Hay una máxima que es recurrente en las conclusiones de estudios y experiencias que se orientan a la mejora educativa: es necesaria la implicación efectiva del estudiante en su propio proceso de aprendizaje.
Pero, ¿qué entendemos por implicación del estudiante? ¿Cómo se puede promover? ¿Y valorar?
En el planteamiento propuesto en este laboratorio, entendemos que la implicación se puede trabajar y valorar en la actividad educativa a través de tres dimensiones:
- La motivación del estudiante, relacionada con su vinculación y disposición emocional hacia la actividad educativa.
- La percepción de su propio proceso de aprendizaje, cómo concibe la actividad educativa y su evolución en ella.
- La participación del estudiante en las actividades propuestas, que da cuenta de su papel activo en este proceso.
En relación con estas dimensiones fue muy ilustrativa la intervención de David Istance en un aforo educativo celebrado en Barcelona en junio de 2012 [1].
Istance es uno de los coautores del estudio The Nature of Learning: Using Research to Inspire Practice [2], sobre 125 casos de innovación educativa de varios países. De las conclusiones expuestas de este estudio, podemos destacar dos afirmaciones:
- Normalmente se trabaja más el desarrollo cognitivo que el emocional, pese a que las emociones tienen un papel fundamental en la educación. Para que se propicie un aprendizaje eficaz es necesario que las personas se sientan motivadas.
- El estudiante ha de ser consciente de su proceso de aprendizaje e implicarse en el mismo con un papel protagonista.
Para promover el compromiso activo del estudiante, es necesario atender y reflexionar con el propio estudiante cómo concibe su proceso de aprendizaje y cuál es su grado de motivación y participación.
Desde esta perspectiva, podemos abordar la implicación del estudiantado no como una actitud inherente a la persona, que puede constatarse o no, sino como una variable más del desarrollo del alumno/a. Una variable que podemos apoyar como docentes y que nos obliga, entre otras cosas, a replantearnos si nuestra propuesta de actividades educativas son realmente motivadoras.
Precisamente, en relación con este reto, promover la implicación de nuestros estudiantes a través de actividades motivadoras, David Istance nos ofreció otra referencia ilustrativa, la de Valerie Hannon [3].
Hannon, basándose en el programa de la Unidad de Innovación del Reino Unido sobre “futuros del aprendizaje”, utiliza como orientación lo que se conoce por The 4Ps of Engaging Activities. Según este enfoque, las cuatro condiciones (“Ps”) que hacen que una actividad educativa sea motivadora son:
- Placed (ubicada) – la actividad se sitúa, física o virtualmente, en un mundo que el estudiante reconoce y quiere comprender.
- Purposeful (con sentido) – la actividad se percibe auténtica, significativa. Lleva al estudiante a acciones con valor práctico e intelectual, fomenta el sentido de autocontrol y responsabilidad.
- Passion-led (motivadora) – la actividad capta las pasiones tanto de los/as estudiantes como de los/as docentes, ya que aumenta su implicación. Anima a los/as estudiantes a escoger áreas de interés que les resultan importantes.
- Pervasive (persistente y englobadora) – gracias a la actividad, el/la estudiante continúa aprendiendo más allá del tiempo y de los espacios limitados del aula: con la familia, los/as compañeros/as, las personas expertas del lugar en donde vive; recurriendo a referencias de Internet, a fuentes de investigación y crítica.
La implicación de nuestros/as estudiantes es un reto asumible, no una barrera infranqueable, pero nos obliga a replantearnos nuestras premisas conceptuales y prácticas.
Te invitamos a compartir en nuestro foro tu opinión y experiencia al respecto: ¿cómo entiendes y trabajas la implicación de tus alumnos/as?
[1] Debates de Educación: Crear entornos innovadores para mejorar el aprendizaje. http://www.debats.cat/es/debates/crear-entornos-innovadores-para-mejorar-el-aprendizaje
[2] Dumont, H., D. Istance, i F. Benavides (eds.) (2010). The Nature of Learning: Using Research to Inspire Practice. París: OECD.
[3] Hannon, V. (2012). Learning Futures. Documento de trabajo para el proyectoe ILE.