Soplan vientos de cambio para todos y las organizaciones del sector social no iban a ser una excepción. Mientras su razón de ser y las causas por las que luchan se hacen cada vez más importantes, sus modelos de funcionamiento y de financiación se han quedado obsoletos.
Las vías tradicionales de financiación, que dependen en gran medida de donantes públicos y privados, se han mostrado insuficientes y, muchas veces, inestables. En España, por ejemplo, entre el 80% y el 95% de la financiación de las ONG provenía de subvenciones públicas. Este modelo, aunque permitió el desarrollo de numerosos proyectos, también creó una dependencia que limitaba la autonomía de las organizaciones y, además, dejaba poco espacio para la ejecución efectiva de los proyectos (muchos directores de proyectos dedican la mitad de su tiempo a buscar fondos y un 30% a justificar los gastos).
En esta situación, llegó la crisis financiera global de 2008 que marcó un punto de inflexión en el modelo de financiación del tercer sector. La drástica reducción de los fondos públicos y privados forzó a las ONG a buscar nuevas formas de financiamiento. En ese periodo, se estaba trabajando en los Objetivos de Desarrollo del Milenio, que aunque lograron ciertos avances, no se cumplieron completamente. Este fracaso parcial reveló una brecha significativa en la financiación necesaria para alcanzar estos objetivos. La UNCTAD estimó una brecha anual de 2.5 trillones de dólares entre los fondos disponibles y los necesarios para cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
La solución a esta brecha de financiación implicó un cambio de paradigma: atraer capital privado tradicional y buscar formas de financiación más flexibles y sostenibles. Este nuevo enfoque busca combinar inversión y filantropía, bajo el concepto de inversión de impacto, que pretende hacer dinero y bien social a la vez.
La inversión de impacto implica usar modelos de negocio del sector privado para solucionar problemas sociales, atrayendo así el capital necesario para cumplir con los ODS. Este enfoque requiere de una mentalidad creativa e innovadora, y sobre todo, una colaboración estrecha entre diversos actores.
¿De qué hablamos cuando hablamos de financiación alternativa?
El espectro de la financiación abarca una amplia gama de enfoques, que van desde aquellos que buscan exclusivamente un retorno financiero hasta los que priorizan únicamente el impacto social o medioambiental. Entre estas dos opciones, disponemos de un amplio rango que explicaremos a continuación.
Como hemos dicho, en un extremo del espectro se encuentra la filantropía tradicional. Este tipo de financiación se centra exclusivamente en hacer el bien. Los donantes proporcionan fondos sin esperar un retorno financiero, enfocándose únicamente en generar un impacto positivo en la sociedad o el medio ambiente. Las donaciones son el ejemplo más claro de filantropía tradicional.
En el otro extremo, tenemos la inversión tradicional, donde el objetivo principal es obtener un retorno financiero. En este caso, los inversores buscan maximizar sus beneficios financieros sin considerar el impacto social o medioambiental de sus inversiones. Un ejemplo típico de inversión tradicional es la inversión en el mercado de valores.
Entre estos dos extremos, existen varias formas de financiación que combinan diferentes grados de impacto social y retorno financiero. La inversión responsable es una de ellas. Aquí, los inversores buscan un retorno financiero, pero evitan causar daño al excluir industrias consideradas nocivas, como el petróleo o las armas. Aunque no tienen un objetivo específico de impacto social, filtran y excluyen aquellas inversiones que consideran perjudiciales.
Un paso más allá se encuentra la inversión sostenible. En este caso, los inversores buscan tanto un retorno financiero como el cumplimiento de criterios ambientales, sociales y de gobernanza (ESG). Se invierte en compañías que cumplen con altos estándares de responsabilidad social corporativa y sostenibilidad medioambiental.
La filantropía de riesgo, también conocida como venture philanthropy, es otro enfoque dentro del espectro de la financiación. Este tipo de filantropía se caracteriza por la asunción de un alto riesgo para lograr un alto impacto social. Los inversores están dispuestos a asumir riesgos significativos para financiar ideas innovadoras que tienen el potencial de generar un gran impacto social. Suelen invertir en proyectos sociales que están en fases iniciales o pilotos.
Finalmente, la inversión de impacto combina la búsqueda de retorno financiero con la generación de un impacto social o medioambiental positivo. Los inversores de impacto buscan intencionadamente un retorno positivo tanto social como medioambiental, además de un retorno financiero, que puede estar en línea con el mercado o incluso por debajo de él. Esta forma de inversión representa un cambio de paradigma, ya que intenta juntar los mundos de la inversión financiera y la filantropía para encontrar puntos en común y colaborar en proyectos que beneficien tanto a la sociedad como a los inversores.
Es en estos dos últimos tipos de inversión donde vamos a encontrar el grueso de lo que llamamos financiación alternativa. A continuación, veremos cómo se concreta este tipo de financiación tanto desde la parte púbica como de la privada.
Financiación alternativa de origen privado
Crowdfunding: la fuerza de muchos
El crowdfunding es una de las formas más populares y accesibles de financiación alternativa. Este modelo permite a las organizaciones recaudar pequeñas cantidades de dinero de un gran número de personas a través de internet. Al donar, los participantes a menudo reciben recompensas o incentivos, como productos exclusivos, menciones especiales, participaciones en la empresa o el retorno de la inversión. Plataformas como Kickstarter y GoFundMe son ejemplos prominentes de cómo se puede implementar el crowdfunding.
El crowdfunding no solo proporciona fondos para los proyectos, sino que también crea una comunidad de seguidores y potenciales defensores de la causa. Esta comunidad puede ser crucial para el éxito a largo plazo del proyecto, proporcionando apoyo continuo y aumentando la visibilidad del proyecto.
Algunas iniciativas educativas han utilizado exitosamente el crowdfunding para financiar sus proyectos y expandir su impacto han sido Bridge International Academies, un modelo de negocio que crea redes de escuelas de bajo costo en África, o Laboratoria, una empresa social que capacita a mujeres jóvenes en habilidades de programación y desarrollo web en Latinoamérica.
Fondos de impacto social: invertir para el bien
Otra vía prometedora de financiación alternativa son los fondos de impacto social. Son fondos de inversión que invierten en proyectos que buscan un impacto social y ambiental positivo, además de un retorno financiero. Las claves para acceder a estos fondos es tener proyectos con potencial de escalabilidad y sostenibilidad a largo plazo, capacidad para generar un retorno financiero además de un impacto social y un plan claro de salida para los inversores. Es una forma de atraer capital de inversores que desean ver resultados tangibles y beneficios económicos.
Organizaciones como el Fondo Rise, creado por Bono de U2, Acumen y el fondo Calvert han apoyado proyectos educativos innovadores en América Latina y África, como Bridge International Academies o Dreambox Learning.
Remesas de migrantes: capitalizando el dinero del exterior
Las remesas de migrantes representan una fuente significativa de ingresos para muchos países en desarrollo. Algunos gobiernos han comenzado a canalizar estas remesas hacia proyectos sociales. Por ejemplo, en México, el programa «3 x 1 para Migrantes» multiplica por tres cada peso enviado por los migrantes para financiar proyectos educativos y de infraestructura comunitaria. En El Salvador se utilizan las remesas para financiar becas educativas para personas de bajos recursos. Este enfoque no solo aprovecha los recursos existentes, sino que también fomenta un sentido de responsabilidad y participación entre las comunidades migrantes.
Alianzas estratégicas: colaborar para innovar
Las alianzas estratégicas con empresas privadas son otra fuente vital de financiación. Muchas compañías tienen programas de responsabilidad social corporativa que pueden alinearse con los objetivos de las ONG. En el ámbito de la educación digital, empresas como Microsoft, Intel e IBM han apoyado proyectos que buscan cerrar la brecha digital en comunidades desfavorecidas. Estas alianzas no solo proporcionan fondos, sino también conocimientos y recursos tecnológicos que pueden amplificar el impacto de los proyectos.
Financiación alternativa de origen público
Bonos de impacto social: pagar por el éxito
Los bonos de impacto social (SIB, por sus siglas en inglés) representan una innovación significativa en la financiación de proyectos sociales al combinar el financiamiento privado con objetivos públicos. En este modelo, los inversores privados adelantan el dinero para proyectos que abordan problemas sociales específicos. Si el proyecto alcanza los objetivos predeterminados, un pagador (generalmente el gobierno o una fundación) devuelve el dinero a los inversores.
En este modelo suelen intervenir tres actores: una administración pública que tienen un problema social, una ONG o fundación que sabe cómo solucionarlo y un inversor que adelanta el dinero. También se necesita un evaluador externo, que medirá si se han alcanzado esos objetivos que se definieron al principio, y un acuerdo claro sobre los resultados a alcanzar y los mecanismos de pago.
Un ejemplo destacado es el bono de impacto social de Educate Girls en India, el primer bono de impacto social del mundo en educación, que mejoró significativamente el acceso y el rendimiento escolar de niñas en Rajastán.
Bonos de desarrollo social: intervención en contextos de emergencia
Los bonos de desarrollo social (BDS) funcionan de una forma muy similar a los bonos de impacto social, pero funcionan específicamente para necesidades urgentes en contextos de emergencia, y en este caso, el pagador, en lugar de un gobierno, es una fundación o una institución financiera de desarrollo, como por ejemplo el BID o la CAF en América Latina, o el AfDB en África.
Alianzas público-privadas: sinergias financieras
En este tipo de alianzas se combina el dinero público con el privado para atraer y capitalizar inversiones. Este enfoque se basa en la premisa de que, aunque el capital privado busca rentabilidad y generalmente evita el riesgo, es posible gestionar este riesgo utilizando fondos públicos.
Para lograr esto, se emplean diferentes mecanismos financieros. Las donaciones, garantías, coberturas de primeras pérdidas y la asistencia técnica son algunas de las herramientas utilizadas para asumir los riesgos que el inversor privado no está dispuesto a aceptar. Esto hace que la inversión sea más atractiva para el sector privado, incentivando su participación en proyectos de alto impacto social.
Un ejemplo concreto de este tipo de alianza se ha implementado en España con la gestora GAWA para el Fondo Huruma, enfocada en el sector agrícola en África. En este caso, GAWA capta fondos de inversores privados y los canaliza hacia instituciones microfinancieras, empresas sociales y otras organizaciones que implementan los proyectos.
Este modelo ha reunido casi 120 millones de dólares para inversiones agrícolas en África. De este total, 80 millones provienen de inversores privados, incentivados a participar porque la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) aporta 20 millones para cubrir posibles pérdidas, y la Unión Europea añade 10 millones más para cubrir pérdidas adicionales y proporcionar asistencia técnica. Esta estructura asegura que los proyectos funcionen correctamente y reduce el riesgo para los inversores privados.
El concepto puede aplicarse a menor escala. La idea principal es utilizar fondos públicos para mitigar el riesgo, de modo que se pueda atraer capital privado, logrando así una financiación más efectiva y sostenible para proyectos que de otro modo no recibirían inversiones significativas.
Claves para acceder a la financiación alternativa
¿Cuáles son los criterios que hay que cumplir para acceder a estas nuevas formas de financiación? Enumeramos los más importantes.
- Tener un claro impacto social y medioambiental.
- Presentar un modelo financieramente viable y escalable.
- Demostrar la sostenibilidad del proyecto más allá de la financiación inicial.
- Incorporar innovación en el diseño y ejecución del proyecto.
- Medir y evaluar el impacto social de manera rigurosa.
Un cambio de mentalidad necesario
Explorar estas vías alternativas de financiación requiere un cambio de mentalidad. Las organizaciones deben ser creativas, innovadoras y pacientes. La transición hacia estos nuevos modelos de financiación no es sencilla, pero es necesaria para asegurar la sostenibilidad y la independencia de las organizaciones sociales. Es crucial que las ONG desarrollen proyectos escalables, sostenibles e innovadores, con un claro impacto social y medioambiental, para atraer a los nuevos tipos de inversores.
El dinero está ahí fuera, esperando ser canalizado hacia las causas que más lo necesitan. Con la estrategia adecuada, las organizaciones sociales pueden abrir nuevas vías de financiación que no solo asegurarán su supervivencia, sino que también potenciarán su capacidad de transformar el mundo.