Coach educacional en Beirut, Líbano.
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«Cuando trabajas con refugiados y ves esperanza en sus ojos, a mí me da esperanza poder darles un empujón para que hagan más cosas por sí mismos. Como coach educacional, les puedo dar la oportunidad de que aprendan en otro país porque el suyo está en guerra».
Me llamo George EL Feghali y soy libanés, nacido y criado en el Líbano. Empecé a estudiar derecho porque creía que así podría traer justicia a la gente. Sin embargo, pronto me di cuenta de que la justicia no se encuentra en los libros, ni en las leyes, ni en los reglamentos. Únicamente puede aplicarse a través de la acción humanitaria, mediante la cual las personas más vulnerables pueden acceder a una vida justa y equitativa. Fue entonces cuando comenzó mi andadura en el ámbito humanitario.
Necesitaba marcar la diferencia
Antes de unirme al equipo de ProFuturo en Líbano, había perseguido mi deseo de estar en el campo humanitario trabajando en organizaciones clave que servían a las comunidades vulnerables de mi país. Tenía ganas de marcar la diferencia, por pequeña que fuera, en sus vidas.
Por ello, pronto me dirigí a la Fundación Kayany ya que, su principal objetivo, es la educación de los niños refugiados. Creo que esta cuestión es vital para que estos niños tengan un futuro mejor y más esperanzador.
Gracias a ProFuturo, ahora soy coach educativo y puedo marcar la diferencia y tener un impacto positivo donde se necesita. Este es mi último deseo: trabajar colectivamente para garantizar que el mundo sea un lugar mejor y más seguro para las comunidades y los niños vulnerables.
Tenemos una obligación con los niños refugiados
Traer niños al mundo es una norma social en nuestra cultura. Sin embargo, es difícil, si no traumático, criar a los niños en un contexto de guerra y desplazamiento. Uno de los principales retos a los que se enfrentan estos niños, es la falta de acceso a la educación formal. Yo, como coach educacional en ProFuturo, puedo darles este acceso para que aprendan en otro país, porque el suyo está en guerra. Y, así, participar en proporcionarles su derecho más natural y básico: el derecho a la educación.
Hay poca esperanza sin educación
La educación es esencial. Es un derecho humano básico, no sólo para los refugiados, sino para todos. Es el punto número 4 de los Objetivos Mundiales 2030. No podemos implementar los otros 16 si no implementamos primero la educación.
Los niños refugiados tienen actualmente un acceso limitado a la educación en su propio país o en otros países donde se refugian. No es una opción dejarlos detrás de las instalaciones escolares. Tienen que ir a la escuela, que les proporciona un entorno seguro y protegido. Allí es donde pueden disfrutar de su derecho a una infancia feliz con sus compañeros, al tiempo que se sienten capacitados a través del aprendizaje.
Hay que cambiar los métodos educativos y hacerlos más participativos
Cuando trabajas con refugiados y ves esperanza en sus ojos, a mí me da esperanza poder darles un empujón para que hagan más cosas por sí mismos. Por eso se introdujo por primera vez «Antura & The Letters», una aplicación de alfabetización en árabe. Los niños refugiados sirios necesitan aprender su lengua materna, el árabe, de una forma sencilla y divertida, empezando por las letras del alfabeto.
Introducir la tecnología y las tablets en la educación es muy beneficioso para ellos, ya que les permite implicarse plenamente en las actividades. Este método motiva a los niños a querer aprender más. Es mucho más estimulante para ellos que sentarse pasivamente en clase y limitarse a escuchar al profesor. Por eso, creo que hay que cambiar el sistema educativo y los métodos de aprendizaje, para que sean más participativos y atractivos.
«Where there’s a will, there’s a way», esa es mi filosofía
Trabajar en el ámbito de la ayuda humanitaria no es un trabajo. Si no te sientes plenamente implicado más allá de las horas de 9 a 5, ayudando y colaborando desinteresadamente, es posible que no estés en el campo adecuado. Si hay algún medio durante la pandemia para mantener el proceso de aprendizaje de los niños, deberíamos aplicarlo. Debemos hacer un buen uso de la tecnología disponible. «Where there’s a will, there’s a way», esa es mi filosofía.
El coach es el «motivador» del proyecto. Él mismo tiene que estar motivado. Su motivación y dedicación deben transmitirse a los profesores, ya que son ellos los que van a introducir los conocimientos a los niños. A menudo se margina al profesor, por lo que debemos recordar que no podríamos disfrutar de la vida tal y como la conocemos si no fuera por nuestros profesores. Para un niño, ser capaz de leer un cartel de la calle y saber el verdadero precio de algo que va a comprar, puede protegerlo de que se pierda y le estafen. Es tan sencillo como eso.
Nosotros decimos: «compartir es cuidar». En ProFuturo somos una familia, estamos en todo el mundo. Es importante que haya sinergia entre los coaches. Además, conocer diversas culturas, es por sí mismo un aprendizaje. No hay límites para explorar lo desconocido. Esta es una forma de seguir creciendo.