En lo que se refiere al uso de la tecnología en educación, Manos Antoninis lo tiene claro: no es oro todo lo que reluce. La tecnología es una herramienta que, correctamente implementada, puede ayudarnos a cumplir el ODS (Objetivo de Desarrollo Sostenible) 4: garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos.
En términos de equidad, la tecnología ofrece un salvavidas al brindar a millones de personas oportunidades de acceso. Sin embargo, puede crear (y de hecho crea) nuevos tipos de exclusión.
En términos de calidad, la premisa del informe es que algunas tecnologías educativas pueden mejorar algunos tipos de aprendizaje en algunos contextos.
En términos de eficiencia, varios problemas impiden que el uso de la tecnología en la gestión educativa alcance todo su potencial. Por ejemplo, los sistemas de tutoría inteligente pueden rastrear el progreso de los estudiantes, proporcionar comentarios y ajustar el nivel del aprendizaje para alcanzar el camino óptimo. Pero, el potencial de análisis de datos de aprendizaje se ve obstaculizado por la capacidad limitada de los gestores educativos para analizarlos.
Así las cosas, ¿cómo podemos implementarla correctamente para aprovechar sus beneficios? Contestar esta pregunta, nos lleva a la formulación de otros interrogantes: ¿cuáles son los problemas educativos que estamos tratando de resolver? ¿Puede la tecnología ayudarnos a abordar estos problemas y, de ser así, en qué condiciones? Puede parecer extraño, pero rara vez estas preguntas se hacen en ese orden. La tentación de aplicar la última tecnología, incuso cuando ésta ni siquiera ha sido diseñada pensando en la educación, se imponen a la racionalidad. Y no debe ser así. Nos jugamos mucho.
La idoneidad y el valor de la tecnología deben demostrarse en relación con una visión de la educación centrada en el ser humano. Y para ello, todo responsable político y tomador de decisiones que pretenda una política pública para introducir la tecnología en educación debe hacerse las siguientes cuatro preguntas.
¿Es apropiada y pertinente al contexto y está alineada con los objetivos de aprendizaje?
Los gobiernos necesitan identificar qué tecnologías han demostrado mejorar el aprendizaje y cómo, para reformar los planes de estudio. Por eso es importante diseñar las políticas sobre tecnología en educación con la participación de docentes y alumnos, y garantizar que las soluciones están diseñadas para adaptarlas al contexto en el que van a ser utilizadas.
¿Es equitativo el uso de la tecnología educativa?
La equidad en la educación digital es un requisito esencial para el desarrollo educativo justo. Esto no solo implica proporcionar acceso a dispositivos y recursos digitales, sino garantizar, también, que estos sean accesibles para todas las personas, incluyendo aquellos con discapacidades. Por ejemplo, debemos asegurarnos de que los recursos digitales y los dispositivos cumplan con los estándares globales de accesibilidad; se deben establecer objetivos nacionales sobre la conectividad a internet en escuelas, y promover los bienes públicos digitales en educación y establecer un consenso internacional sobre las normas y la calidad para las plataformas.
¿Es escalable?
La escalabilidad de la tecnología educativa es un desafío crucial que debe ser abordado.
Cada país debería tener un organismo para evaluar la tecnología educativa disponible. Sin embargo, casi ninguno lo tiene. Este organismo tendría la responsabilidad de seleccionar tecnologías que sean efectivas y adecuadas para su implementación a gran escala. Además, los gobiernos deben ser conscientes del costo total de la propiedad y la implementación a largo plazo de estas tecnologías. Ha menudo, la inversión inicial representa solo una pequeña fracción del costo total, por lo que es esencial tener en cuenta los gastos continuos. Y, por supuesto, necesitamos garantizar la transparencia en el gasto público y en los términos de los acuerdos con las empresas para garantizar que los recursos se utilicen de forma eficiente.
¿Promueve el uso de la tecnología futuros educativos sostenibles?
La preparación de los estudiantes para un futuro digital no se trata solo de habilidades laborales, sino también de habilidades ciudadanas. Por tanto, los países necesitan establecer un marco curricular y de evaluación de competencias digitales que sea amplio, destinado a la ciudadanía, no solo al mundo laboral. Los programas educativos deben incluir un enfoque amplio en competencias digitales que abarque temas como la ética digital, la responsabilidad en línea y la habilidad para discernir información confiable de la desinformación.
Por ejemplo, el análisis de los datos de Pisa sugiere que los estudiantes con habilidades de lectura más débiles tenían cinco veces más probabilidades de ser engañados por correos electrónicos de phishing en comparación con las los estudiantes con habilidades de lectura sólidas. Esto nos recuerda que para navegar en el mundo digital todo lo que necesitamos es una educación de buena calidad. Frente a nuevas herramientas tecnológicas, la respuesta ideal puede no ser una mayor especialización en dominios relacionados con la tecnología, sino más bien un plan de estudios equilibrado que priorice aún más las artes y humanidades para reforzar la responsabilidad, la empatía, la creatividad y la capacidad de colaboración de los estudiantes.
Necesitamos mantener los mejores intereses de los estudiantes en el centro de un marco basado en los derechos humanos y centrado en los resultados del aprendizaje, no en los insumos digitales. La tecnología digital, incluida la Inteligencia Artificial, no debe ser un sustituto sino un complemento de la interacción humana.
La transformación digital de los sistemas educativos es posible
ProFuturo, que lleva años trabajando para reducir la brecha educativa a través de la educación digital, ha experimentado en su día a día, muchos de los aprendizajes y amenazas destacados por el GEM Report. Así lo destacó su gerente de alianzas globales, Leticia Rato: “la ‘explosión’ de soluciones tecnológicas que surgieron al abrigo de la COVID-19, quizás, dejaron muy de lado la parte más importante, que es la pedagógica. Hay que centrarse siempre en la escuela, en los docentes, en los niños y todo lo que se desarrolle en tecnología tiene que estar al servicio de la pedagogía.”
Sin embargo, y a pesar de los retos, desde esta organización creen que la transformación digital de los sistemas educativos es posible, “siempre y cuando incluyamos a todos los agentes educativos y nos aseguremos de que desarrollan las competencias para que puedan utilizar el mayor potencial de la de la tecnología.”
Un informe muy pertinente para América Latina y el Caribe
Tamara Díaz, directora de educación de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), destacó la pertinencia del informe, tanto por el momento (cuando la integración de la tecnología en educación está en las agendas de todos los países de la región) como por su foco en la calidad y la equidad, tan necesario en una de las regiones más heterogéneas y desiguales del planeta.