Una reflexión crítica y pausada
Precisamos abrir un diálogo reflexivo sobre nuestras respuestas a los desafíos socioeducativos. Una lectura pausada en la que descartemos equivalencias que cada vez son más universales en nuestras intervenciones y generan confusión.
Una de ellas es equiparar el activismo disperso al enfoque multidimensional que toda intervención socioeducativa requiere. Si a esto le sumamos los tiempos de implementación cada vez más precipitados, camuflados de eficiencia, es fácil perder el foco y, por ende, el impacto. Y, si además, envolvemos este modus operandi en el tsunami de comunicación inmediata que vivimos, lejos de contribuir a la inteligencia colectiva, estamos abocados a un “desierto de ruido”, que nos conduce a asumir relatos no contrastados, basados en creencias que generan espejismos en nuestros planes de actuación y que se desvanecen ante la mínima evaluación.
Necesitamos abrir un diálogo conjunto que nos haga cuestionar los mitos que guían en muchos casos nuestra intervención, entendiendo por estos los relatos y las creencias que dan forma a nuestra manera de percibir la realidad socioeducativa y, por ende, a nuestra actuación sobre ella.
Los cuestionamientos que aquí presento para esta reflexión colectiva parten de un mito principal: una innovación probada con éxito es posible escalarla, optimizando recursos, formando a docentes y difundiéndola de forma efectiva. Emanan de un ejercicio autocrítico del planteamiento de proyectos educativos en Latinoamérica y España en los que he participado en las dos últimas décadas.
Mito 1: el éxito de una innovación socioeducativa tiene carácter universal
Pese a que los retos educativos y las soluciones metodológicas tengan carácter universal, la práctica nos ha demostrado que no siempre es fácil transferir una innovación a otros contextos socioculturales. ¿Por qué ocurre esto? El éxito de una innovación no depende de su excelencia o naturaleza metodológica, sino de la capacidad de la comunidad socioeducativa para acogerla, para incorporarla a su propio sistema e implementarla de forma sostenible. No toda innovación es para todo el mundo en cualquier momento. Tenemos que identificar muy bien cuáles son los requerimientos que se tienen que cumplir para que una innovación pueda germinar en una comunidad socioeducativa. Y si no se dan estos requerimientos, lo primero que tenemos que plantearnos es ayudar a generar las condiciones apropiadas para que esa innovación germine, arraigue y se desarrolle con plenitud y creatividad.
¿Cómo se puede abordar este desafío? Pues no subestimando ni la metodología, ni el tiempo necesarios para analizar las necesidades y condiciones de una comunidad educativa. Es en este diagnóstico inicial (que debe ser participativo) donde comienza lo que denominamos una intervención basada en evidencias. Este análisis debe preguntarse si, con la innovación que proponemos, estamos respondiendo al problema que ha detectado la comunidad y desde el que construimos toda la teoría del cambio.
En este análisis debemos identificar las barreras para que la comunidad pueda asumir ese cambio. Así también valorar la confluencia de factores que puede provocar en un momento dado que una innovación no funcione en un contexto concreto.
Mito 2: La formación de formadores es suficiente para transferir
Otro mantra que se repite con frecuencia en la intervención socioeducativa es que la transferencia de una intervención se basa fundamentalmente en la formación de formadores. Sin embargo, la práctica nos ha mostrado que escalar a golpe de formación no es suficiente, ni garantiza el éxito. En estos casos, la llamada modelización es el factor que marca la diferencia. La modelización, que implica documentar y protocolizar cada proceso de una intervención, así como aportar herramientas que posibilitan los procesos de enseñanza y aprendizaje, es esencial para asegurar su calidad y adaptabilidad. Proporciona un marco claro para la implementación, evitando que la innovación se diluya o se transforme en algo irreconocible. ¿Por qué es tan importante? Porque la formación de formadores sin modelización no puede garantizar la transferencia de una innovación educativa, cuando la tasa de rotación del personal formado alcanza en algunos centros educativos cerca del 75%. Esta modelización proporciona un marco claro para la implementación, facilitando la personalización de la innovación sin comprometer su integridad.
Mito 3: Escalar a coste cero o mínimo
Uno de los mitos más persistentes en el ámbito de la intervención socioeducativa es la creencia de que escalar una intervención siempre conduce a una reducción de costes gracias a las economías de escala. Esta idea, aunque atractiva en teoría, no siempre se sostiene en la práctica. La experiencia nos muestra que hay costes ineludibles que no pueden ser optimizados simplemente aumentando la escala de la intervención y, en algunos casos, los intentos de reducir costes pueden incluso comprometer la efectividad y la sostenibilidad del proyecto.
En primer lugar, es crucial entender que cualquier innovación o intervención produce un cambio, y todo cambio debe ser gestionado. La gestión del cambio no es a coste cero. Implementar una intervención a mayor escala implica una serie de ajustes y adaptaciones que requieren recursos significativos. Por ejemplo, la modernización de procesos, la formación de nuevos equipos, y la adaptación de materiales y metodologías a diferentes contextos culturales y educativos son todas actividades que requieren una inversión considerable de tiempo y dinero.
En definitiva, ¿cómo podemos ayudar a transferir respuestas eficientes a los retos socioeducativos universales? Cuanto más focalizado esté el propósito de nuestra intervención, más apoyaremos a la comunidad educativa a identificar su agenda de prioridades. Precisamente porque la acción educativa y la vulnerabilidad tienen ambas un carácter multidimensional y cambiante, y nuestra capacidad operativa tiene un marco temporal y financiero limitado, tenemos que ayudar a la comunidad a optimizar su energía y creatividad en afrontar el foco prioritario desde su propia teoría del cambio.
En cualquier caso, para poder convertir nuestros mitos de intervención en decisiones informadas por la investigación-acción participativa, precisamos disponer de tiempo, mecanismos y cómplices para que la realidad socioeducativa nos interpele.