El siguiente artículo ha sido escrito originalmente para WISE ed.review. Para leer el artículo original en inglés, haga clic aquí. Sigue la actualidad de WISE en @WISE_es.
Este artículo es parte de una serie desarrollada alrededor del siguiente tema de debate: ¿Qué alternativas existen a las pruebas estandarizadas? (parte 2 de 4).
Berlin Fang
Director de Diseño de Instrucción en la Universidad Cristiana de Abilene
Quizás no sea este el mejor momento para argumentar a favor de los exámenes en la enseñanza. En la historia reciente de los Estados Unidos, la legislación articulada alrededor de la iniciativa “No Child Left Behind” (“Ningún niño olvidado”), causó un alboroto considerable en algunos educadores al pensar que con ello se les obligaba a enseñar centrándose en los exámenes. China, con un sistema educativo que aparentemente está en el polo opuesto al de Estados Unidos, también ha batallado durante décadas por la notoriedad de los exámenes, especialmente con el arriesgado examen nacional de entrada a la Universidad, conocido en chino como el «gaokao». En cualquier otro lugar del mundo abundan opiniones similares.
Los exámenes merecen la mala fama que tienen si el objetivo de la educación se reduce a su realización. Los educadores que se centran de manera estricta en la preparación de exámenes para que los estudiantes obtengan puntuaciones altas, ignoran otros ámbitos de las mentes y vidas de los estudiantes. Es entonces cuando la escolarización interfiere en el trayecto hacia una educación completa. Los profesores pueden enseñar ayudando a los alumnos a acumular conocimiento en la memoria a corto plazo, con el fin de prepararlos para un examen importante, tras el cual posiblemente éstos, olviden todo. Suele suceder así cuando los exámenes no son más que evaluaciones acumulativas individuales, sin aportar retroalimentación alguna para un aprendizaje eficaz.
Las pruebas adquieren valor cuando se convierten en herramientas que forman parte del proceso de enseñanza-aprendizaje, en lugar de limitarse a marcar el cierre al final del mismo. Los resultados de la investigación en el campo de las ciencias cognitivas justifican el uso de pruebas o cuestionarios como estrategia de aprendizaje eficaz. Cuando los exámenes no aparecen en escena, los estudiantes pueden recurrir a estrategias como la relectura, el subrayado y la toma de apuntes, que, según los psicólogos, son menos eficaces (Dunlosky, Rawson, Marsh, Nathan y Willingham, 2013). La lectura reiterada del mismo material por parte del estudiante, sin que haya exámenes a la vista, puede simplemente generar en el alumno la impresión de saber. Al examinarse, el estudiante tiene unos momentos de enfrentamiento con la verdad. Recibe un feedback que le indica si realmente ha asumido la materia. El docente puede utilizar el resultado para desarrollar una comprensión más detallada y matizada de la receptividad y comprensión por parte del estudiante. Podría entonces ajustar las estrategias de enseñanza de acuerdo con ello.
Antes, proporcionar feedback a través de los exámenes solía ser un proceso largo y difícil. En el momento en que los profesores habían terminado de puntuar los exámenes sobre el papel, los estudiantes ya habían olvidado qué habían escogido. La tecnología puede contribuir notablemente a acortar este ciclo. Con pruebas en línea estandarizadas, los sistemas informáticos se ocupan de la puntuación y proporcionan un feedback estandarizado. Liberados de la ingrata tarea de puntuar manualmente, los docentes pueden pasar más tiempo y profundizar más en el trabajo directo con los estudiantes.
Con los exámenes en línea, estos ven inmediatamente los resultados de los cuestionarios realizados cuando la memoria todavía está fresca. Los sistemas de gestión del aprendizaje también permiten intentar superar las pruebas en diversas ocasiones. Los estudiantes consiguen un mayor dominio aprovechando el proceso iterativo de estudio-examen. Si los estudiantes adquieren conciencia de la fuerza de los cuestionarios y exámenes, también es posible que tomen la iniciativa para realizar «autocuestionarios» como método de aprendizaje. Aplicaciones móviles como Quizlet, Duolingo y Brainscape pueden, todas ellas, ayudar a los estudiantes en su aprendizaje.
Sí, ciertamente, existe el factor trampa que debe tenerse en cuenta cuando las pruebas se realizan desde un ordenador o un dispositivo móvil. No obstante, como diseñador instruccional con una trayectoria considerable, quiero comentar que la probabilidad no es necesariamente superior con respecto a las pruebas realizadas con lápiz y papel. La naturaleza humana no es peor hoy en cuanto se refiere a la realización de exámenes. Aunque con la tecnología copiar sea más fácil, también es cierto que la misma tecnología facilita detectar si se ha copiado. Los educadores pueden mejorar en el conocimiento del comportamiento y rendimiento estudiantil, con analíticas de datos fácilmente recopilables, gracias a herramientas diseñadas para el usuario medio.
Las pruebas mejoradas con tecnología también multiplican las oportunidades de innovaciones disruptivas en la profesión docente. Aplicando un determinado tipo de sistema de respuesta en un aula grande, los profesores pueden ahora disponer de un feedback casi inmediato acerca del dominio de conceptos o competencias por parte del estudiante. Los docentes también pueden crear experiencias Flipped Classroom para realizar las clases en línea, y reservar el tiempo presencial para tareas, pruebas y actividades prácticas que puedan requerir más retroalimentación entre estudiantes y docentes.
Recordemos, además, que realizar pruebas puede cumplir una función legítima de separar a los que han aprendido de los que no han aprendido. Si alguno ha demostrado dominar un contenido específico mediante las pruebas de control iniciales, ¿por qué deberíamos obligar a esta persona a estudiar con el resto de la clase siguiendo exactamente el mismo ritmo? A partir de aquí, podríamos emprender el trayecto hacia un aprendizaje basado en competencias en el que aprendemos lo que debemos aprender.
Lee el primer artículo (1 de 4): Reinventar los exámentes: «¿Cómo y cuándo deben evaluarse las competencias?»