El pasado mes de julio, Montevideo fue escenario de la presentación de uno de los informes más esperados de la Unesco, cuya relevancia radica en su impacto en el ámbito educativo. Nos referimos al Global Education Monitoring Report, un informe bianual que aborda los temas más importantes que conciernen a la comunidad educativa. En esta ocasión, el informe se centró en la relación entre educación y tecnología. En publicaciones anteriores, hemos detallado el complejo y apasionante proceso de este debate global que ha atraído la atención de especialistas, expertos académicos, docentes, directores de centros educativos, administraciones públicas, organizaciones del tercer sector y empresas involucradas al mundo de la tecnología educativa.
Este artículo marca el inicio de una serie dedicada a dicho documento, que no ha dejado indiferente a ninguno de los que, en profundidad, han transitado por sus más de trescientas páginas de reflexiones, comentarios y aportaciones. El informe ha generado titulares controvertidos y polémicos que, como suele suceder en este tipo de análisis globales, se enfocan más en frases descontextualizadas que en la esencia de un informe muy enriquecedor y que propone más que advierte.
Y es que los principales análisis, resultados y recomendaciones que aparecen en este informe van más allá de lo meramente tecnológico. Pero no debemos confundir una genuina preocupación por el impacto de lo digital sobre la comunidad educativa (especialmente la de entornos vulnerables) con una crítica significativa y pesimista de lo que ha significado este impacto y su contribución a la innovación educativa.
Queremos hacer hincapié en que el informe presentado se distingue por la robustez de su orientación metodológica y en su exhaustiva revisión del estado actual de la tecnología en educación. Las conclusiones que se derivan de este informe se convierten en una guía extraordinaria para abordar el enorme desafío que implica mejorar la calidad educativa universal mediante el uso de la tecnología. Todo esto se resume de manera muy adecuada en el lema propuesto por la Unesco tras el lanzamiento del informe GEM 2023: #TechOnOurTerms (tecnología en nuestros términos), una llamada a centrar la reflexión en los objetivos educativos fundamentales.
En este Observatorio, consideramos pertinente recopilar y analizar una serie de aspectos críticos del debate surgidos a raíz de este informe. Lo haremos con una mayor profundidad que las publicaciones anteriores, utilizando revisiones, análisis de estudios y experiencias publicados en este espacio durante más dos años. Creemos que podemos enriquecer este debate con nuestras contribuciones y perspectivas, basándonos en nuestra experiencia y conocimientos acumulados en este ámbito a lo largo del tiempo.
Sociedad Digital hoy: de la tecnoingenuidad a la maduración
La segunda década del siglo XXI, nos sitúa ante una nueva etapa dentro de la transición hacia la Sociedad Digital. Esta fase se distingue por haber superado los primeros momentos de lo que podríamos llamar “tecnoingenuidad”, una creencia no contrastada de que la mera incorporación de innovaciones tecnológicas conlleva automáticamente efectos beneficiosos en diversas dimensiones, como eficiencia económica, aumento del bienestar y aprendizaje profundo. La mirada crítica sobre lo digital en los últimos años ha contribuido a la «maduración de la tecnología en la educación». En esta nueva etapa, se presentan varios aspectos clave:
- El desafío pedagógico se acrecienta: convertir al estudiante en protagonista de su proceso de aprendizaje y reorientar la actuación del docente hacia una didáctica más “activadora” y personalizada, se hace cada vez más acuciante.
- Necesidad de escalar eficientemente. A pesar de que existen soluciones desarrolladas para este desafío pedagógico, con cierto éxito, la crítica actual no se centra tanto en su diseño o implementación, sino en su capacidad para escalar y ser eficientes a nivel global. Es crucial focalizar la atención en esta característica de las soluciones ofrecidas para la transformación educativa, donde la tecnología juega un papel central.
- Necesidad de evidencias de éxito: Se hace imperativo contar con evidencias sólidas de los logros obtenidos. Esto se logra mediante evaluaciones continuas que utilizan rúbricas consensuadas. Estas evaluaciones ayudan a sistematizar y modelizar las prácticas educativas, facilitando la posibilidad de establecer un modelo educativo global centrado en las personas.
En resumen, nos encontramos en una nueva fase de la sociedad digital, cuyo desafío central radica en respaldar con evidencias sólidas las prácticas exitosas tanto en el empoderamiento pedagógico de los docentes y los centros educativos, como en el aumento de la motivación y el compromiso de los alumnos con su propio proceso de aprendizaje. Estas evidencias deben ser capaces de “universalizarse”, y la tecnología desempeña un papel fundamental en este proceso.
¿Necesitan las escuelas descansar de la tecnología?
La primera temática central del debate que nos presenta el Informe GEM plantea una cuestión evidente pero subestimada, posiblemente debido al temor a una reacción negativa hacia la tecnología educativa: la falta de pruebas adecuadas e imparciales sobre el impacto de la tecnología en la educación.
Por un lado, nos señalan que no existen muchas pruebas sólidas sobre el valor añadido de la tecnología digital en la educación, especialmente teniendo en cuenta que la tecnología evoluciona a un ritmo mayor del que es posible evaluar. Así, como señala el informe, los productos de tecnología educativa cambian cada 36 meses y la mayor parte de las pruebas sobre su idoneidad proceden de los países más ricos. Además, muchas de estas pruebas son proporcionadas por aquellos que intentan vender la tecnología, lo que genera un poder mediático e influencia significativa en el mercado educativo.
A este respecto, y desde este Observatorio, consideramos crucial reconocer que la transformación digital solo puede ocurre cuando los agentes educativos están verdaderamente involucrados. Esto implica que las escuelas, los docentes y quienes administran el sistema educativo deben ser digitalmente competentes para que la tecnología aporte un valor real. En este contexto, las estrategias ascendentes (de abajo hacia arriba) son las que realmente funcionan para lograr un valor añadido de la tecnología en la educación. Esto es especialmente relevante en contextos vulnerables, donde las estrategias «descendentes» (de arriba hacia abajo) son menos efectivas debido a la falta de recursos y estructuras por parte de las administraciones públicas.
Las administraciones públicas desempeñan un papel crítico en esta visión de políticas públicas orientadas desde la cima hacia la base. Deben apoyar, estimular y otorgar la suficiente autonomía a los docentes y las instituciones educativas para permitir el proceso de empoderamiento digital. La combinación de estrategias ascendentes y descendentes puede dinamizar los dos factores más relevantes para el éxito educativo: docentes y líderes/dirección, alineados y autónomos. Esta combinación es clave para alcanzar el objetivo final de la transformación educativa en el mundo digital: que los niños y adolescentes adquieran habilidades del siglo XXI y desarrollen una actitud positiva hacia el aprendizaje.
Como consecuencia de lo anterior, es esencial adoptar una mirada crítica hacia las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) después de estos últimos 20 años. Esta mirada debe incluir la comprensión de lo que realmente necesitan los docentes, los alumnos y las instituciones para innovar y mejorar la calidad educativa. La tecnología, incluyendo herramientas y plataformas, junto con los contenidos y la formación, debe integrarse de manera que:
- Aborde las necesidades reales de docentes y centros educativos.
- Esté fundamentada en propuestas didácticas respaldadas por evidencias de éxito.
- Sea adaptable a contextos diversos y se evalúe su impacto real.
Las empresas de tecnología educativa
La segunda temática central del debate se enfoca en los intereses comerciales de las empresas EdTech y plantea la pregunta crucial: ¿Deben las políticas públicas establecer pautas claras en una búsqueda del bien común y el desarrollo social al incorporar a estas empresas en la ecuación de las soluciones a los problemas educativos?
Si es así, el debate debe centrarse en hasta qué punto estas soluciones realmente cumplen con la aspiración última de la transformación digital de sus beneficiarios. Cuestiones como la opción o no por contenidos abiertos, la generación de recursos gratuitos para el usuario, la transparencia y evaluación continua (interna y externa) de las prácticas que se desarrollen o la aplicación real de los aprendizajes incentivados por parte de empresas o instituciones serán la clave para reconocer programas y proyectos que apoyen tal trasformación.
El Informe GEM señala que la tecnología educativa, y las empresas que la representan, ofrecen esperanza para la educación de millones de personas, pero al mismo tiempo excluyen a muchas más. Aunque la tecnología accesible y el diseño universal han brindado nuevas oportunidades a estudiantes con Necesidades Educativas Especiales (NEE) y han reemplazado la educación tradicional en zonas remotas a través de la radio, la televisión y los teléfonos móviles, el derecho a la educación se ha convertido cada vez más en un derecho a la conectividad significativa, lo que resulta en un acceso desigual.
El informe subraya la preocupación sobre cómo la tecnología educativa beneficia principalmente a estudiantes ya privilegiados y profundiza la marginación de aquellos que carecen de los recursos mínimos para acceder a las TIC (brecha digital). Esta disparidad se hizo evidente durante el cierre de las escuelas debido a la pandemia de COVID-19. Las soluciones de «mercado» parecen funcionar solo para aquellos que pueden pagar tecnología integrada en la didáctica, excluyendo así a los demás.
En este contexto, las propuestas para ser verdaderamente exitosas deben demostrar cómo la tecnología digital puede apoyar a las escuelas y docentes que trabajan en condiciones difíciles, de modo que todos se beneficien, independientemente de su origen, identidad o capacidad. Esto debe hacerse con un enfoque en la excelencia y la exigencia, no simplemente proporcionando «asistencia». Dos razones fundamentales respaldan esta necesidad:
El éxito de la integración digital en entornos complejos es garantía de un éxito universalizable
- El verdadero problema educativo, cuantitativo y cualitativo, se halla en estos entornos. La orientación exitosa del mundo EdTech en estos entornos implicaría su universalización como refuerzo a la solución de la brecha educativa para todas y todos.
La educación digital, correctamente entendida, no puede ni debe esperar a que llegue la conectividad universal. Esto implica invertir en propuestas offline que permitan el desarrollo de competencias digitales entre los agentes educativos, incluso donde la conectividad no existe. Esto incluye contar con aplicaciones y funcionalidades principales, recursos e interacciones, formación y acompañamiento, que funcionen tanto en escuelas con como sin conexión a Internet, incluso cuando las soluciones comerciales están orientadas exclusivamente hacia el mundo conectado
Hoy día es posible que profesores y escuelas, sin conexión a Internet, puedan acceder a un universo amplio de recursos educativos y utilizarlos 24 horas, siete días a la semana. Esto es posible gracias a plataformas y recursos preinstalados de tipo Colibri o similares (como el de la Fundación ProFuturo). Además, se pueden recopilar evidencias y realizar seguimientos evaluativos incluso offline, fortaleciendo las actuaciones con análisis de datos significativos. El análisis de datos (data analytics) está cada vez más disponible para mejorar las prácticas educativas en todo el mundo.
Pero para que todo esto se materialice, y sin volver a pecar de tecnoingenuos, es esencial abordar los riesgos y debilidades de estos entornos. La falta de recursos cualificados, tanto materiales como, sobre todo, humanos, junto con estrategias confusas y desenfocadas e inversiones poco o nada eficientes. La tecnología debe ser un facilitador, no un obstáculo que pueda bloquear la actuación del docente en su planificación didáctica o del centro y su incapacidad para entender su para qué.
Empoderar a todos los agentes educativos para desarrollar “soluciones para todos y todas” será fundamental para el prestigio y la efectividad del mundo EdTech.