El Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) número 4 es uno de los 17 objetivos que conforman la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, establecida por Naciones Unidas en 2015, y se centra en garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad para todas las personas. Su consecución resulta fundamental para el desarrollo sostenible en su conjunto, ya que la educación de calidad es un factor clave para reducir la pobreza, promover la igualdad de género, mejorar la salud, fomentar la paz y la justicia e impulsar el crecimiento económico inclusivo.
Pasado el ecuador del periodo que se fijó la ONU para el cumplimiento de los objetivos de la agenda, ¿cómo lo llevamos? ¿Estamos más cerca ahora que en 2015 de alcanzar una educación de calidad para todas y todos? La UNESCO nos lo cuenta en su Informe de Seguimiento de la Educación Global de 2023, cuyas principales observaciones resumimos aquí.
Spoiler Alert: no vamos bien. Aunque se ha logrado algún progreso, el ritmo de cambio es lento y desigual, con disparidades significativas en cuanto a geografías, género y edad. Las mujeres adultas, por ejemplo, todavía representan casi dos tercios de todos los adultos que no pueden leer, y 250 millones de niños siguen fuera de la escuela. Además, la pandemia de COVID-19 ha causado una crisis global en el aprendizaje: la interrupción y el cierre de escuelas han provocado pérdidas de aprendizaje en cuatro de cada cinco países, con 147 millones de niños que han perdido más de la mitad de la instrucción en persona en 2020-2021.
Comencemos por el camino que ya hemos recorrido. ¿Qué ha sucedido entre 2015 y 2021?
- Estabilidad en educación infantil: El porcentaje de niños con un año menos que la edad oficial de ingreso a la escuela primaria que están en programas de aprendizaje organizados ha permanecido constante en un 75%.
- 250 millones fuera de la escuela: La población fuera de la escuela disminuyó solo en 9 millones, mientras que aumentó en África subsahariana en 12 millones. Y nuevos datos del Instituto de Estadística de la Unesco (UIS) y el Informe GEM para 2022 muestran que la población fuera de la escuela aumentó en 2022 a 250 millones, en gran medida debido a la exclusión de las niñas y la crisis educativa resultante en Afganistán.
- Avances muy graduales en las tasas de finalización: La tasa de finalización aumentó del 85% al 87% en la educación primaria (2,1 puntos porcentuales), del 74% al 77% en la educación secundaria inferior (2,8 puntos porcentuales) y del 54% al 59% en la educación secundaria superior (4,9 puntos porcentuales).
- Estancamiento en los aprendizajes: El progreso promedio observado en lectura al final de la educación primaria fue de apenas 0,4 puntos porcentuales por año, aunque el 52% de los niños viven en países donde no hay suficientes datos para estimar las tendencias de aprendizaje.
- Las chicas se matriculan más que los chicos en educación superior: La tasa de matrícula en educación terciaria aumentó del 37% al 41%, con las chicas superando a los chicos en seis puntos porcentuales (44% frente a 38%).
- Disminución en educación para adultos por la pandemia: Entre 57 países principalmente de ingresos altos, la tasa de participación de los adultos en educación formal o no formal y formación disminuyó en un 10%, principalmente como resultado de la COVID-19.
- Mejoran las habilidades digitales en países ricos: Entre 32 países principalmente de ingresos altos, 24 mostraron una mejora de al menos cinco puntos porcentuales en el porcentaje de adultos que pueden instalar software.
- Avances modestos en paridad de género: El número de mujeres jóvenes que completan la escuela secundaria por cada 100 hombres jóvenes aumentó de 102 a 105 a nivel mundial, y de 84 a 88 en África subsahariana, que sigue siendo la región donde las mujeres jóvenes enfrentan la mayor desventaja.
- Desafíos persistentes en alfabetización en África Subsahariana: La tasa de alfabetización de adultos aumentó en 1 punto porcentual a nivel mundial (87%), pero en 4 puntos porcentuales en Asia Central y Meridional (73%) y en África subsahariana (64%); aún en África subsahariana, el número de adultos analfabetos aumentó en 9 millones.
- Más electricidad en las escuelas: La proporción de escuelas con electricidad aumentó del 66% al 76% en educación primaria y del 88% al 90% en educación secundaria superior.
- Estancamiento en la formación docente: El porcentaje de docentes capacitados en educación primaria ha permanecido casi estancado en un 86%. En África subsahariana, el porcentaje de docentes de preescolar capacitados aumentó del 53% al 60%.
- La ayuda a la educación en su punto más bajo desde 2015: El gasto público en educación ha permanecido constante en alrededor del 4,2% del PIB, pero la proporción de países de ingresos bajos o en alto riesgo de sufrir una crisis de deuda aumentó del 27% al 58%. La ayuda a la educación aumentó de $13.700 millones a $17.800 millones pero disminuyó un 7% de 2020 a 2021, mientras que la proporción de ayuda asignada a la educación en los presupuestos de ayuda alcanzó su punto más bajo desde 2015, con solo un 9,8% dedicado al sector en 2021.
Si fuéramos bien, según cálculos de UNESCO, habría seis millones más de niños en educación infantil y 58 millones más en la escuela primaria y secundaria; además, se habría capacitado a 1,7 millones más de docentes en educación primaria.
Las hipótesis que esta misma organización baraja sobre las acciones que deberíamos emprender para llegar a buen puerto, dicen mucho de lo que nos queda por recorrer: por ejemplo, un nuevo niño debería ser inscrito en la escuela cada dos segundos y el progreso anual en las tasas de finalización de la educación primaria debería casi triplicarse.
Pongamos ahora la lupa en los promedios porque el ritmo del cambio presenta disparidades significativas en cuanto a geografías, género y edad.
Educación primaria y secundaria: progresos en la inscripción y retención
Entre 2015 y 2021, se observó un aumento en las tasas de finalización en todos los niveles educativos (primaria, secundaria inferior y secundaria superior), lo que indica un progreso en la inscripción y retención de estudiantes en cada etapa del ciclo educativo. Sin embargo, persisten brechas significativas entre regiones, con África subsahariana rezagada en comparación con el promedio global.
El progreso en los resultados del aprendizaje, particularmente en lectura y matemáticas, es lento y desigual. La mayoría de los países, especialmente los de bajos y medianos ingresos, aún no han alcanzado la competencia mínima universal en estas áreas.
Educación infantil: África los mayores aumentos y los mayores desafíos
El porcentaje de niños que tienen un año menos que la edad oficial de ingreso a la escuela primaria y participan en programas de aprendizaje organizados, se ha mantenido estable en alrededor del 75% entre 2015 y 2020. Los mayores aumentos, de aproximadamente cuatro puntos porcentuales cada uno, han tenido lugar en África subsahariana y en el norte de África y Asia occidental, las dos regiones con los valores de referencia más bajos. En África subsahariana, la tasa de participación anual promedio en 2020–25 debe crecer cuatro veces más rápido, de 0,7 a 2,8 puntos porcentuales por año, si los países de la región pretenden alcanzar sus objetivos nacionales para 2025, o incluso más rápido si se descubre que la COVID-19 ha tenido un impacto a largo plazo.
Equidad de género: Asia central y meridional la región más desigual
Este análisis abarca varios aspectos educativos, como la finalización y el aprendizaje, en diferentes niveles de educación y para diversas características individuales. Las combinaciones potenciales son tan numerosas que es muy difícil hablar de una sola tendencia. El progreso hacia la paridad de género en la finalización de la educación secundaria superior es una de las tendencias más interesantes de seguir, dada la variedad de contextos en todo el mundo, y también es el indicador de referencia ODS 4 sobre equidad. A nivel mundial, la paridad de género se logró en 2010, pero para 2017 hubo una disparidad inversa, con 95 hombres jóvenes completando la educación secundaria superior por cada 100 mujeres jóvenes.
Solo hay dos regiones ODS donde todavía hay disparidad en detrimento de las mujeres jóvenes, pero sus trayectorias han sido muy diferentes. En Asia Central y Meridional, por cada 100 hombres jóvenes que completaron la educación secundaria superior había 68 mujeres jóvenes en 2000, pero 94 en 2020. África subsahariana partió de una posición menos desigual (75 mujeres jóvenes completando por cada 100 hombres jóvenes en 2000), pero progresó a la mitad de la velocidad (88 mujeres jóvenes por cada 100 hombres jóvenes en 2020). En el lado positivo, la tasa de progreso fue el doble de rápida en 2008–20 que en 2000–08.
Aprobado en desarrollo sostenible y ciudadanía global
El indicador global 4.7.1 monitorea el grado en que la educación para la ciudadanía global y la educación para el desarrollo sostenible se integran en las políticas nacionales de educación, los planes de estudio, la formación docente y la evaluación estudiantil.
Los cuatro componentes del indicador se puntúan en una escala del 0 al 1, en función de si se han integrado o no ocho temas principales: diversidad cultural y tolerancia, igualdad de género, derechos humanos, paz y no violencia, cambio climático, sostenibilidad ambiental, supervivencia y bienestar humano, y producción y consumo sostenibles.
Según la última consulta, que abarca el período 2017-20 y cuyos resultados se publicaron en 2021, casi todos los gobiernos informantes afirman que sus sistemas educativos cubren la mayoría de los temas de manera sustancial. Para cada uno de los cuatro componentes, la mayoría de los países obtuvieron una puntuación por encima de 0,8, lo que significa que al menos seis de los ocho temas están integrados en sus planes de estudio, políticas, formación docente y evaluación. Casi ningún país obtuvo una puntuación por debajo de 0,5, es decir, informaron que solo una minoría de los temas estaban integrados.
Más electricidad y materiales adaptados
El indicador global 4.a.1 mide la proporción de escuelas con acceso a siete dimensiones diferentes de infraestructura y recursos: electricidad, internet, computadoras, agua potable, instalaciones para lavarse las manos, baños separados por género e infraestructura y materiales adaptados para estudiantes con discapacidades.
La mayoría de estos aspectos han permanecido estables o han mejorado lentamente entre 2015 y 2020. Sin embargo, hay algunas excepciones. La proporción de escuelas con infraestructura y materiales adaptados para estudiantes con discapacidades aumentó en todos los niveles de educación, y de manera más significativa en la educación secundaria superior, pasando del 46% en 2015 al 56% en 2020. La electricidad también ha aumentado, pasando del 66% al 76% en educación primaria y del 77% al 86% en educación secundaria inferior.
Formación docente desigual y limitada
El progreso en el aumento de la proporción de docentes con las calificaciones mínimas requeridas, o más específicamente, que han recibido al menos la capacitación pedagógica mínima organizada durante su formación universitaria y mientras ejercían, ha sido desigual y limitado en todas las regiones y niveles educativos. Una vez más, los mayores aumentos desde 2015 se han producido en África subsahariana, aunque la región aún está rezagada detrás de todas las demás en todos los niveles educativos. En el nivel preescolar, que tenía el punto de partida más bajo, la proporción aumentó del 53% en 2015 al 60% en 2020. En la educación secundaria superior, la proporción aumentó del 59% al 65%.
La lenta implementación del ODS4 acarrea no pocas consecuencias importantes para nuestro futuro: además de perpetuar la pobreza y la desigualdad, la falta de acceso a una educación adecuada limita las oportunidades de empleo, agrava las disparidades de género y aumenta la vulnerabilidad frente a crisis y desastres. Esta situación no solo dificulta el progreso hacia la consecución de otros objetivos de desarrollo sostenible, sino que también amenaza el bienestar humano, el crecimiento económico y la sostenibilidad global. Por eso, los estados deben actuar. Se lo debemos a nuestros niños y niñas.