Medir para transformar: la clave para mejorar la educación en América Latina

La educación, en América Latina, se encuentra en un momento complicado: mientras los sistemas escolares se recuperan del impacto de la pandemia, los desafíos para aprender siguen creciendo. Según un informe reciente del Banco Interamericano de Desarrollo, más de la mitad de los jóvenes de la región carecen de habilidades básicas en lectura y matemáticas, con una brecha aún más alarmante entre los más desfavorecidos. Este mismo informe explora cómo la evaluación de aprendizajes puede guiar políticas más equitativas, mejorar la calidad educativa y ofrecer nuevas oportunidades para los estudiantes más vulnerables. En este artículo resumimos sus conclusiones fundamentales.

Medir para transformar: la clave para mejorar la educación en América Latina

La educación en América Latina y el Caribe atraviesa un momento crítico. Según un informe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la región enfrenta una crisis de aprendizaje sin precedentes: uno de cada dos estudiantes carece de habilidades básicas en lectura y tres de cada cuatro no alcanzan competencias esenciales en matemáticas. Estas cifras, reflejo de un sistema educativo marcado por desigualdades estructurales, exponen no solo las brechas de aprendizaje, sino también la necesidad urgente de políticas que transformen la educación desde su núcleo.

La medición de los aprendizajes es una herramienta clave para abordar esta crisis. Evaluar el rendimiento de los estudiantes permite identificar lagunas en el sistema, diseñar intervenciones más efectivas y orientar los recursos hacia quienes más los necesitan. Sin embargo, esta tarea enfrenta desafíos importantes, como la falta de especialistas en psicometría, infraestructura inadecuada y sistemas de evaluación que aún no logran reflejar las complejidades del aprendizaje en contextos socioeconómicos diversos.

En una región donde la inversión en educación es limitada y el acceso a recursos esenciales, como tecnología digital, sigue siendo desigual, medir los aprendizajes es de vital importancia para mejorar la calidad educativa y para reducir las inequidades que perpetúan la desigualdad social. Este artículo explora los principales hallazgos del informe del BID y profundiza en cómo la medición de los aprendizajes puede convertirse en el pilar de un sistema educativo más justo y efectivo en América Latina y el Caribe.

Barreras de acceso

¿A que nos enfrentamos? ¿Qué desafíos limitan el acceso equitativo a una enseñanza de calidad en América Latina y el Caribe? En este sentido, el informe 2024 del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) revela marcadas desigualdades en la asignación de recursos educativos, tanto financieros como físicos, que impactan directamente en el aprendizaje de los estudiantes, especialmente en comunidades de bajos ingresos.

Las disparidades en la inversión que cada país realiza en educación es uno de los más flagrantes. Así, si acercamos la lupa a los promedios, vemos cómo, a pesar de que la región destina, de media, el 4,2% de su PIB a la educación, cifra cercana al promedio de la OCDE (5%), esta inversión varía considerablemente entre países. Mientras naciones como Bolivia (7,7%) y Costa Rica (6,3%) están cerca o superan los niveles recomendados por UNESCO (entre 4% y 6%), países como Haití (1%) y Trinidad y Tobago (2,9%) están lejos de alcanzar estos estándares. Esta disparidad también se refleja en el gasto por estudiante: mientras en Costa Rica la inversión por alumno de primaria asciende a $4.910 dólares PPA, en Ecuador es apenas $1.213, menos de un tercio del promedio de la OCDE ($6.700 dólares PPA).

El acceso a infraestructura educativa adecuada y tecnología sigue siendo un desafío significativo. Según el informe, 1 de cada 10 estudiantes en América Latina no tiene acceso a una computadora en su institución educativa, y 2 de cada 10 carecen de conexión a internet. Este contraste es aún más marcado si se compara con los países de la OCDE, donde el acceso a estas herramientas es prácticamente universal.

Dentro de la región, las desigualdades son notorias. En países como Paraguay y Guatemala, más de la mitad de los estudiantes carecen de acceso a internet en sus escuelas, mientras que en Uruguay, Chile y Jamaica casi todos los estudiantes disponen de conectividad. Además, esta inequidad tecnológica se profundiza según el nivel socioeconómico: los estudiantes más pobres tienen hasta tres veces menos acceso a computadoras e internet que sus pares más acomodados.

Estas desigualdades en la inversión y en el acceso a recursos físicos y digitales tienen un efecto directo en los resultados educativos. Los estudiantes de contextos socioeconómicos más vulnerables enfrentan mayores dificultades para adquirir competencias básicas, como lo evidencian los resultados de PISA 2022. Si, en general, los resultados de esta prueba subrayan la brecha entre América Latina y los países de la OCDE (el rezago de los estudiantes de la región equivale a cinco años de escolaridad, que aumenta a siete en los casos de Paraguay, República Dominicana y El Salvador), la brecha se magnifica en el caso de los estudiantes vulnerables: los estudiantes del quintil más bajo enfrentan hasta ocho años de diferencia con respecto al promedio de la OCDE. En países como Brasil, Perú y Uruguay, las brechas de aprendizaje entre los estudiantes más ricos y más pobres alcanzan hasta cinco años de escolaridad.

Esta alarmante crisis de aprendizaje plantea una pregunta fundamental: ¿cómo pueden los sistemas educativos abordar las profundas desigualdades y deficiencias de aprendizaje reveladas? La respuesta, según este informe del BID, comienza con la medición. Sin datos precisos y confiables, es imposible diagnosticar el problema con claridad, diseñar soluciones adecuadas y evaluar su impacto a lo largo del tiempo.

Evaluar el rendimiento de los estudiantes permite identificar lagunas en el sistema, diseñar intervenciones más efectivas y orientar los recursos hacia quienes más los necesitan.

Lo que no se mide no se puede mejorar

Este es el punto crítico que conecta el bajo desempeño académico con la necesidad de sistemas de evaluación sólidos. Las pruebas de aprendizaje, como PISA o las evaluaciones nacionales, son herramientas que permiten no solo identificar qué tan grave es la crisis educativa, sino también desglosarla por factores clave como nivel socioeconómico, género o ubicación geográfica. ¿En qué términos? Lo vemos:

  • Identificación de brechas: los datos muestran que los estudiantes más pobres tienen un rezago de hasta ocho años de aprendizaje respecto al promedio de la OCDE. Sin estas cifras, las desigualdades serían invisibles y, por lo tanto, ignoradas en las políticas educativas.
  • Monitoreo del impacto de políticas: las evaluaciones permiten evaluar si las intervenciones (por ejemplo, inversiones en tecnología) están cerrando las brechas o si requieren ajustes.
  • Priorización de recursos: en contextos de recursos limitados, las evaluaciones son esenciales para decidir dónde invertir. Sin datos, es imposible garantizar que los recursos lleguen a las escuelas y a los estudiantes que más lo necesitan.

América Latina ha avanzado en el uso de sistemas de evaluación para monitorear los aprendizajes. Desde la década de los noventa, muchos países han participado en evaluaciones internacionales como PISA y ERCE, además de desarrollar sus propios sistemas nacionales. Estas herramientas han servido para visibilizar los retos educativos y guiar políticas en áreas como currículos escolares y capacitación docente.

Sin embargo, estos avances han sido desiguales, y no todos los países cuentan con sistemas de evaluación robustos. Esto limita la capacidad de la región para tomar decisiones basadas en la evidencia y perpetúa las desigualdades que afectan a los estudiantes más vulnerables.

Los retos de la medición

La medición de aprendizajes en América Latina y el Caribe enfrenta barreras significativas que limitan su alcance y utilidad:

  1. Falta de especialistas en psicometría y medición educativa: uno de los mayores desafíos es la escasez de profesionales capacitados en diseño, implementación y análisis de evaluaciones de aprendizaje. Esto limita la capacidad de los países para desarrollar sistemas de evaluación sólidos y adaptados a sus contextos.
  2. Infraestructura inadecuada: en muchos países, la falta de recursos para implementar evaluaciones digitales o en formatos estandarizados afecta la calidad de las mediciones y su capacidad de capturar datos relevantes en tiempo real.
  3. Impacto de la pandemia: el COVID-19 interrumpió la continuidad de muchas evaluaciones nacionales y regionales. La falta de datos recientes dificulta el monitoreo del progreso educativo y la formulación de estrategias efectivas de recuperación del aprendizaje.
  4. Foco limitado en competencias socioemocionales: aunque las evaluaciones actuales se centran en habilidades como matemáticas y lenguaje, existe una creciente demanda de incluir indicadores sobre habilidades socioemocionales, valores cívicos y competencias tecnológicas. Sin estas dimensiones, las mediciones no reflejan completamente las habilidades que los estudiantes necesitan para prosperar en un mundo cambiante.

La necesidad de sistemas de evaluación sólidos

Un sistema de evaluación educativo sólido debe cumplir tres funciones fundamentales: informar la política educativa, mejorar las prácticas pedagógicas y promover la equidad. Para lograrlo, los países de la región necesitan:

  • Invertir en formación técnica: ampliar la capacitación de especialistas en medición educativa y fortalecer las instituciones encargadas de diseñar y ejecutar evaluaciones.
  • Diversificar los instrumentos de evaluación: incorporar herramientas formativas y diagnósticas que complementen las evaluaciones a gran escala, permitiendo un análisis más completo de las necesidades de los estudiantes.
  • Garantizar la transparencia y el acceso a los datos: asegurar que los resultados de las evaluaciones estén disponibles para todos los actores del sistema educativo, fomentando la rendición de cuentas y la confianza en el proceso.

Un sistema de evaluación educativo sólido debe cumplir tres funciones fundamentales: informar la política educativa, mejorar las prácticas pedagógicas y promover la equidad.

Cómo mejorar la medición de aprendizajes

Por último, el informe destaca una serie de recomendaciones clave enfocadas en el fortalecimiento de unos sistemas de medición capaces de fomentar la equidad, a través del apalancamiento de la tecnología educativa. ¿Cuáles son estas recomendaciones?

  1. Fortalecer los sistemas de evaluación nacionales. Los países deben invertir en el desarrollo de sistemas de evaluación que sean confiables, sostenibles y adaptados a los contextos locales. Esto implica capacitar especialistas en medición educativa y asegurar que las evaluaciones son regulares y estandarizadas, incluso en contextos adversos como crisis sanitarias o económicas, para garantizar un monitoreo constante del progreso educativo.
  2. Priorizar la equidad en las políticas educativas. La medición debe enfocarse en identificar y reducir las desigualdades educativas. Para lograrlo, el informe recomienda segmentar los resultados, desglosando los datos para comprender mejor las brechas y poder abordarlas, e invertir en comunidades desfavorecidas, utilizando los datos para priorizar la asignación de recursos a escuelas y estudiantes con mayores carencias.
  3. Incorporar tecnología educativa. La tecnología tiene el potencial de transformar la medición de aprendizajes y ampliar su alcance. Por eso, el informe propone desarrollar evaluaciones digitales que faciliten la implementación de pruebas a gran escala, y expandir el acceso a recursos tecnológicos, garantizando que todas las escuelas, especialmente aquellas en zonas rurales o marginadas, cuenten con acceso a computadoras e internet para implementar y beneficiarse de las evaluaciones digitales.
  4. Ampliar el enfoque de las evaluaciones. Las evaluaciones deben medir también competencias socioemocionales y habilidades para la vida, habilidades tecnológicas y digitales y valores cívicos.
  5. Promover la transparencia y el uso de los datos. El informe también destaca la importancia de hacer que los resultados de las evaluaciones estén disponibles para todos los actores del sistema educativo, incluyendo docentes, padres y comunidades.

Evaluaciones de aprendizaje: un motor para el cambio

Las evaluaciones de aprendizaje son más que una herramienta técnica: son un motor para el cambio. Informan sobre las áreas donde el sistema educativo debe mejorar, como la capacitación docente, la equidad en el acceso a recursos y la pertinencia de los currículos escolares. Sin sistemas de evaluación sólidos, los gobiernos carecen de la información necesaria para diseñar políticas efectivas que cierren las brechas de aprendizaje.

La región enfrenta el reto de transformar las evaluaciones de aprendizaje en un eje central de sus estrategias educativas. Este esfuerzo no solo requiere recursos, sino también un cambio cultural que valore la medición como una herramienta para mejorar y no solo para calificar. La construcción de sistemas de evaluación sólidos es, por tanto, una inversión indispensable para garantizar un futuro educativo más equitativo y efectivo en América Latina y el Caribe.

Si quieres ampliar los datos de esta panorámica, puedes leer el informe completo aquí.

Referencias

Arias Ortiz, E.; Dueñas, X.; Giambruno, C. y López, A. 2024. El estado de la educación en América Latina y el Caribe 2024: la medición de los aprendizajes. Banco Interamericano de Desarrollo. http://dx.doi.org/10.18235/0013171

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