¿Cuántas veces has oído o utilizado la palabra algoritmo en los últimos meses? Seguro que muchas. El algoritmo que me espía, el que sabe qué películas me gustan, qué música escucho o, incluso, con qué frecuencia compro detergente o champú para el pelo. Pero, ¿sabes lo que es? La que se ha convertido, sin duda, en la palabra de moda de los últimos años y que todos relacionamos con tecnología, ordenadores e inteligencia artificial, nació en el siglo VIII, muchísimos años antes de que el primer ordenador fuese ni tan siquiera una idea. Por lo tanto, su definición (o al menos su definición esencial) no puede tener muchos componentes tecnológicos. ¿Qué es un algoritmo? Un conjunto de instrucciones ordenadas que nos permiten encontrar la solución a un problema. En el siglo XXI, el de la revolución tecnológica, el algoritmo se ha convertido en una parte esencial de la forma de pensar de las máquinas: el pensamiento computacional.
¿Y cómo piensa una máquina? Pues, entre los procesos de pensamiento incluidos en el pensamiento computacional tenemos la recogida y el análisis de datos, la abstracción de estos datos para crear un algoritmo, la descomposición del problema en pequeñas partes… Todo eso (y algunas cosas más) es pensamiento computacional. Y nosotros, humanos, podemos aprender a usar esta forma de pensar para enfrentarnos a diferentes situaciones vitales. Así que, no. El pensamiento computacional no solo tiene que ver con aprender programación. Va mucho más allá. Tal y como lo explica el profesor Moussa Boumadan, Doctor en Educación, psicopedagogo y maestro de Educación Primaria, “es una actitud ante la vida… hoy en día hay que aprender a leer el mundo también desde el pensamiento computacional.” Nos lo contó en este interesante conversatorio sobre pensamiento computacional.
Efectivamente, hoy en día, las sociedades del siglo XXI han convertido la incorporación del pensamiento computacional en todos los sistemas de enseñanza en una necesidad vital para la educación de niños, niñas y jóvenes. Esta disciplina no solo nos permite interactuar con las máquinas que nos rodean, aumentando así nuestras posibilidades de inserción sociolaboral, sino que también desarrolla una serie de habilidades y competencias absolutamente cruciales para desenvolvernos felizmente en la nueva sociedad del siglo XXI. Habilidades blandas “como la capacidad de perseverar y ser capaz de aprender de los errores, que el pensamiento computacional, al ser muy procesual, estimula de forma natural… la flexibilidad y la mejora de la capacidad creativa, ya que enfrentamos a los niños a ser constructores en su propio proceso de desarrollo y a tener que solucionar problemas que tienen numerosas posibilidades de resolución. Pero también se estimula el desarrollo del trabajo en equipo y la comunicación, ya que tienen que explicar su proyecto a los demás”, explica el Profesor Boumadan.
La propuesta de ProFuturo
Por todo ello, en ProFuturo nos propusimos llevar el pensamiento computacional a las escuelas con las que trabajamos y lo hicimos desde una propuesta muy diferencial “creando un catálogo muy amplio de experiencias que se adaptan a los diferentes modelos de enseñanza y que permite a los docentes vincularlo con diferentes materias”, cuenta Marina Sanz, del área de producto e innovación de la Fundación ProFuturo. Una vez que la propuesta esté disponible podrán acceder a “retos vinculados con matemáticas, con ciencias o con arte; y esto va a permitir que los niños y las niñas puedan desarrollar el pensamiento computacional en diferentes escenarios y dando respuesta a diversidad de retos, no solamente tecnológicos. Nuestra propuesta quiere romper con el modelo tradicional, llevando metodologías activas al aula para que los niños trabajen con sus compañeros y compañeras en la resolución de retos, que produzcan sus propias soluciones y las comuniquen y aprendan del proceso, que es lo más importante.”
Los retos del docente
Pero, ¿cómo se enfrentan los profesores al reto de enseñar una disciplina como el pensamiento computacional? Según Cristina Araya, docente y jefa de proyectos educativos en Fundación Telefónica Movistar Chile, “Hoy en día, el desafío más grande para nosotros tiene que ver con el poder transitar desde la pedagogía de la respuesta a la pedagogía de la pregunta. Preguntas que tienen que ver con la incorporación, dentro del aula, del pensamiento computacional como una forma de pensar. El desafío más grande para nosotros, los profesores, tiene que ver con poder incorporar este proceso de transformación al diseño didáctico de la clase.”
El pensamiento computacional en contextos vulnerables
Pero el pensamiento computacional es, además, especialmente valioso en contextos vulnerables, donde ProFuturo despliega su actividad. Como expone Beatriz Ríos, coordinadora de educación en Fundación Telefónica Movistar Uruguay, “el gran valor que tiene el pensamiento computacional justamente es la posibilidad de lo divergente, el poder ir por diferentes caminos y poder ser constructor del tuyo propio… Entender que todas las respuestas son posibles. Que el cambio es posible. Así, chicos que vienen desde situaciones de violencia muy fuertes en muchos casos, empiezan a tener una capacidad de escucha, empiezan a respetar tiempos, empiezan a gestionar los tiempos desde otro lugar, empiezan a entender que lo que el otro dice también es válido, que son escuchados, lo que mejora su autoestima. El pensamiento computacional les da la posibilidad de poder ampliar su mundo y sus posibilidades: empiezan a ver que, de poco a poco, van pudiendo, van resolviendo; y eso es sumamente valioso porque, muchas veces, no solo plantean cambiar su situación, sino cambiar la situación de su contexto, cosas que sus padres ni se las habían imaginado o no se lo creían.”
Las posibilidades del pensamiento computacional en la educación y, a través de esta, en el cambio social son enormes y trascienden lo meramente tecnológico. En ProFuturo hemos tomado buena nota desarrollando una propuesta pedagógica, única y diferencial, para poder desarrollar este increíble potencial. Si quieres saber más, permanece atento a nuestros canales de comunicación.