Este artículo fue escrito y publicado por Julia Freeland para WISE ed.review.
¿Quién no recuerda el ciclo de emociones presentes al examinarse en el colegio o en la universidad? Los esfuerzos por retener todo en la memoria, presentarse al examen y recibir la nota unos días más tarde, cuando ya estábamos pensando y estudiando intensamente alguna otra materia. Probablemente las calificaciones reflejaron lo que sabíamos el día de la prueba, pero rara vez se nos daba la oportunidad de retroceder y aprender lo que no dominábamos.
La educación basada en competencias ofrece una filosofía alternativa acerca de cuándo y en qué condiciones deben los estudiantes ser evaluados y pasar a nuevos contenidos. En esto modelos, los estudiantes progresan según el dominio que adquieren. La evaluación se convierte en el pilar de los enfoques basados en competencias: los estudiantes solo pasan a materiales nuevos o más difíciles cuando pueden demostrar que han alcanzado las competencias y conceptos más básicos. Esto significa que avanzan a ritmos distintos y, a veces, por trayectorias diferentes. Un sistema basado en competencias, por lo tanto, requiere un cambio de paradigma tanto en el la forma como en el momento en que se evalúa el dominio de los estudiantes.
¿Cómo se evalúa el dominio en los estudiantes?
En Estados Unidos, los centros de formación secundaria basados en competencias utilizan diversas modalidades para evaluar a los estudiantes. En el Estado de New Hampshire, por ejemplo, todos los centros de secundaria calculan los créditos en función de las competencias, más que del tiempo. Ciertas escuelas, como Sanborn Regional High School, continúan utilizando los exámenes tradicionales, pero con una diferencia clave: ofrecen «recuperación sin penalizaciones» para los estudiantes que puntúen por debajo del 80%. Así, los estudiantes no suspenden; más bien vuelven a estudiar el material hasta que puedan realizar de nuevo pruebas para demostrar dominio.
Otros centros, como el North Country Charter Academy, que utilizan un currículo mixto, confían en la evaluación en línea autopautada y reciben asistencia presencial de profesores según la necesiten. En estos centros, las evaluaciones en línea calibran las lagunas en la comprensión del estudiante y determinan cuándo está listo cada estudiante para avanzar al siguiente tema o módulo.
En otros modelos, como el caso Next Charter School, el dominio sobre una materia se evalúa a través de proyectos estudiantiles, en lugar de pruebas tradicionales. Por ejemplo, los estudiantes de ciencias sociales pueden tener que redactar una carta dirigida al Presidente de los Estados Unidos con propuestas de políticas de asuntos exteriores, que incorporen un contexto histórico y un razonamiento que justifique la acción propuesta. Para evaluar dichos proyectos, la escuela brinda apoyo adicional y oportunidades para volver a estudiar el material antes de evaluar el proyecto final.
En el camino, el profesorado utiliza diversos métodos de evaluación formativa. Por ejemplo, pequeños cuestionarios, que ayudan a calibrar el progreso de los estudiantes hacia el dominio de diversas competencias, además de la disponibilidad para el proyecto final. De este modo es posible garantizar que no se evalúa a los estudiantes hasta que se les ve preparados, y no de acuerdo con un plan prefijado que no tiene en cuenta si han adquirido o no dicho dominio. Además, si un estudiante no consigue demostrar dominio en un proyecto final, cuenta con la opción de revisarlo o diseñar uno nuevo para cubrir las competencias que no logró superar.
Las escuelas no solo diseñan sistemas y procesos para evaluar de forma continuada, sino que, cada vez en mayor medida, incorporan evaluaciones de desempeño en sus currículos. Estas pruebas se centran en la aplicación de competencias en lugar de la simple memorización de hechos. Por ejemplo, es posible que un estudiante pueda contestar a preguntas de respuesta múltiple en una prueba de matemáticas, pero con la evaluación de desempeño se pondrá a prueba su capacidad para calcular el cambio en dólares y centavos en el contexto de una compraventa.
Algunas escuelas, como Sanborn, diseñan tareas de desempeño que pueden administrarse mediante los exámenes tradicionales, pero ponen a prueba conceptos en contextos del mundo real. Otras han incorporado la evaluación basada en el desempeño en proyectos (como el de la carta dirigida al Presidente ya mencionada), para aplicar conocimientos históricos en una redacción argumentada. En MC2 y otras escuelas, se requiere que los estudiantes defiendan su aprendizaje ante un tribunal docente, de manera muy similar a la defensa de una tesis.
¿Cuándo se evalúa a los estudiantes?
Para crear un modelo basado en competencias, no solo se necesitan nuevos métodos de evaluación, sino también oportunidades más flexibles y bajo demanda para que los estudiantes puedan examinarse. Sin un plan de evaluación que permita a los estudiantes examinarse cuando estén listos, y revisar lo que no dominan, las escuelas no podrán alcanzar un modelo verdaderamente basado en competencias.
La “evaluación a demanda” desafía los enfoques tradicionales de verificación del aprendizaje, que siguen un calendario académico predefinido. Las escuelas deben reconsiderar su calendario y adoptar una perspectiva más individualizada, evaluando a los estudiantes cuando estén preparados, y no en un momento prefijado de antemano. Esto es posible en centros pequeños, pero en escalas mayores, requiere de nuevas plataformas tecnológicas que sigan el proceso del estudiante, que sigan el progreso del estudiante, calculen en qué momento estará listo para la evaluación y, en algunos casos, proporcionen ítems de evaluación a demanda. Sin estas herramientas, el seguimiento del progreso individual y la planificación de evaluaciones adecuadas pueden resultar una tarea abrumadora para cualquier educador.
Los sistemas estatales de rendición de cuentas, como los exámenes anuales, también suponen un obstáculo para la evaluación a demanda. Para poder cuadrar estos regímenes jerárquicos de rendición de cuentas y poder lograr sistemas de aprendizaje cada vez más personalizados, las pruebas nacionales o estatales deberán administrarse de manera más flexible.
Para tener una visión más completa del modo en que 13 escuelas pasan al aprendizaje basado en competencias en New Hampshire (Estados Unidos), vean: From policy to practice: How competency-based education is evolving in New Hampshire
Julia Freeland
Julia Freeland es una destacada investigadora en el campo de la educación y actualmente trabaja como directora de investigación educativa en el Clayton Christensen Institute, un think tank dedicado a la innovación disruptiva en educación. Su trabajo se centra en cómo las redes sociales y el capital social pueden transformar la educación. Es autora del libro «Who You Know: Unlocking Innovations that Expand Students’ Networks», en el que explora cómo las conexiones sociales y profesionales pueden influir significativamente en las oportunidades educativas y laborales de los estudiantes, proponiendo que las escuelas deben intencionalmente ayudar a los estudiantes a expandir sus redes de contactos.
Especializada en innovación educativa, Fisher ha escrito sobre también sobre las tendencias en el mercado de EdTech, el aprendizaje combinado, la educación basada en competencias y el futuro de las escuelas. Entre sus artículos más recientes The educator’s dilemma: When and how schools should embrace poverty relief(Link is external) (Link opens in new window), Schools and software: What’s now and what’s next(Link is external) (Link opens in new window) y Blending toward competency: Early patterns of blended learning and competency-based education in New Hampshire.