Historias

Me llamo Elijah Mpona y creo que ser docente es algo único y especial

Elijah Mpona

Elijah Mpona, docente en Malaui

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“Ser profesor es algo especial, es único. Tomas lo que está en tu cerebro para ponerlo en el de otra persona. Y una vez que ves que ha funcionado, que la persona está haciendo lo que le has enseñado a hacer, te sientes bien.”

“Me llamo Elijah Mpona Mubikayi. Soy un facilitador aquí, en el digital lab de Dzaleka, en Malaui. En primer lugar, soy programador, soy desarrollador de software. Y aquí soy moderador de los estudiantes”. Así se presenta Eligah, docente ProFuturo en el campo de refugiados de Dzaleka, en Malaui. 

Elijah Mpona cree que ser profesor es algo especial y único: “Tomas lo que está en tu cerebro para ponerlo en el de otra persona. Y una vez que ves que ha funcionado, que la persona está haciendo lo que le has enseñado a hacer, te sientes bien.”

Barreras educativas

Como programador, Elijah se confiesa un apasionado de la tecnología, razón por la cual se siente cómodo como docente ProFuturo: “Como este trabajo tiene que ver con la tecnología, los ordenadores, las tabletas y demás, me motiva más estar aquí porque es el lugar en el que me gusta estar”. Elijah Mpona  trabaja en la única escuela de educación primaria del campo de refugiados de Dzaleka, en Malaui, y es también refugiado de la RDC (República Democrática del Congo).

La complejidad de la situación educativa en este contexto, ha llevado a Elijah a adaptarse y superar las diferentes barreras en la enseñanza: “En el campamento tenemos cientos de nacionalidades, diferentes personas de diferentes lugares, y tienen diferentes culturas e idiomas. Así que, como tenemos aquí un centro, y en este centro tenemos a todos esos niños de diferentes lugares, hablan un idioma diferente, así que tenemos que encontrar la manera de comunicarnos con ellos, de entender sus comportamientos y de dónde vienen”.

Adaptarse a las limitaciones de la enseñanza durante la pandemia de la Covid-19, fue otra de las grandes barreras para Elijah: “Tuvimos que dividir la clase. Antes teníamos tal vez 120 estudiantes en una clase, pero ahora tenemos 50”, comenta. 

La tecnología que motiva

A pesar de que Elijah ya conocía la implementación de la tecnología en las aulas, las formaciones de ProFuturo han permitido ampliar sus métodos de enseñanza: “Las formaciones nos han ayudado a que, las personas que están separadas unas de otras, todavía puedan conectarse en el aprendizaje y entender lo que está pasando con el mundo”. 

La llegada de ProFuturo a las aulas de Dzaleka ha traído también una motivación extra para los alumnos del centro: “Los estudiantes están muy motivados. Les gusta porque les implica hacer algo aparte de lo que ven ante las pizarras, y el profesor explicando las cosas. Así que están más motivados porque ven cosas que no han visto antes, y son capaces de utilizar las tabletas, y las tabletas tienen sonidos e imágenes. Ya sabe, como dibujos animados. Así que están más motivados para aprender.”

Por su parte, los padres de los alumnos, también han notado la implicación de sus hijos a la hora de aprender en el centro que, además, les aporta seguridad: “Han notado que sus hijos están más motivados en casa para decir: “ya es hora de que me vaya, tengo que ir a ProFuturo, tengo que ir al lab a aprender.” Y les gusta enviar a sus hijos aquí porque saben que cuando están aquí, para empezar, están seguros y además disfrutan aprendiendo. Y mientras alguien disfruta del aprendizaje, sabe lo que hace y entiende lo que hace y no olvidará las lecciones. Así que es fácil enseñar a los niños con las tabletas y a los padres es lo que más les gusta”

Nuestra labor en Malaui

ProFuturo empezó a trabajar en Malaui en septiembre de 2019. Desde entonces, implementamos nuestro programa de educación digital en el campo de refugiados de Dzaleka, a unos 40 km de la capital. El campo acoge a unas 54.000 personas, de los que más de la mitad son niños y jóvenes y en su mayoría procedentes de la vecina República Democrática del Congo. 

En colaboración con Entreculturas y el Servicio Jesuita a Refugiados (JRS)  queremos garantizar una educación de calidad y un entorno seguro de aprendizaje en el único colegio de educación primaria que hay en este campo de refugiados. Asegurar la continuidad educativa de niños y niñas de entre 9 y 12 años en esta situación de emergencia es nuestro objetivo principal.