Durante la pasada Cumbre sobre la Transformación de la Educación, promovida por la ONU, la comunidad internacional renovó su compromiso con el ODS 4 (garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos). Con este espíritu, y como ya explicamos en este otro post, se lanzaron siete nuevas iniciativas mundiales que pretenden captar el espíritu de transformación que hay que inyectar en los sistemas educativos. Entre estas iniciativas, se encontraba la de garantizar un aprendizaje digital público y de calidad para todas las niñas y niños del planeta.
La inclusión de la educación digital entre los nuevos compromisos de los países hacia la consecución de una educación inclusiva, equitativa y de calidad, supone un paso muy importante en el reconocimiento del poder transformador de la educación digital y un espaldarazo al trabajo que organizaciones como la Fundación ProFuturo llevan realizando desde hace años.
El poder transformador de la educación digital
En su llamada a la acción, la Cumbre sobre la Transformación de la Educación reconoce que “para garantizar que se ofrezca una educación de calidad como un bien público y un derecho humano, con especial atención en los más marginados, debemos aprovechar el poder de la revolución digital”. Pero, ¿cuál es ese poder? ¿Cómo puede la tecnología ayudar a la educación?
Problemas relacionados con el acceso, la equidad y la inclusión. Pues, por ejemplo, la tecnología es una poderosa herramienta para superar las desigualdades relacionadas con dos dimensiones: atender a poblaciones desfavorecidas y garantizar que los contenidos lleguen a todo el mundo en formatos más atractivos y baratos.
Problemas relacionados con la calidad. Los sistemas educativos pueden utilizar la tecnología para mejorar la adquisición de competencias. La tecnología puede ayudar al personal docente a ofrecer más oportunidades para centrarse en los alumnos desfavorecidos que parten en situación de desventaja por diversos motivos (no reciben suficientes estímulos en casa, no han asistido a preescolar, tienen dificultades para hacer sus deberes…).
Problemas relacionados con la gestión. La tecnología puede mejorar la recopilación y el análisis de datos para ayudar a los sistemas educativos a tomar mejores decisiones.
Tres factores para liberar el poder de la educación digital
Para liberar el poder de la enseñanza y el aprendizaje digital y hacerlo más accesible, la Cumbre sobre la Transformación de la Educación considera que debemos actuar en tres factores:
Contenido: Plataformas digitales de aprendizaje, aún escasas
Estudiantes, profesores y cuidadores deben tener a su disposición contenidos digitales para la enseñanza y el aprendizaje. Estos contenidos deben ser de alta calidad, relevantes para los planes de estudio y estar localizados en plataformas digitales de aprendizaje.
Sin embargo, la experiencia de la interrupción educativa debido a la COVID-19 mostró que un gran número de estudiantes no sabe dónde ir o no tiene dónde ir para acceder a los recursos educativos digitales que les permitan continuar sus estudios y satisfacer sus necesidades e intereses. Además, en muchos casos, los contenidos existentes no ofrecen la calidad necesaria, no son accesibles con un teléfono móvil están mal organizados o alojados en sitios web de pago o en espacios virtuales que recaban y venden indebidamente los datos de los estudiantes, a la vez que los exponen a la publicidad.
Las plataformas digitales de aprendizaje con contenidos de alta calidad, como la de ProFuturo, pueden transformar el aprendizaje de niños, jóvenes y adultos, pero aún son escasas y la mayoría de los países (especialmente los más vulnerables) no disponen aún de plataformas y contenidos públicos aprobados para el aprendizaje digital.
Por ello, los países se comprometen a establecer y mejorar las plataformas digitales públicas de aprendizaje con recursos educativos de alta calidad y alineados con el plan de estudios, garantizando que sean gratuitos, abiertos y accesibles para todos y protegiendo a los usuarios y su privacidad.
Capacidad: faltan competencias digitales
En todo el mundo, la falta de competencias digitales, tanto de docentes como de estudiantes, es uno de los obstáculos más citados para el uso de internet con fines educativos. En este Observatorio, lo hemos dicho muchas veces: para aprovechar todo el potencial que la tecnología puede brindar a la educación, los docentes deben aprender a manejarla y a integrarla en su práctica pedagógica diaria.
Sin embargo, una de cada tres personas carece incluso de las competencias digitales más básicas, con brechas de género que siguen siendo inaceptablemente altas (las mujeres y las niñas tienen un 25% menos de probabilidades que los hombres de saber cómo aprovechar la tecnología digital para fones básicos).
También hay muy poca formación disponible para que los profesores y el personal educativo mejoren sus prácticas pedagógicas para utilizar la tecnología de forma eficaz.
Para avanzar en capacidades digitales, los países se comprometen a lograr la alfabetización digital universal para la educación y otros fines de empoderamiento, poniendo especial atención en las mujeres y las niñas, con el fin de cerrar las antiguas brechas de género en materia de competencias digitales.
Igualmente, se comprometen a desarrollar las capacidades de todos los profesores y el personal educativo pertinente para que puedan aprovechar el poder de los recursos digitales para ayudar a sus alumnos a aprender, utilizando las herramientas existentes (como el Marco de competencias de los docentes en materia de TIC de la UNESCO y la Coalición Mundial para la Educación).
Conectividad: desigualdad de acceso
La conectividad representa una vía vital para el aprendizaje digital. La conectividad digital contribuye a garantizar que todas las escuelas y personas puedan beneficiarse de las ventajas educativas que conllevan las conexiones a internet de buena calidad.
Sin embargo, a nivel mundial, 2.900 millones de personas no tienen conexión, el 90 % de las cuales viven en países en desarrollo. También existen importantes disparidades en relación con la asequibilidad de internet en todo el mundo, de modo que los más pobres suelen pagar las tarifas de datos móviles más altas. Debido en gran medida a las diferencias de acceso y coste, los habitantes de los países ricos utilizan, por término medio, 35 veces más datos digitales que los de los países más pobres. Esta desigualdad de acceso a la conectividad reduce las oportunidades de demasiados jóvenes y adultos de aprender y desarrollar su potencial.
En este sentido, los países se comprometen a conectar todas las escuelas a internet y a facilitar la ampliación de los servicios de internet a los hogares y las personas para ofrecer más vías de educación y aprendizaje durante toda la vida. También se comprometen a implementar las políticas, normativas, tecnologías y financiación necesarias para garantizar que la conectividad escolar sea segura, sostenible y equitativa.
A ocho años de alcanzar el año 2030, aún nos queda mucho camino por recorrer. La educación digital puede ayudarnos a acelerar y recuperar el tiempo perdido. Y, sobre todo, puede hacerlo poniendo el acento en los más vulnerables y desfavorecidos. Pero liberar el potencial de la educación digital implica estrategia, compromiso y acciones en todos los niveles de la sociedad. Este nuevo compromiso de la comunidad internacional podría ser la primera piedra del camino.