La inteligencia artificial como motor de creatividad en las aulas

La llegada de la inteligencia artificial al ámbito educativo abre un abanico de posibilidades que, hasta hace poco, solo podíamos ver en las películas o leer en libros de ciencia-ficción. Ahora, los estudiantes pueden interactuar con máquinas que responden a sus preguntas, les ayudan a estructurar ideas o incluso les sirven de inspiración para proyectos creativos. Pero, ¿hasta qué punto esto beneficia o perjudica su capacidad para pensar por sí mismos? En este artículo, veremos cómo la IA puede enriquecer la educación y hablaremos de las precauciones que debemos tomar para no perder de vista lo que realmente importa: la chispa humana que enciende la creatividad.

La inteligencia artificial como motor de creatividad en las aulas

La introducción de la inteligencia artificial (IA) en la educación es un asunto que interesa e inquieta a partes iguales. Su capacidad para procesar información de manera acelerada y ofrecer propuestas diversas motiva reflexiones sobre el modo en que las escuelas pueden adecuarse a nuevos escenarios, sin perder la esencia formativa que estimula la reflexión autónoma y la creatividad. Algunos centros escolares han comenzado, incluso, a implementar soluciones basadas en IA, con el fin de atender necesidades específicas, diseñar experiencias de aprendizaje más flexibles y servir de apoyo en el proceso de enseñanza. Aun así, seguimos  sin saber cómo esta tecnología puede influir en el desarrollo de la capacidad de razonar de manera independiente.

Inteligencia artificialEn muchas instituciones el debate inicial se centró en el bloqueo o la restricción de sistemas como ChatGPT, pues se consideraba que la dependencia tecnológica afectaría el razonamiento y la honestidad académica. Enseguida llegaron también las preocupaciones relacionadas con la posibilidad de fraude en actividades evaluativas y la disminución de la calidad del aprendizaje. Con el transcurso del tiempo, estas posturas han comenzado tímidamente a virar, apuntando hacia un uso estratégico de la IA para reestructurar la metodología de la enseñanza (Bieser, 2022). En este sentido Rodrigo Fábrega, destacado especialista en educación, tecnología y creatividad, e investigador asociado al MIT Media Lab, subraya la pertinencia de aplicar la IA de manera pedagógica, con el objetivo de fortalecer el pensamiento crítico y la capacidad de vincular ideas, en vez de relegarlas a una mera recepción de información (Fábrega, 2024).

De acuerdo con este enfoque, la virtud primordial de la IA no se limitaría a la rapidez en el tratamiento de grandes volúmenes de datos. También incluiría la contribución que puede realizar, por ejemplo, estableciendo asociaciones novedosas o incentivando la curiosidad en el proceso educativo. En este artículo veremos cómo se puede concretar este potencial creativo para enriquecer la educación con la ayuda de la IA, sin dejar de lado las precauciones que debemos tomar para no perder de vista lo que realmente importa: la chispa humana que enciende la creatividad.

La IA es la nueva plastilina de la educación

Fábrega utiliza una metáfora muy gráfica para describir el papel de detonante de la creatividad que puede jugar la IA en la educación: ¿quién no recuerda haber jugado con plastilina en su infancia? Este material sencillo permite crear una diversidad infinita de formas, figuras y estructuras. Su valor reside en las manos de quien la moldea: una herramienta en bruto que cobra sentido según la intención, la habilidad y la imaginación del usuario. De forma análoga, la IA ofrece una base tecnológica potente, capaz de analizar grandes volúmenes de datos, generar patrones y proponer soluciones. Sin embargo, es la dirección que le imprimen los docentes y estudiantes la que determina si se convierte en un recurso para potenciar la creatividad o en un simple mecanismo automatizado de respuestas.

Cuando se concibe la IA como una “plastilina”, se reconoce su capacidad de ajustarse a diferentes contextos y estilos de aprendizaje. En lugar de imponer una metodología uniforme, la IA puede ser personalizada para atender las necesidades específicas de cada alumno, ya sea proponiendo rutas alternativas para resolver problemas matemáticos, sugiriendo estrategias creativas para la redacción de textos o facilitando el diseño de proyectos interdisciplinarios. Esta adaptabilidad es fundamental para fomentar entornos educativos inclusivos, donde cada estudiante tiene la oportunidad de explorar y expresar su creatividad sin sentirse limitado por una única forma de aprender.

Este escenario demuestra que la denominada “plastilina tecnológica” no se limita a tareas repetitivas o a la automatización de procesos. Permite, además, la creación de entornos de aprendizaje donde la tecnología actúa como un puente entre la imaginación y la práctica.

La IA ofrece una base tecnológica potente, capaz de analizar grandes volúmenes de datos, generar patrones y proponer soluciones. Sin embargo, es la dirección que le imprimen los docentes y estudiantes la que determina si se convierte en un recurso para potenciar la creatividad o en un simple mecanismo automatizado de respuestas.

Tres enfoques para integrar la IA en la educación creativa

Distintas propuestas coinciden en la necesidad de equilibrar la celeridad que ofrece la IA con la reflexión pausada y la exploración en profundidad (Fábrega, 2024). A continuación, se presentan tres líneas de trabajo que han mostrado eficacia para la formación de estudiantes con una mentalidad crítica y creativa.

Rapidez: automatización orientada a la innovación

La característica más visible de la IA consiste en la automatización de tareas que antes requerían un gasto considerable de tiempo y esfuerzo. Entre estas, se encuentran la corrección de ejercicios, la generación de reportes o la selección de contenidos personalizados (Fábrega, 2024). En el nivel K-12, docentes de diversas asignaturas han incorporado ChatGPT para producir guías de estudio, resúmenes de lectura y cuestionarios diagnósticos (Fernéndez, 2023). Dicha práctica puede derivar en un escenario positivo, ya que la comunidad escolar obtiene respuestas inmediatas a dudas específicas y, con ello, se libera tiempo valioso para la interacción didáctica centrada en la creatividad.

No obstante, el empleo de la IA no debería desplazar la tarea esencial de comprender y analizar la información de manera consciente. Si el alumnado se acostumbra exclusivamente a recibir soluciones automáticas, podría adoptar hábitos de estudio superficiales. Por tanto, resulta aconsejable que el profesorado combine la asistencia de la IA con actividades reflexivas, en las que los estudiantes expliquen los fundamentos de las soluciones, comparen enfoques alternativos o justifiquen los procedimientos matemáticos y científicos que subyacen en el planteamiento propuesto por la máquina.

Lentitud: reflexión y pensamiento crítico

La inmediatez que ofrecen las tecnologías actuales no siempre es beneficiosa para el proceso formativo. En este sentido, Fábrega sugiere la conveniencia de promover la “lentitud” en el aula, entendida como la práctica de detenerse a evaluar la calidad y pertinencia de las respuestas generadas de forma automática. Por ejemplo, se han observado experiencias en las que el docente programa preguntas deliberadamente complejas o paradójicas en ChatGPT y, a continuación, el alumnado analiza los argumentos resultantes para detectar inconsistencias, prejuicios u omisiones relevantes.

Este ejercicio fomenta la capacidad de cuestionar y debatir, además de reforzar la importancia de la verificación de datos y la fiabilidad de las fuentes. Así, la IA deja de ser vista como un ente infalible y se convierte en un motor que estimula la confrontación de perspectivas y la búsqueda de evidencias empíricas. El acto de verificar la información en varias fuentes, o de confrontar las salidas del algoritmo con la realidad, incentiva la construcción de posturas más matizadas y sólidas.

Profundidad: experimentación y proyectos de largo alcance

El tercer enfoque se vincula con la creación de ambientes educativos que promueven el rol de los estudiantes como desarrolladores y no únicamente como usuarios pasivos (Fábrega, 2024). En la educación K-12, esta forma de integración de la IA podría incluir la programación de modelos de aprendizaje automático en proyectos de carácter interdisciplinario. Por ejemplo, la elaboración de un clasificador de textos poéticos, donde el objetivo es reconocer estilos literarios, patrones rítmicos o temáticos, y reflexionar sobre las limitaciones de la IA para enfrentar el lenguaje metafórico.

Siguiendo las ideas de Seymour Papert, estas experiencias convierten el error en parte sustancial del proceso de aprendizaje. Al entrenar y ajustar el modelo, los estudiantes interiorizan que un resultado impreciso no implica un fracaso, sino más bien un punto de partida para el refinamiento de la estrategia. De ese modo, la IA funciona como un instrumento de investigación que enriquece la capacidad de formular hipótesis y contrastarlas con datos concretos.

Riesgos y desafíos éticos: la IA como fuente de complejidad

La IA abre posibilidades notables, pero también implica retos que no deben pasar inadvertidos. Uno de los principales consiste en la tendencia de algunos estudiantes a asumir el rol de receptores pasivos, esperando respuestas sin cuestionarlas ni investigar más allá. Esto puede derivar en una disminución en la capacidad de razonar de manera independiente y en la dependencia de productos algorítmicos que, en ciertos casos, podrían presentar sesgos.

De igual modo, diversos investigadores han advertido sobre la opacidad de algunos sistemas de IA, lo que genera dificultades para evaluar con exactitud el origen y la calidad de la información (Bieser, 2022). Esta falta de transparencia puede ocasionar inequidad y perpetuar estereotipos culturales, especialmente cuando los datos de entrenamiento no reflejan la diversidad de contextos educativos. Por ende, se requiere de un marco de referencia que guíe la aplicación de la IA y salvaguarde la integridad de los datos, la privacidad de las personas y el carácter equitativo de la educación.

Otro punto espinoso tiene que ver con el objetivo de los proveedores de tecnología, pues en ocasiones existe un interés comercial que condiciona el acceso a versiones mejoradas de la herramienta. En consecuencia, la brecha entre escuelas con suficientes recursos y aquellas con limitaciones financieras puede aumentar, profundizando desigualdades previas (Bieser, 2022).

Recomendaciones para el fomento de la creatividad mediante IA

Para que la IA contribuya a la consolidación de entornos creativos en la educación, Fábrega sugiere algunas acciones a ejecutar de manera conjunta entre directivos, profesorado y organismos reguladores:

Capacitación continua del personal docente

La formación permanente en las bases técnicas y éticas de la IA permite que las y los docentes comprendan sus limitaciones y ventajas. Ello implica abordar temas de sesgos algorítmicos, recolección de datos y métodos de validación científica.

Proyectos colaborativos entre disciplinas

Varias investigaciones proponen integrar la IA en iniciativas que involucren asignaturas de ciencias, humanidades y artes (Bieser, 2022). Un ejemplo en la educación K-12 sería analizar patrones literarios en un corpus de textos de diferentes épocas. Este tipo de experiencia fomenta la conexión entre competencias digitales y la interpretación cultural.

Fomento del pensamiento crítico

El análisis de las salidas proporcionadas por la IA debe considerar la verificación de fuentes, la evaluación de premisas y la comparación con puntos de vista alternativos (Fernández, 2023). Este proceso convierte el aula en un espacio donde el diálogo académico y la argumentación rigurosa son prácticas habituales.

Normativas de transparencia y protección de datos

Las autoridades competentes han de establecer lineamientos que aseguren la supervisión de los algoritmos utilizados en contextos escolares. Se busca, así, proteger la identidad y el bienestar de los estudiantes, al tiempo que se promueve la equidad en el acceso a los recursos tecnológicos (Bieser, 2022).

Énfasis en la autonomía y la creatividad

La IA debe considerarse una vía para ampliar las perspectivas, no para determinar de manera inapelable las respuestas. La invitación es a plantear ejercicios que permitan a los alumnos generar sus propias propuestas, retar las sugerencias de la IA y aportar soluciones originales a partir de la tecnología disponible.

Referencias

Bieser, J. (2022). Creative through AI. How Artificial Intelligence Can Support the Development of New Ideas. GDI. Economic and Social Studies.

Fábrega, R. (2024). La Inteligencia Artificial como una oportunidad para cultivar el pensamiento creativo en la escuela. Medellín 189. Vol. L. Julio-diciembre (2024), pp. 309-323.

Fernández, M. (Mayo, 2023). Inteligencia artificial en las escuelas: del miedo inicial a las ideas innovadoras de hoy. El Mercurio innovación.

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