Educación y tecnología: cómo conseguir el binomio perfecto

Hoy por hoy, la educación aún no ha sido capaz de aprovechar todo el potencial de las nuevas tecnologías. ¿Será la infraestructura? ¿Será la formación? ¿Cómo lo hacemos? Lo vemos en este post.

Educación y tecnología: cómo conseguir el binomio perfecto

Los sistemas educativos de todo el mundo han sido desafiados. El virus que, a principios de 2020, puso patas arriba el mundo entero, nos ha servido, entre otras cosas, para ser más conscientes de la gran revolución que era necesario realizar en el mundo de la educación. La tecnología, que antes del COVID-19 era vista como un complemento deseable en las escuelas, pasó a ser, de la noche a la mañana la única forma en la que millones de niñas, niños y jóvenes podían aprender. La pandemia puso el foco sobre algunos aspectos de los sistemas educativos que estaban anticuados y desfasados, especialmente en los países en desarrollo, donde se ha visibilizado cierta resistencia al cambio y cierta desconexión de una realidad social plenamente digital.

Algunos países (muy pocos) habían hecho sus deberes. El resto parcheó como pudo la realidad educativa y siguió adelante. Hoy es el momento de aprovechar la inercia de ese movimiento obligatorio que hubo que iniciar durante la pandemia y consolidar la introducción precipitada de la tecnología en la educación. Porque volver atrás no es una opción. Así que, ¿cómo lo hacemos? ¿Qué dicen los expertos? ¿Cómo lo han hecho aquellos países que han tenido éxito en sus reformas?

En este artículo recabamos la opinión de algunos expertos y echamos un vistazo a algunos casos de éxito en la implementación de tecnología en los sistemas educativos.

Cómo aprovechar todo el potencial que las TIC pueden ofrecer a la educación

A día de hoy, la educación aún no ha sido capaz de aprovechar todo el potencial de la tecnología. En el Observatorio ProFuturo hemos preguntado a algunos expertos cuáles son las barreras que impiden que educación y tecnología sean el binomio perfecto que queremos que sean. Cuáles son los retos que deben abordarse.

La visión. La primera barrera está relacionada con la visión. ¿Qué papel queremos que desempeñen las TICS en nuestros sistemas educativos? ¿Para qué la queremos? ¿Y al servicio de qué? Según Lucia Dellagnelo, directora de CIEB, “esa debe ser la primera pregunta a la que debemos responder para poder incorporar realmente la tecnología digital de la forma más estratégica y positiva posible en el proceso educativo”.

Formación docente

Foto: Ismael Sánchez.

Competencia directiva y docente. La segunda gran barrera proviene de la competencia de directivos y profesores para saber cómo hibridar lo digital en las prácticas pedagógicas. “Trasladar a lo digital una pedagogía anticuada no va a producir la transformación que necesitamos en los aprendizajes de niñas y niños”, asegura Mila Gonçalves, gerente de innovación y producto de la Fundación ProFuturo. “Si el docente no aprende a integrar la tecnología en sus prácticas pedagógicas, entonces, estamos sustituyendo los libros de texto por dispositivos electrónicos”. Hay que aprender a integrar la experiencia de aprendizaje y las TIC: “Saber, por ejemplo, que puedo tener a un grupo de alumnos investigando algún tema, a otros preparando una presentación, a otros repasando contenidos… pero eso no depende solo de las tecnologías de la información y la comunicación. Son los docentes y los propios centros los que deben decidir y proponer nuevas actividades”, explica. Cuando esto se amplía a la escuela, transformando su proyecto pedagógico en un proyecto EdTech de centro, con un liderazgo claro, un claustro que lo incorpora y unas familias que lo apoyan y refuerzan desde sus hogares, se hace posible la transformación desde la innovación y el cambio pedagógico sistémico.

Recursos educativos digitales. Aunque, hoy en día, tenemos una gran cantidad de información disponible en internet, esta información no siempre es coherente, ni está alineada con los objetivos de aprendizaje, ni tiene credibilidad. Por eso, explica Mila Gonçalves, “es imprescindible desarrollar plataformas de recursos educativos digitales y criterios para evaluar estos recursos”. De esta manera, se facilita el acceso a materiales didácticos de calidad al que los docentes pueden recurrir de forma segura. Como asegura Lucía Dellagnelo, “realizar ese trabajo de producción y tutela de recursos educativos es esencial para que podamos garantizar un uso cualificado de las TIC en educación”.

Infraestructura. La cuarta barrera, y quizás la más urgente para todos los países del mundo, sigue siendo la infraestructura. “Y hoy la infraestructura va mucho más allá del ladrillo y el mortero”, asegura Folawe Omikunle, CEO de Teach for Nigeria. Nos referimos a equipamiento, ordenadores, tabletas, teléfonos móviles… dentro y fuera de la escuela; la conectividad, el acceso a Internet de banda ancha que permita al profesor y a todos los alumnos utilizar la tecnología de forma fluida, de forma fácil y sin demasiados obstáculos.

A problemas multifactoriales, soluciones multifactoriales

Tecnología y educación_Foto 02¿Por dónde empezar? ¿Cuáles son las claves de una “revolución educativa exitosa”? Los países pueden implementar lo digital sin transformar fundamentalmente su visión de la educación. Podrían, sencillamente, dejar las TIC en el aula sin unos objetivos claros de los procesos y prácticas aprendizaje y sin que los maestros cambien sus prácticas de enseñanza. Si este es el caso, los resultados serán nulos o escasos.

Otra alternativa sería que los países transformaran sus sistemas educativos sin hacer toda la reforma considerando lo digital como factor estratégico. Sin embargo, a estas alturas del siglo XXI, resultaría inconcebible una reforma del sistema educativo que no contemple, por ejemplo, entre otras cosas, las competencias digitales transversales en su currículo. Además, las TIC tienen, según la literatura académica comparada, un impacto significativo en una serie de aspectos y procesos centrales del cambio educativo, que no tendrían lugar sin EdTech (Mateo y Lee, 2020). Es el caso de la clase invertida o a distancia, la tutorización on-line, el trabajo colaborativo en red o el pensamiento computacional. Otros serán más ineficientes, insostenibles, escalables o tardarán más (Mateo y Lee, 2020).

Por tanto, parece que la solución pasa por desarrollar e implementar estrategias que aborden estos retos de una manera simultánea. En 2020, el BID presentó una publicación que analizaba algunos casos de éxito de transformación de sus sistemas educativos, mediante la incorporación amplia (pero no exclusiva) de las TIC. Y lo hicieron siguiendo caminos, secuencias temporales y enfoques diferentes.

Por ejemplo, la República de Corea centró su reforma en las TIC. Sus diferentes planes maestros (hasta cinco) se elaboraron en función del nivel de conectividad y la distribución de dispositivos e iban evolucionando a medida que la  esta se ponía a disposición en el aula. La capacitación del profesorado y el desarrollo curricular se ajustaron a la introducción de nuevas tecnologías para el aprendizaje y se actualizaron periódicamente (Mateo y Lee, 2020).

Sin embargo, el enfoque rector de las reformas en Finlandia fue la adquisición de habilidades y la capacitación de docentes, incorporando la tecnología activamente, pero de forma asistencial. Los maestros son considerados los protagonistas y aprovechados como agentes de cambio durante el proceso de reforma (Mateo y Lee, 2020).

Estonia comenzó a reformar activamente la educación poco después de su independencia e implementó un enfoque que mezclaba los modelos de Corea del Sur y Finlandia. Así, al igual que los dos primeros planes maestros de Corea, estableció un plan para dotar de recursos e infraestructura digital a las escuelas (aunque lo hizo de forma más acelerada), y después usó el enfoque de habilidades promovido en Finlandia aprovechando las habilidades digitales de estudiantes y maestros (Mateo y Lee, 2020).

Por su parte, Uruguay pudo hacer en una década lo que otros países tardaron cuatro décadas en lograr. Aprovechando las experiencias en el extranjero, Uruguay eligió los elementos que tenían más sentido y los adaptó a sus propias necesidades. Por ejemplo, al igual que Corea, definió claramente las etapas de ejecución (infraestructura, capacitación docente, desarrollo curricular, aprendizaje basado en habilidades); al igual que Estonia, invirtió mucho en infraestructura, y al igual que Finlandia, centró su segunda fase en el desarrollo profesional de los docentes (Mateo y Lee, 2020).

¿Qué tienen todos estos países en común? Un abordaje multifactorial en el que intervienen varios actores. Quizás, tal y como afirma Lùcia Dellagnelo, “lo más importante para la eficacia de una política de tecnología educativa sea la capacidad de coordinar diferentes estrategias simultáneas para que la misma llegue a la escuela. Es decir, que haya disponibilidad de las TIC, pero que también se produzca su adopción cualificada por parte de los actores de la comunidad escolar”. De hecho, todos los países mencionados han creado centros de tecnología Educativa que ayudan a los ministerios de educación a coordinar a todos estos actores. “No es una política fácil de aplicar, porque requiere la movilización de diferentes actores. Muchas veces se requiere de alianzas público-privadas; pero es muy importante el liderazgo del Ministerio de Educación en el diseño e implementación de una política nacional de tecnología educativa que establezca los parámetros mínimos de lo que es una infraestructura de conectividad en una escuela y establezca muy claramente cuáles son las expectativas y parámetros de desempeño de los profesionales de la educación”.

Todavía estamos lejos de conseguir que lo digital sea, realmente, ese gran aliado para la transformación del aprendizaje que está llamado a ser. Sin embargo, es cierto que, especialmente tras la pandemia, todos los países han comenzado a movilizarse para diseñar estrategias que les permitan usar la tecnología de una manera más eficaz y eficiente. Aquellos que consideren el abordaje multifactorial en sus políticas públicas, serán también los que tendrán más éxito a la hora de transformar su educación, adaptándola a las necesidades de los ciudadanos de esta nueva sociedad.

REFERENCIAS

Mateo Díaz, M. y Lee, C. Eds. (2020). Tecnología: lo que puede y no puede hacer por la educación. Una comparación de cinco historias de éxito. Banco Interamericano de Desarrollo.

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