“La inteligencia artificial va a revolucionar la manera en que pensamos.” Esta hipérbole no es un recurso retórico: para Neus Lorenzo, especialista en pedagogía e innovación y miembro de la junta directiva de ODITE, la IA representa un giro tan decisivo como el que supuso la aparición de la escritura. Aquello que un día permitió fijar la memoria colectiva más allá del tiempo, hoy se ve replicado —y tal vez ampliado— por sistemas capaces de generar textos, responder preguntas y hasta simular conversación. Aun así, dice, no se trata de máquinas que sustituyen, sino que aumentan: “Estamos ante una triada nueva: profesor, alumno y un agente colectivo que no es humano, pero comunica como si lo fuera.”
Lorenzo no idealiza la tecnología, pero tampoco ignora su alcance. En la entrevista habla, por ejemplo, de los RAG (Retrieval-Augmented Generation), una combinación entre modelos de lenguaje y bases de datos delimitadas. Una IA con correa corta, podría decirse. Herramientas que, bien usadas, permiten trabajar sobre fuentes fiables y pertinentes, elegidas por quien enseña. “Elimina muchas angustias del profesorado sobre el origen y la fiabilidad de los contenidos.” No es poco.
Hay también una idea que recorre la conversación de principio a fin: la equidad. La tecnología, señala Lorenzo, puede ser una herramienta de inclusión o una vía más hacia la exclusión. Todo depende de cómo se use. Si solo accede a la IA quien tiene ordenador en casa, el sesgo es evidente. “La inclusión empieza por el acceso digital en igualdad de condiciones.” La escuela, dice, debe garantizar eso. Y no dejarlo en manos del azar económico o geográfico.
El papel del profesorado, por supuesto, es central. Pero no se trata de cargar más peso sobre sus hombros. Hacen falta estructuras, liderazgo institucional, formación sensata. “La gran pregunta no es si lo haremos, sino cómo lo haremos. Y si lo haremos bien.”
Lorenzo no se detiene en lo espectacular. Su preocupación pasa por el impacto real en el aula: cómo la IA puede ampliar o limitar las posibilidades de aprendizaje. Qué implica para quien enseña, qué significa para quien aprende, y qué papel tiene la escuela como espacio de compensación y de sentido.
¿Lo haremos bien? No hay respuesta cerrada. Pero sí una certeza de fondo: si algo distingue a la educación de otros ámbitos, es que no se puede delegar del todo. Ni en las máquinas ni en las modas. Aquí no basta con que funcione: tiene que tener sentido.
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