Charles Fadel habla con pausa. Se diría incluso que se divierte con las contradicciones que plantea la inteligencia artificial. Pero detrás de su tono tranquilo subyace una clara advertencia: si seguimos enseñando lo mismo que hace 50 años, la IA no será el problema. Lo será nuestra obsolescencia como especie pensante.
“Esto debía haber cambiado hace 25 años”, recuerda. Fadel lleva más de dos décadas alertando de la necesidad de rediseñar los currículos escolares. Ya entonces hablaba de habilidades del siglo XXI. Hoy, con una inteligencia artificial capaz de imitar textos, pilotar aviones o redactar informes médicos, sus propuestas empiezan a sonar más a un manual de supervivencia de la educación que a una teoría pedagógica.
La IA, explica, no solo desafía el qué enseñamos, sino el cómo. En un entorno en el que la máquina “sintetiza respuestas en segundos” y accede a todo el conocimiento humano almacenado en Internet, el verdadero valor está en lo que no puede hacer: interpretar el contexto, ejercer juicio crítico, tener propósito. “Podemos mirar esas respuestas y preguntarnos: ‘¿Esto tiene sentido?’”, apunta. Ese será el músculo más valioso: el de discernir.
Fadel propone una educación anclada en cuatro dimensiones: conocimiento, habilidades, carácter y metacognición, pero ahora matizadas por lo que él llama la versión 1.2: un marco adaptado a lo que la IA ya puede (y pronto podrá) hacer.
No se trata, sin embargo, de enseñar contra la IA. Ni de reemplazar materias clásicas sin más. “Que la tecnología pueda hacer algo no significa que tú no debas hacerlo también”, aclara. Como cuando se aprendía a sumar pese a tener calculadoras. Es, más bien, una invitación a ir más allá: a construir cimientos y luego volar. A formar estudiantes (y docentes) capaces de convivir con una inteligencia cada vez menos artificial.
Su centro ha desarrollado materiales específicos para ello. Formación útil, pragmática. Pero también insiste en algo menos visible: la necesidad de formar a los padres. Porque, como recuerda, “el 60% del éxito de una persona proviene del entorno social”. Y si ese entorno se guía por el miedo o la sobreexcitación tecnológica, el daño será profundo.
Fadel tampoco ahorra críticas al sistema educativo ni al político. Y avisa: “Los responsables políticos tienen una responsabilidad enorme de la que ni siquiera son conscientes”. Su receta está muy clara: menos trigonometría, más ciencia de datos; menos memorización, más juicio. Más valor para cambiar.
No te pierdas la entrevista completa con Charles Fadel en el Observatorio ProFuturo.