Hace años, muchos temieron que los libros desdibujaran la sabiduría que los maestros impartían de manera oral. Después, con la aparición de la pizarra y la tiza, más de uno consideró que la pedagogía se volvería distante, tan mecanizada como la caligrafía repetitiva de los alumnos. Sin embargo, por paradójico que suene, la historia ha demostrado una y otra vez que la impronta del buen docente persiste y se fortalece, incluso cuando surgen herramientas que parecen sustituir sus tareas.
La historia se repite hoy con la inteligencia artificial. Diversos estudios han planteado que la IA no aspira a barrer con la figura del maestro, sino a engrandecer aquellos rasgos humanos que el paso del tiempo ha situado en el centro de la práctica docente: la empatía, la capacidad de juicio, la atención cercana y la búsqueda constante de sentido.
En este post examinaremos las sinergias potenciales entre docentes e inteligencia artificial e imaginaremos la posibilidad de un “docente aumentado”: una figura que se apoya en la IA para agilizar procesos y centrarse en los aspectos que, por su propia esencia, solo pueden pertenecer al campo de lo humano.
El “docente aumentado”
La introducción de la tecnología en las aulas ha causado siempre cierto temor en entre los docentes: desde los libros y los lápices hasta las plataformas virtuales, las “nuevas tecnologías” han hecho que los agoreros vaticinen la supuesta obsolescencia del maestro.
Estos miedos, como todos, tienen su origen en el desconocimiento: en este caso se basan en la dificultad para concebir la forma en que la innovación tecnológica se integra en las relaciones humanas. Sin embargo, estos miedos siempre han resultado infundados y esta vez sucederá lo mismo porque, como señala Neil Selwyn en su libro ¿Deberían los robots sustituir al profesorado?, cada gran revolución tecnológica ha conducido a una renovación del oficio: desde la aparición de la imprenta hasta la era digital, el papel del formador ha demostrado que es capaz de transfigurarse sin desvanecerse.
El llamado “docente aumentado” hace referencia a la idea de un profesional que se sirve de la inteligencia artificial para magnificar las virtudes pedagógicas que, desde la Antigüedad, han definido la enseñanza. Veamos cuáles son las características de esta nueva tipología de docente.
Apertura crítica y mirada reflexiva
Quien adopta este rol entiende que la tecnología no es el fin, sino un acompañante. La curiosidad por las novedades se combina con el examen meticuloso de sus posibilidades y limitaciones. El maestro investiga cómo las plataformas de IA recogen la información y valora si sus algoritmos presentan sesgos que podrían perjudicar a ciertos estudiantes. Además, se mantiene alerta para evitar caer en la tentación de dejar todos los procesos al juicio de la máquina, pues el conocimiento pedagógico y la experiencia siguen siendo las claves de cualquier decisión.
Enfoque personalizado
Distintos sistemas de IA diseñan actividades a la medida de cada alumno, ajustando el ritmo y la complejidad de los ejercicios a su avance. El docente, al disponer de datos inmediatos sobre el progreso del grupo, identifica con mayor rapidez quién necesita un refuerzo individual y quién está listo para retos más amplios. De este modo, el viejo sueño de la educación personalizada encuentra un aliado en los algoritmos, pero deja al profesor la decisión de cómo y cuándo intervenir.
Tareas mecánicas aligeradas
La corrección de exámenes de opción múltiple, la elaboración de rúbricas y otras labores repetitivas se vuelven más rápidas con herramientas que lo gestionan de manera automática. Así, el docente puede dedicar su tiempo a la observación de la clase, el diseño de nuevas actividades y la interacción con cada estudiante. Este desplazamiento de lo burocrático a lo automatizado libera la capacidad de pensar, soñar y acompañar.
Un lazo más humano
La paradoja es que, cuanto más se adentra la IA en el aula, mayor relevancia cobra la cercanía personal. El docente, al verse menos agobiado por deberes mecánicos, encuentra energías renovadas para escuchar, para entablar un diálogo con aquel estudiante que se muestra distraído o para proponer una lectura inesperada que alimente la curiosidad de su clase. En vez de diluir la calidez, la inteligencia artificial permite que el vínculo afectivo adquiera más espacio.
Cada gran revolución tecnológica ha conducido a una renovación del oficio: desde la aparición de la imprenta hasta la era digital, el papel del formador ha demostrado que es capaz de transfigurarse sin desvanecerse.
Neil Selwyn
El modelo PRISMA de ODITE
El Observatorio de Innovación Tecnológica y Educativa (ODITE) propuso el modelo PRISMA, que define seis dimensiones para quienes desean adentrarse en el concepto de docente aumentado. Este enfoque funciona como una guía que recuerda al maestro que la IA ha de ser entendida desde múltiples ángulos y no solo como un asistente práctico.
P (Pedagógica)
Se apuesta por la inteligencia artificial para diseñar clases personalizadas, dinámicas y enfocadas en la participación activa. El docente actúa como arquitecto de experiencias, mientras la tecnología le aporta el soporte para acercar contenidos a distintos estilos de aprendizaje.
R (Relacional)
El objetivo es no perder de vista la vinculación humana. La IA ofrece información valiosa sobre el rendimiento o el nivel de actividad de cada estudiante, pero el lazo afectivo lo crea el maestro que pregunta, se acerca y transmite confianza. Por ejemplo, un sistema podría advertir de una caída en la participación de un alumno y el profesor, con esa pista, descubrir si hay razones académicas o personales detrás.
I (Integridad Ética)
Las aplicaciones de IA deben ser evaluadas de manera crítica, de forma que se eviten sesgos o usos indebidos de los datos. El docente aumentado enseña a mirar la tecnología con precaución y a reflexionar sobre sus implicaciones sociales. Así, no solo se trabaja la asignatura de turno, sino la formación de un alumnado que sepa cuestionar los avances técnicos con responsabilidad.
S (Social)
En contextos con recursos limitados, la tecnología puede propiciar cierto desequilibrio, ya que algunos entornos carecen de equipamiento o de la conectividad suficiente. El docente que trabaja en dichos lugares procura encontrar fórmulas flexibles para incorporar la IA, de modo que nadie quede fuera por motivos económicos o geográficos.
M (Metodológica)
En esta dimensión se contempla la transformación de la práctica docente: incorporar metodologías activas, debates, simulaciones, estudios de casos, apoyados en dispositivos digitales que brindan una respuesta inmediata a estudiantes y profesores. El maestro no cede su responsabilidad a la tecnología, sino que la usa para abrir caminos que resultan más atractivos y participativos.
A (Aprendizaje Tecnológico)
Por último, se pone el acento en la formación constante de los docentes para entender y manejar el entorno digital. Esto no implica convertirse en experto en programación, sino conocer las capacidades y límites de las tecnologías. Bajo esa premisa, los maestros pueden tomar decisiones informadas sobre qué herramientas les sirven y cuáles no aportan nada a su aula.
El docente y la máquina: una entente cordial
Resulta posible que, dentro de unos años, se hable del docente aumentado como una realidad extendida. No se trata de una fórmula mágica ni de una proclamación de victoria de los algoritmos, sino de la combinación entre la sensibilidad de siempre y el auxilio de sistemas que pueden ver más allá de lo que alcanza el ojo humano.
La figura del “docente aumentado” no significa que las máquinas suplan lo que solo un educador con vocación puede aportar. Más bien, al contrario: alivian el peso para que la persona que enseña recupere lo mejor de su tarea, esa vocación que encendió en algún momento y que, con tantas obligaciones rutinarias, a veces se ve relegada. En la medida en que seamos capaces de equilibrar tecnología y humanidad, la enseñanza seguirá siendo ese espacio de encuentro y descubrimiento que a tantos nos marcó cuando éramos estudiantes y escuchábamos la voz de quien se tomaba la molestia de entendernos tal y como éramos.
Si quieres saber más…
Muñoz, J.M., Lorenzo, N. y Suñé X. (coords.). 2024. Inteligencia Artificial en la microeducación: transformando el aula del futuro. ODITE.
Selwyn, N. 2019. ¿Deberían los robots sustituir al profesorado? La IA y el futuro de la educación. Ediciones Morata.