Alba Sánchez es una joven biotecnóloga, de 27 años que el próximo 31 de marzo participará junto con otros siete científicos de todo el mundo en una simulación de la vida en Marte, organizada por la NASA. Es la única española que participará en la misión. Allí su misión será medir las reacciones inmunológicas del cuerpo antes, durante y después de la misión.
Alba cuenta en una entrevista de radio cómo decidió su campo de especialización inspirada por otra mujer. Primero fue su madre, con su amor a la ciencia, animándola a no dejar de perseguir nunca las respuestas a todas sus preguntas, que eran muchas. Pero, ¿en qué momento de su vida se conecta la biotecnología, la inmunología (su campo de especialización) y el espacio? Fue otra mujer, otra biotecnóloga, Sara García, y su nombramiento como astronauta para la Agencia Espacial Europea, la que le hicieron darse cuenta de que existía esa posibilidad.
Alba tuvo suerte. Una madre que la animó a seguir el camino que le marcaba su curiosidad y sus ganas de saber, y una referente, científica como ella, que le mostró que era posible.
Sin embargo, esto no es lo habitual. Las niñas, sencillamente, no se ven. Hoy por hoy, tan solo un 4% de las chicas de 15 años quiere ser científica y menos de un 12% termina estudiando una de estas carreras. Los datos asustan: faltan referentes y sobran prejuicios. Les falta inspiración, modelos, ejemplos de mujeres que hayan seguido una carrera científica y hayan destacado en sus campos. Y no es que no existan. Porque haberlas, haylas. Pero es que no las vemos.
No estamos hablando solamente de grandes mujeres científicas que han hecho historia. Marie Curie, Ada Lovelace, Rosalind Franklin y Rita Levy Montalcini son, por supuesto, un gran ejemplo a imitar. Pero más allá de las grandes pioneras, necesitamos ver a mujeres de carne y hueso. Las que no salen en bonitos cuentos ilustrados. Las que se levantan todos los días a las siete de la mañana y se van a un laboratorio. O se sientan frente a un ordenador o frente a un potente telescopio. Mujeres normales y corrientes que cada día hacen historia porque hacen ciencia. Hoy vamos a contar la historia de algunas de esas mujeres. Alumnas de FemCoders, un proyecto que forma a mujeres para que trabajen en el mundo digital y que pretende también inspirar a las niñas con su ejemplo.
Informática se escribe en femenino
Teresa (quien nos presta su pluma para titular esta sección) tiene 58 años y hace aproximadamente un año se quedó sin empleo. “Tras el golpe inicial, me planteé la situación como un nuevo inicio y una oportunidad para reinventarme”, explica. Teresa siempre había sentido interés por el sector tecnológico pero, por un tema de “perspectiva social” nunca había contemplado la posibilidad de formarse y trabajar en este ámbito: “Pertenezco a esa generación de mujeres a la que se le aconsejaba que desarrollaran su carrera profesional dentro de las humanidades. Incluso se nos llegaba a decir en el instituto que los hombres estaban biológicamente más preparados para realizar carreras tecnológicas. Actualmente parece disparatado pero en su momento era una realidad y debido este estereotipo social, aun persiste la disparidad de género en el sector TIC”.
A principios de 2023, Teresa se topa con Factoría F5 y se inscribe en uno de sus bootcamp para cumplir por fin su sueño y formarse como programadora. “Realizar el boootcamp ha ampliado mis conocimientos, ha contribuido a mi crecimiento personal y ha enriquecido mi experiencia profesional. Me ha ratificado que las limitaciones que se inculcaban a las jóvenes en el siglo XX son falsas y que las mujeres estamos tan capacitadas como los hombres para poder desarrollar una carrera profesional en el sector tecnológico”.
Teresa ha emprendido una lucha personal en contra de esta creencia tan injusta como falsa. Por este motivo, ha creado una cápsula formativa en la que se reivindica el papel fundamental de las mujeres en la historia de la programación: “un legado que, lamentablemente, ha sido borrado de la historia”. También colabora activamente en los talleres que Factoría F5 realiza en institutos con el objetivo motivar a niñas y adolescentes y animarlas a estudiar carreras tecnológicas, rompiendo la brecha de género que existe en la actualidad.
FemCoders: rompiendo la brecha digital de género
FemCoders, el bootcamp que le cambió la vida a Teresa, es un programa de Factoría F5 que forma a mujeres en situación de vulnerabilidad en desarrollo web FullStack para su inserción en el sector tecnológico, además de convertirlas en personas de referencia para inspirar a miles de chicas mediante talleres de introducción a la programación.
No se necesitan estudios ni conocimientos previos en programación, pero sí una fuerte motivación, una gran capacidad de trabajo y muchas ganas de aprender. A lo largo de seis meses intensivos y con un total de 850 horas de formación, las participantes adquieren competencias tanto en el desarrollo FrontEnd como en el BackEnd de sitios web y aplicaciones; se les forma en el uso de metodologías AGILE y en buenas prácticas de desarrollo para garantizar la calidad del software desarrollado. Y por supuesto, además de las habilidades técnicas, se fomenta el desarrollo de habilidades socioemocionales como el trabajo en equipo, el pensamiento crítico y creativo, la resiliencia y las habilidades comunicativas, fundamentales para el éxito en el mundo laboral actual.
El perfil de sus alumnas es el de una mujer de entre 25 y 49 años con estudios de formación profesional o universitarios, aunque un porcentaje significativo (22,7%) tiene sólo estudios de bachillerato. Como Teresa, más de 300 mujeres de orígenes y profesiones muy variopintos han pasado por los bootcamps de FemCoders. Por ejemplo, Nuria, de 55 años, con un FP de administrativo y para la que FemCoders “ha marcado un antes y un después”. O Elvia, de 32 años, quien necesitaba un trabajo que pudiera compatibilizar con su reciente maternidad y que “antes de terminar el bootcamp, ya contaba con una oportunidad de trabajo”. Arancha, también en su cincuentena, venía del mundo de la hostelería: “quería un cambio en mi vida y esto ha sido espectacular”. O Carmen, a quien después de esto “le queda la sensación de que eres capaz de todo, de reinventarte todas las veces que haga falta porque te dan las herramientas para seguir creciendo por ti misma”.
Una vez terminado el bootcamp, un 72% de ellas obtiene un empleo en el sector tecnológico, mejora sus condiciones laborales o decide seguir formándose en este sector para ampliar sus conocimientos. Pero sobre todo, siguen arrimando el hombro para inspirar a niñas y jóvenes, animándolas a imaginar un futuro techie, a través de diferentes talleres de iniciación a la programación, adaptados a cada nivel de edad.
En un mundo, en el que la presencia de mujeres en las áreas relacionadas con la ciencia y la tecnología aún es muy limitada, historias como la de Alba, Teresa, Nuria, Elvia, Carmen y Arancha nos recuerdan la importancia de los referentes. De, como decía la canción, “saber que se puede”. Porque las historias más potentes no están siempre en los libros de historia ni en las figuras públicas, sino en los rincones menos iluminados y en las voces que han permanecido silenciadas, quizás, por demasiado tiempo.