los estudiantes.
  7. Proporcionar a los aprendices espacios para crecer vertical u horizontalmente. Quienes aprenden pueden avanzar rápidamente de una competencia a otra, lo que es motivo de alegría, pero genera más distancia entre los que están más adelantados o rezagados. Muchos centros proporcionan apoyo a los estudiantes con dificultades ofreciéndoles formación complementaria. Sin embargo, no podemos castigar a los estudiantes más rápidos, obligándolos a esperar. Para ellos, debemos crear oportunidades que les permitan profundizar en su experiencia o ampliar sus competencias; por ejemplo, desarrollando sus capacidades para enseñar y guiar.

Las tendencias en el aprendizaje personalizado por competencias reflejan una preocupación creciente por el hecho de que la escolarización institucionalizada esté obstaculizando el aprendizaje, una idea que popularizada por la célebre conferencia TED de Sir Ken Robinson, «¿Las escuelas matan la creatividad?». En la escolarización tradicional, los estudiantes aprenden para obtener calificaciones y títulos que se han convertido en aros que deben saltar. Pero, ¿qué ocurriría si les otorgáramos a todos una A o un título desde el principio y luego nos enfocáramos en ayudarles a prender? Tal vez algunos estudiantes no volverían a las aulas, o quizás empezarían a aprender por el gusto de hacerlo. Al fin y al cabo, es su futuro lo que está en juego. Todo son suposiciones, lo sé, pero con suerte, este escenario, junto con las sugerencias ofrecidas en este artículo, llevarán a más personas a replantearse el modelo educativo actual.

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