El agujero en la pared
En 1999, el investigador y científico de la educación Sugata Mitra y su equipo instalaron una computadora en una pared en un barrio pobre de Nueva Delhi, accesible para niños que nunca habían visto una computadora antes. Sin ninguna instrucción previa, los niños comenzaron a explorar y aprender a usar la computadora por sí mismos. El experimento demostró que los niños pueden aprender a manejar tecnologías complejas y adquirir conocimientos por su cuenta si se les da acceso a los recursos adecuados, incluso sin la intervención de un profesor. Este descubrimiento llevó a Mitra a formular la teoría del aprendizaje autoorganizado (Self-Organized Learning Environment, SOLE), que sostiene que los niños, cuando están en grupos y tienen acceso a internet, pueden aprender de manera colaborativa y resolver problemas por sí mismos.
En este artículo, que fue originalmente publicado para WISE ed.review, el profesor Mitra aboga por una nueva forma de enseñar y evaluar, consistente con su teoría, en la que la tecnología desempeña un papel primordial.
Los profesores necesitan libertad para posibilitar nuevas formas de aprendizaje
La mayoría de los planes de estudio para niños consisten en normas desfasadas procedentes del siglo pasado. Estos planes se centran demasiado en la ortografía, la gramática, las tablas de multiplicar y el cálculo mental. Estas competencias eran necesarias en el siglo pasado, principalmente para ejecutar tareas administrativas. Hoy, quienes proponen su estudio, alegan que mejoran las capacidades mentales del niño. No he hallado nada que lo demuestre.
El sistema de exámenes actual exige a los estudiantes responder preguntas en papel, usando escritura manual. También les obliga a estar solos, sin comunicarse con nadie. La única tecnología permitida es un lápiz y, con un poco de suerte, una regla: tecnología del siglo XVIII.
Para adaptarse a estos sistemas de exámenes, los profesores, ya sean buenos o malos, necesitan acudir a métodos didácticos anticuados que se basan en el aprendizaje memorístico, ejercicios repetitivos y prácticas y refuerzos negativos.
Luego, una vez finalizados los años de escolarización, al entrar en el mundo real, se espera que los estudiantes resuelvan problemas a través de internet, colaboren con otros en la resolución de dichos problemas, escriban con teclado en lugar de a mano, utilicen calculadoras para calcular y correctores de ortografía y gramática mientras teclean. En otras palabras, se les pide que hagan exactamente lo contrario de lo que aprendieron en la escuela.
Por otro lado, sabemos que:
- Los niños, cuando están en grupo, pueden aprender a usar computadoras e internet sin importar su origen o el idioma que hablen.
- Los niños, cuando están en grupo, pueden aprender casi cualquier cosa por sí mismos utilizando internet y debatiendo entre ellos, sin un adulto supervisándolos.
- Los profesores pueden enseñar a través de internet, utilizando plataformas digitales o controlando robots en ubicaciones remotas a las que no pueden desplazarse.
- Los niños, en grupo, pueden investigar materias adelantadas para su edad, lo cual parece mejorar su comprensión lectora.
El sistema de exámenes debe modificarse para permitir la resolución colaborativa de problemas mediante tecnología de apoyo. De esta forma, los profesores tendrán libertad para facilitar el aprendizaje por nuevas vías.
Y esto tiene que suceder. Existe una nueva generación que ya utiliza estas tecnologías en todo momento, salvo cuando están en la escuela. Aprenden continuamente desde estos dispositivos.
Sin embargo, la resistencia a esta idea es poderosa. Proviene de una generación anterior movida por el deseo subconsciente de volver a la década de los veinte del siglo pasado, un tiempo que consideran como el mejor de la historia. Han malinterpretado mi afirmación «los niños no necesitan que se les enseñe ortografía», tomándolo como «los niños no deben aprender ortografía». Y lo mismo sucede con la gramática.
Quienes utilizan correctores ortográficos no siempre se equivocan. Si alguna vez escriben mal una palabra, aprenden a escribirla bien una vez que el verificador ortográfico corrige el error. La tecnología se convierte así en herramienta de aprendizaje. Lo mismo sucede con muchas modalidades distintas de tecnología. Si usas un navegador GPS para ir a un lugar por primera vez, es poco probable que necesites volver a usarlo para llegar al mismo lugar. Ya sabes cómo llegar. Si utilizas YouTube para cocinar una receta una vez, no necesitarás volver a recurrir a YouTube para preparar el mismo plato, porque ya has aprendido a hacerlo.
Los niños (y, quizás, también los adultos) que utilicen un corrector ortográfico o gramatical, aprenderán continuamente ortografía y gramática de un modo cómodo y funcional. Esto permitirá a los profesores dedicar más tiempo a enseñar conceptos que la tecnología aún no puede abordar.
Los más jóvenes, casi unánimemente, están muy agradecidos por estas ideas. Uno de ellos escribió «K guay». Esto hoy se considera una incorrección gramatical. Debería haber escrito «Me gusta tu propuesta y la considero interesante». Esta habría sido la gramática «correcta», la de principios del siglo XX. Algo más antiguo tampoco sería «correcto». Por ejemplo, «Señor, cuánta razón tenéis» se consideraría bastante fuera de lugar. ¿Quién decidió que el inglés de Oxford de principios del siglo XX es el único inglés «correcto»?
La generación de mediana edad ha creado dispositivos con teclados minúsculos que hacen que teclear sea casi imposible. La respuesta de las generaciones más jóvenes ha sido la de crear un lenguaje de SMS que resuelve el problema. Merecen un aplauso por ello.
Si respondemos en un examen utilizando el inglés de Shakespeare, suspenderemos. Si respondemos en un examen utilizando lenguaje de mensajes de texto, suspenderemos. Algo no funciona bien en un mundo en que el inglés de Shakespeare es tan inapropiado como el lenguaje utilizado en los mensajes de texto.
El sistema de exámenes se ha quedado tan obsoleto como los docentes que se ven obligados a aplicarlo.
Sugatra Mitra: agujeros en la pared y abuelas en la nube
Sugata Mitra es un profesor, investigador y científico de la educación de origen indio, conocido principalmente por su trabajo en el campo del aprendizaje autoorganizado y la educación a través de la tecnología. Es famoso por su experimento «Hole in the Wall» (El agujero en la pared), que ha tenido un impacto significativo en la forma en que se entiende el aprendizaje infantil, especialmente en contextos donde los recursos educativos son limitados.
Sugata Mitra aboga por un enfoque revolucionario de la educación que desafía los métodos tradicionales de enseñanza. Sus principales ideas incluyen:
- Aprendizaje autoorganizado: Mitra cree que los niños tienen una capacidad innata para aprender y resolver problemas sin necesidad de una enseñanza formal, siempre que tengan acceso a los recursos adecuados.
- Minimally Invasive Education (MIE): Propone que una intervención mínima por parte de adultos o profesores puede ser suficiente para desencadenar procesos de aprendizaje profundo y significativo.
- Uso de la tecnología: Defiende el uso de la tecnología, especialmente internet, como herramienta fundamental para el aprendizaje. Mitra ha experimentado con la idea de los «Grannies in the Cloud» (Abuelas en la nube), donde personas mayores, a través de videollamadas, motivan y apoyan a los niños en su aprendizaje.
- Cambios en el sistema educativo: Mitra critica los sistemas educativos tradicionales que enfatizan la memorización y los exámenes formales, argumentando que estos métodos no preparan adecuadamente a los estudiantes para los desafíos del mundo moderno. Aboga por un sistema educativo que fomente la creatividad, la colaboración y la resolución de problemas.
Mitra trabaja en la Universidad de Newcastle en el Reino Unido, donde ocupa el puesto de Profesor de Tecnología Educativa en la Escuela de Educación, Comunicación y Ciencias del Lenguaje.