En el siglo XXI, la educación enfrenta desafíos importantes, desde la rápida evolución tecnológica hasta las cambiantes demandas laborales y sociales. Sin embargo, uno de los retos más persistentes es la desconexión entre los métodos de enseñanza tradicionales y las necesidades y expectativas de los estudiantes. Esta brecha no solo impide la consecución de buenos resultados académicos, sino que también desmotiva a los estudiantes, apagando su deseo inherente de aprender y explorar. En este contexto, es necesario salirse de la norma. Renovar métodos educativos e ir más allá del mero traspaso de conocimientos. La Fundación Tomillo, una organización que lleva casi 40 años trabajando para que niñas, niños y jóvenes de entornos vulnerables tengan oportunidades de acceso a una educación integral y de calidad, ha sido pionera en implementar un modelo educativo centrado en el desarrollo de competencias socioemocionales, buscando reavivar la chispa del aprendizaje en los jóvenes.
“Tratamos de devolver las ganas de aprender a los jóvenes a los que el sistema educativo les ha hecho perderlas. Y lo hacemos tratando de crear oportunidades para que desarrollen su potencial. Me gusta pensar que pueden llegar a ser más de lo que ellos creen que pueden llegar a ser. El elemento central desde el que se construye nuestro modelo es el ‘Yo espero más de ti de lo que tú mismo esperas’”.
Las competencias socioemocionales se refieren a la capacidad de manejar eficazmente las emociones, comprender y empatizar con los demás, establecer relaciones positivas, tomar decisiones responsables, y enfrentar desafíos de manera constructiva. Según el marco CASEL (Collaborative for Academic, Social, and Emotional Learning), estas competencias se dividen en cinco áreas clave: autoconocimiento, autorregulación, conciencia social, habilidades de relación y toma de decisiones responsable. Por ejemplo, el autoconocimiento implica una comprensión profunda de los propios sentimientos, fortalezas, y limitaciones, lo cual es fundamental para el desarrollo personal y el éxito académico. Las evidencias que asocian las habilidades sociales y emocionales de la infancia con unos mejores resultados en la escuela y en la vida son cada vez más numerosas.
El modelo educativo de la Fundación Tomillo: los círculos de confianza
La Fundación Tomillo adopta un enfoque holístico hacia la educación, poniendo un énfasis particular en las competencias socioemocionales como el núcleo de su modelo pedagógico. Este enfoque reconoce que el aprendizaje efectivo no se limita a la adquisición de conocimientos académicos, sino que también implica el desarrollo de habilidades que permitan a los estudiantes navegar por la vida de manera efectiva. Se basa en un modelo de competencias que tiene tres planos: el ser, el crecer y el pertenecer.
La primera dimensión, el Ser, se enfoca en el autoconocimiento y en la gestión emocional. Reconocemos la importancia de desarrollar una comprensión profunda de nuestras propias emociones, fortalezas y la voluntad, esta última una capacidad fundamental que, aunque a menudo subestimada, es crucial para lograr nuestros objetivos. La autoconfianza y la autorregulación también son aspectos clave, que nos permiten establecer y alcanzar metas personales a través de un manejo efectivo de nuestras emociones y comportamientos.
La dimensión del Crecer nos impulsa a expandir nuestros horizontes, a salir de nosotros mismos y a interactuar con el mundo que nos rodea. Esto incluye el desarrollo de habilidades relacionales como la comunicación efectiva, tanto oral como escrita, el trabajo cooperativo y la construcción de relaciones sólidas. Un componente esencial de esta dimensión es la toma de decisiones responsables, fundamentada en el pensamiento crítico: “En Tomillo promovemos un enfoque educativo que valora las preguntas tanto o más que las respuestas”, fomentando una curiosidad insaciable y un deseo de explorar y comprender más allá de lo superficial.
Finalmente, la dimensión del Pertenecer aborda nuestra conexión con una comunidad más amplia y nuestra relación con el planeta. Este plano subraya la importancia de valorar la diversidad, practicar la empatía y el respeto, y fomentar un sentido de pertenencia a algo más grande que nuestro entorno inmediato. El liderazgo de servicio emerge como un principio orientador, invitándonos a contribuir y a formar parte activa de nuestra comunidad y del mundo en general.
Poniendo en práctica la metodología
¿Cómo poner en práctica esta filosofía educativa? Tomillo utiliza un enfoque innovador que combina la personalización del aprendizaje con la tecnología y la reflexión sobre el desarrollo de competencias. La puesta en práctica de esta metodología se basa en varios pilares fundamentales que permiten a los estudiantes no solo adquirir conocimientos y habilidades, sino también construir un camino personalizado hacia su crecimiento personal y profesional. Algunos de estos pilares son:
- Personalización del aprendizaje: Inspirado en el sistema educativo universitario americano, los estudiantes eligen sus materias a lo largo del año académico, lo que les permite diseñar un itinerario formativo que se ajusta a sus intereses y necesidades.
- Uso de tecnología: La tecnología facilita un sistema de evaluación avanzado que supera los métodos tradicionales basados en Excel. Una plataforma de evaluación permite recopilar y documentar evidencias de aprendizaje, lo que contribuye a un seguimiento más detallado y personalizado de la adquisición de competencias.
- Construcción de un currículum competencial con evidencias de aprendizaje. Los estudiantes generan un portafolio de evidencias (presentaciones grabadas, textos verificados, etc.) que demuestra la adquisición de competencias clave. Este portafolio actúa como un currículum competencial, útil para futuras oportunidades académicas o laborales.
- Reflexión y metacognición: Los estudiantes participan en un proceso de autoevaluación, buscando activamente evidencias de su aprendizaje en diferentes áreas. Este enfoque fomenta la metacognición, ayudándoles a tomar conciencia de su propio proceso de aprendizaje.
La metodología aplicada por Tomillo también incluye sesiones de coaching y mentoría, donde los estudiantes pueden explorar sus emociones, desafíos y aspiraciones en un entorno de apoyo. Este enfoque facilita una conexión más profunda entre el educador y el estudiante, permitiendo una educación más personalizada y significativa.
El coraje de enseñar
La transformación del papel de los educadores es fundamental en el modelo de Tomillo. La innovación educativa requiere de una gran valentía por parte de los docentes. Como explica Carmen García, “tiene que ver con atreverse a decir ‘bueno, ¿qué es una semana en la vida de estos chicos? En cambio, si en esta semana yo soy capaz de romper algunas dinámicas de la propia mirada de estos chicos sobre sí mismos, habremos ganado miles de semanas a lo largo de su vida’”.
Esto requiere de los educadores no solo una sólida formación académica, sino también habilidades socioemocionales avanzadas y una disposición hacia el aprendizaje continuo y la autorreflexión. La capacitación de los educadores en estas áreas es una prioridad para la Fundación, asegurando que estén equipados para guiar a los estudiantes no solo en su aprendizaje académico, sino también en su crecimiento personal y social. “Porque, al final, educar es acompañar para Ser, para Ser con mayúsculas, para ser humanos. Y eso es lo primero, la base del perchero de la que después podemos colgar todas las matemáticas, las tecnologías y todo lo demás. Hay que trabajar en la estructura que nos permita hacer que esas niñas y niños se conviertan en seres humanos asentados, que se sientan ciudadanos del mundo que puedan soñar con su vida”.
El modelo educativo centrado en las competencias socioemocionales propuesto por la Fundación Tomillo ofrece una visión inspiradora y pragmática para abordar algunas de las limitaciones de la educación tradicional. Al enfocarse en el desarrollo integral del estudiante, este enfoque no solo mejora el deseo de aprender, sino que también equipa a los jóvenes con las habilidades necesarias para una vida plena y exitosa. La importancia de cultivar estas competencias en un mundo cada vez más complejo y conectado no puede subestimarse.
Para educadores, instituciones y responsables de políticas educativas, el mensaje es claro: debemos adoptar y promover prácticas educativas que prioricen el desarrollo socioemocional. Hacerlo no solo transformará la experiencia de aprendizaje para los estudiantes, sino que también contribuirá a la formación de una sociedad más compasiva, resiliente y consciente. La expansión de este modelo a más contextos y su integración en políticas educativas más amplias podrían marcar el comienzo de una era educativa que verdaderamente prepara a los estudiantes para los desafíos del siglo XXI, enfocándose no solo en lo que saben, sino en quiénes son y cómo se relacionan con el mundo a su alrededor.