¿Sabías que detrás de los algoritmos que permitieron al hombre llegar a la Luna había una mujer llamada Margaret Hamilton, quien acuñó el término «ingeniería de software»? ¿Y que Grace Hooper transformó la firma en la que humanos y maquinas interactúan, desarrollando el primer compilador de la historia de la informática? Mientras navegamos por el ciberespacio y disfrutamos de las comodidades de la tecnología moderna, desde comunicaciones seguras habilitadas por las teorías de Shafi Goldwasser hasta redes informáticas estabilizadas por el protocolo de Radia Perlman (más conocida como la “madre de internet”), es inevitable preguntarnos: ¿Cómo es que, a pesar de estas contribuciones monumentales, las mujeres siguen siendo una rareza en el panorama hacker?
La participación de las mujeres en el mundo de la programación y la tecnología ha experimentado algún avance, pero todavía enfrenta muchos desafíos. Según un estudio de Deloitte Global, las mujeres representan casi el 33% de la fuerza laboral en las grandes empresas tecnológicas, lo cual es un aumento de más de 2 puntos porcentuales comparado con las cifras de 2019. A pesar de este progreso, los datos muestran una brecha considerable en la participación de las mujeres en campos específicos como las ciencias de la computación y la tecnología de la información, donde solo 3 de cada 10 mujeres en el mundo estudian carreras relacionadas con ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM), con cifras aún más bajas en especializaciones como ingeniería (8%) y tecnologías de la información (3%), según datos de la Unesco. Esto se traslada al ámbito laboral donde solo el 24% de los puestos mundiales en tecnología estuvieron en manos de mujeres (Foro Económico Mundial).
Superar estos desafíos relacionados con la brecha de género en el mundo de la tecnología y la programación implica una verdadera transformación cultural que requerirá de importantes esfuerzos conjuntos. Hack4Edu, el hackatón educativo promovido por la Fundación ProFuturo en colaboración con la Universidad Pontificia de Salamanca (UPSA), lleva cuatro años contribuyendo a ese cambio cultural y sus esfuerzos han empezado a dar sus frutos, como explica Manu Ruiz, gerente de analítica de datos en ProFuturo y uno de los artífices de este hackatón: “Hack4Edu siempre ha apostado por la inclusión de las mujeres en el mundo hacker, enfocándose en la igualdad de género y en la paridad en este tipo de eventos que, tradicionalmente no han captado tanto el interés femenino”.
Este año Hack4Edu casi lo ha conseguido: un 40% de los participantes han sido chicas. Y lo que es mejor: en los premios, se ha logrado esa paridad 50/50 para hombres y mujeres. “Hemos tenido grupos grandes en los que casi todos sus miembros era mujeres. Por ejemplo, uno de los ganadores en categoría senior, La píldora de Leire, son todo mujeres de diferentes edades que están aprendiendo a programar con una fundación”. Manu Ruiz se refiere a Factoría F5, una red de escuelas digitales solidarias, inclusivas y gratuitas que forman a personas en situación de vulnerabilidad en las competencias más demandadas por las empresas del sector tecnológico. Por supuesto, combaten la brecha digital de género.
En este artículo hemos querido profundizar en la historia de estas cinco ganadoras, chicas en un entorno predominantemente masculino y sin experiencia previa en el mundo de la tecnología ni del STEM que, sin embargo, están reescribiendo su futuro gracias a la inteligencia artificial. Ellas son Gabriela, Susana, Verónica, Alicia y Paloma. El Observatorio habló con cuatro de ellas (Paloma no pudo estar presente en la conversación porque ya ha encontrado un trabajo en el sector) sobre su historia, su participación en el hackatón, su proyecto ganador y sus planes de futuro.
Solo hacen falta inquietud y ganas
“Si juzgas a un pez por su habilidad para trepar árboles crecerá pensando toda la vida que es un inútil. Esta frase, atribuida por muchos a Albert Einstein nos recuerda que, en el viaje del aprendizaje, cada estudiante es único, con fortalezas y desafíos que los hacen especiales”, así comienza el vídeo de presentación de La píldora de Leire, una app de estudio interactivo que se adapta a las necesidades de aprendizaje de cada estudiante y evoluciona conforme a él.
Con esta aplicación, explican sus creadoras, el aprendizaje se convierte en una experiencia única y efectiva. Al comenzar, el estudiante realiza un test, y un modelo de machine learning de clasificación determinará tu estilo de aprendizaje predominante entre tres perfiles: visual, lector y social. Conforme se interactúa con la plataforma, gracias aun modelo de machine learning no supervisado (aquel que trabaja con datos que no están etiquetados), la aplicación va aprendiendo qué actividades son más efectivas para el aprendiz y se va ajustando cada vez más a sus necesidades, gustos y sentir. También dispone de un chatbot con ChatGPT 3.5 resuelve dudas y se ocupa del bienestar emocional del estudiante.
La píldora de Leire se hizo con el primer premio en la categoría senior de Hack4Edu, “una experiencia increíble sobre todo por la posibilidad de trabajar en equipo y de ofrecer una propuesta de valor en el mundo de la educación”.
Gabriela, Susana, Verónica, Alicia y Paloma son estudiantes del bootcamp de inteligencia artificial de Factoría F5, un curso intensivo de 1.250 horas, semipresencial y 100% gratuito, dirigido a personas en situación de vulnerabilidad. Provenientes de muy diferentes contextos laborales (Gabriela es diseñadora gráfica, Susana era coach y Verónica enseñaba química) solo Alicia había tenido contacto previo con el mundo de la tecnología. Sin embargo, todas tenían algo en común: muchas inquietudes y, sobe todo, ganas. Muchísimas ganas.
“Yo nunca he tenido muy claro a qué quería dedicarme profesionalmente. Eso sí: siempre he sido muy inquieta y me ha gustado mucho aprender, conocer cosas diferentes y experimentarlas. Después de la pandemia, que tuve un parón profesional, me dio por hacer un curso de introducción al Scratch. Me gustó y empecé a tantear esta parte tecnológica. Yo, de informática, absolutamente nada”, nos cuenta Susana.
Verónica, química de formación, daba clases particulares y en academias: “Yo estudié química en su día. Me interesan muchas cosas diferentes y he hecho cosas muy diferentes. Al final, la vida me ha llevado sobre todo al mundo de la educación y he estado dando clases, tanto particulares como en una academia. Ya, al final, el instituto. Siempre me ha gustado mucho la tecnología y el mundo de los ordenadores, pero nunca he hecho nada relacionado. En la pandemia hice un curso de Big Data que me encantó. Y bueno, ya buscando más cursos, encontré el de Factoría [F5] y bueno, pues me gustaría enfocarme a este mundo porque me encanta”.
Gabriela, diseñadora gráfica, llegó a España desde Perú. Mientras esperaba sus papeles para poder trabajar comienza a formarse: “Conocí el curso a través del campus Cáritas, mientras daba un curso sobre innovación tecnológica. Yo no sabía nada de inteligencia artificial ni de programar ni nada. Pero me metí y estoy encantada. Quería hacer un cambio a nivel laboral porque en el mundo del diseño gráfico hay ya mucha competencia”.
Alicia, que llegó a España en 2022, es la única que había tenido contacto previo con el mundo de la informática: “Yo hice un curso de programación en 2019 y estuve trabajando en soporte técnico de software. Siempre me gustó la tecnología en general. Yo he estudiado muchas cosas, o mejor dicho, he empezado a estudiar muchas cosas, pero nunca terminé nada. Y estando acá en España, mientras esperaba que salieran mis papeles, me puse a investigar un poco de análisis de datos y me hice un curso online de Coursera sobre eso. Me gustó mucho, pero a la vez veía que no era suficiente para encontrar un trabajo, como que había muchas más cosas por ver en esa área. .Así, me puse a buscar información, pero encontraba con que, en general, las formaciones eran de posgrado o de máster, y bueno, algún bootcamp, pero pocos y que salían carísimos, o sea, totalmente inaccesibles para mí. Y me encantaba, pero me encontraba con todos esas limitantes. A la vez, veía que todas las ofertas de trabajo pedían formación universitaria. Un día le pregunté a ChatGPT a ver qué podía estudiar relacionado y me recomendó Factoría [F5], y cuando vi que era un bootcamp de inteligencia artificial, que estaban abiertas las inscripciones… todo cuadraba. No lo podía creer. Y bueno, me anoté y recontenta”.
Sin miedo
El hecho de venir de contextos tan diversos ha sido una ventaja a la hora de desarrollar la aplicación. Por ejemplo, la experiencia docente de Verónica, para desarrollar las píldoras, o la de coach de Susana, para crear toda la parte socioemocional de la aplicación, se han unido a los conocimientos informáticos de Alicia y el diseño gráfico de Gabriela. Es la riqueza de los equipos multidisciplinares que se forman en Hack4Edu.
Ahora trabajan en el desarrollo de la aplicación, mientras apuran sus últimas semanas en el bootcamp. Sus planes de futuro pasan por trabajar en el sector, preferentemente aplicando también sus conocimientos adquiridos a lo largo de la vida en otras disciplinas. También les encantaría ver terminada y funcionando La píldora de Leire.
Terminan con un consejo unánime dirigido a todas aquellas chicas que estén interesadas en incursionar en este campo de la tecnología y la inteligencia artificial: que no tengan miedo, que se aventuren. Que si tienen, aunque solo sea un poquito de curiosidad, que se lancen.
La inclusión de las mujeres en tecnología no es solo una cuestión de igualdad de género, sino una necesidad imperante para el desarrollo de soluciones tecnológicas más completas, equitativas y representativas de nuestra sociedad diversa. Es hora de que todos —instituciones educativas, empresas, gobiernos y la sociedad en general— trabajemos juntos para cerrar la brecha de género en STEM y asegurarnos de que el futuro de la tecnología sea tan diverso como el mundo que busca mejorar.
La historia de Gabriela, Susana, Verónica, Alicia y Paloma es una inspiración para todas aquellas personas, especialmente mujeres, que consideran que el mundo de la tecnología y la programación está fuera de su alcance. Nos recuerda que con determinación, curiosidad y el apoyo adecuado, es posible romper barreras y reescribir nuestras historias, independientemente de nuestro punto de partida.