La educación, en su forma tradicional, enfrenta uno de los desafíos más profundos de su historia: redefinirse en un mundo impulsado por la tecnología. En este contexto, la inteligencia artificial (IA) se configura como un elemento disruptivo, que cuestiona los paradigmas actuales pero, a la vez, ofrece herramientas para transformarlos. El Foro TELOS 2024 ha invitado a tres figuras clave del ámbito educativo y tecnológico –Charles Fadel, Nieves Segovia y Miguel Costa–, quienes, moderados por Magdalena Brier, directora general de la Fundación ProFuturo debatieron sobre el impacto de la IA en la educación, analizando su potencial como herramienta para alcanzar una enseñanza más inclusiva y humana.
Hay que rediseñar la educación para la era de la IA
Charles Fadel, fundador del Center for Curriculum Redesign, inició el debate con una visión clara y provocadora sobre cómo los sistemas educativos deben adaptarse para responder a la llegada de la IA. De esta manera, comenzó planteando una pregunta que pocas veces recibe la atención que merece: ¿qué y por qué enseñamos? Según él, los sistemas educativos actuales siguen anclados en un modelo del siglo XIX, diseñado para preparar trabajadores para la era industrial. Este modelo, que prioriza la memorización de hechos y la adquisición de habilidades estáticas, se queda corto para los retos del siglo XXI, marcados por cambios rápidos y disruptivos. “No podemos seguir preparando a los estudiantes para un mundo que ya no existe”, afirmó Fadel, destacando la urgencia de replantear los objetivos fundamentales de la educación.
La capacidad de adaptarse y aprender
Para Fadel, en un mundo caracterizado por la volatilidad, la incertidumbre, la complejidad y la ambigüedad, las habilidades más valiosas que los sistemas educativos pueden enseñar a los estudiantes son el aprendizaje continuo y la adaptabilidad. En este contexto, señaló la importancia de “enseñar a aprender”. “Si el mundo está cambiando rápidamente, el mejor regalo que podemos dar a los estudiantes es enseñarles a aprender de forma autodirigida”.
Esta capacidad de aprendizaje autodirigido no solo es crucial para adaptarse a las transformaciones del mercado laboral, donde los empleos de hoy podrían desaparecer mañana, sino también para moverse en una sociedad cada vez más compleja y tecnológicamente avanzada. Así, Fadel argumentó que, al enseñar a los estudiantes a pensar críticamente, a buscar conocimiento y a adaptarse a nuevos contextos, se les está equipando con una herramienta que les será útil a lo largo de toda su vida.
Reevaluación de los contenidos curriculares
Uno de los puntos más contundentes de su intervención fue la necesidad de una reforma radical en los contenidos curriculares. El autor cuestionó la pertinencia de insistir en asignaturas tradicionales como la trigonometría o ciertos enfoques de la historia, mientras disciplinas más actuales como la ciencia de datos, el emprendimiento, la programación o la ética digital siguen siendo tratadas como optativas o marginales.
“La educación debe reflejar las necesidades del presente y del futuro, no las del pasado”, afirmó. Por ello propuso un currículo que integre conocimientos técnicos, que preparen a los estudiantes para manejar las herramientas tecnológicas y científicas más avanzadas; habilidades sociales como la comunicación, la colaboración y la empatía, necesarias para un mundo interconectado, y valores éticos, esenciales para tomar decisiones responsables en un entorno donde la tecnología, incluyendo la IA, puede ser utilizada tanto para el bien como para el mal.
Esta combinación, señaló, no solo aseguraría que los estudiantes sean competentes técnicamente, sino también que estén preparados para enfrentar los dilemas éticos y sociales de un mundo impulsado por la IA.
Personalización del aprendizaje y habilidades humanas
La inteligencia artificial tiene la capacidad de revolucionar la educación al personalizar el aprendizaje de manera sin precedentes. Según este experto, la IA puede analizar datos sobre el rendimiento, los intereses y las necesidades individuales de los estudiantes, y adaptar los contenidos y las metodologías para maximizar su potencial. Esto permite una enseñanza más efectiva, que respeta el ritmo y las capacidades únicas de cada estudiante.
Sin embargo, el fundador del Center for Curriculum Redesign también advirtió sobre los límites de la personalización tecnológica. Si bien la IA puede proporcionar herramientas y datos valiosos, no puede reemplazar la interacción humana, que es fundamental para el aprendizaje. “El aprendizaje es un proceso profundamente social. La tecnología puede ofrecer datos y herramientas, pero la conexión entre estudiantes y profesores es insustituible”, afirmó.
Fadel argumentó que los docentes deben seguir desempeñando un papel central en la educación, no solo como transmisores de conocimiento, sino como mentores que inspiran, motivan y acompañan a los estudiantes en su desarrollo personal y social.
La educación como motor de humanización
Por su parte, Nieves Segovia, presidenta del SEK Education Group, aportó al debate una perspectiva que pone en el centro a las personas, destacando el potencial transformador de la educación como un motor de humanización. Durante su intervención, Segovia reflexionó sobre el papel insustituible del docente, la oportunidad que representa la personalización del aprendizaje y la necesidad de un cambio sistémico que permita que la tecnología enriquezca, en lugar de deshumanizar, el proceso educativo.
El poder de la tecnología: liberar a los docentes para centrarse en lo humano
Para Segovia, la inteligencia artificial (IA) no debe ser vista como un reemplazo del maestro, sino como una herramienta para potenciar su labor. Según ella, el verdadero impacto de la tecnología se logra cuando esta libera a los docentes de tareas repetitivas, administrativas y mecánicas, permitiéndoles enfocar su tiempo y energía en lo verdaderamente importante: su conexión con los estudiantes.
“El maestro ideal no es solo quien transmite conocimientos, sino quien comprende a sus alumnos, conecta con ellos y sabe motivarlos para desarrollar su mejor versión”, afirmó Segovia. Esta visión redefine el rol docente, y en cierta forma lo devuelve a sus orígenes, situándolo como una figura clave en la formación integral del estudiante, no solo en términos académicos, sino también emocionales y éticos.
La presidenta del SEK destacó que, al automatizar procesos como la corrección de exámenes o la generación de informes, la IA puede ayudar a los profesores a recuperar su papel como mentores y guías. Esto, a su vez, tiene un impacto directo en la calidad de la educación, ya que permite que los docentes se concentren en construir relaciones significativas con sus estudiantes, fomentar la empatía y cultivar habilidades fundamentales como el pensamiento crítico y la resolución de problemas.
Es necesario transformar profundamente el sistema
En línea con su enfoque humanista, Segovia resaltó que la IA ofrece una oportunidad sin precedentes para personalizar el aprendizaje. Esta tecnología permite a los docentes adaptar los contenidos, metodologías y estrategias pedagógicas a las necesidades específicas de cada estudiante, considerando su ritmo, intereses y estilo de aprendizaje. Según Segovia, este nivel de personalización no solo mejora los resultados académicos, sino que también aumenta la motivación y el compromiso de los alumnos.
Sin embargo, advirtió que no basta con incorporar tecnología al sistema educativo actual. “No podemos simplemente añadir tecnología a un modelo obsoleto. Es necesario transformar profundamente el sistema, asegurando que cada pieza esté en sintonía con las necesidades actuales”, afirmó. Este cambio implica reimaginar todos los aspectos del proceso educativo, desde el currículo y la evaluación hasta el diseño de los espacios de aprendizaje y la formación de los docentes.
Segovia abogó por un enfoque integral en el que cada componente del sistema esté alineado para responder a los desafíos y oportunidades del siglo XXI. Esto incluye, por ejemplo, la necesidad de desarrollar nuevos marcos curriculares que integren habilidades tecnológicas con valores humanos, así como la creación de espacios de aprendizaje flexibles y colaborativos que reflejen la realidad del mundo laboral y social actual.
Equilibrio entre tecnología y humanidad
En su intervención, Segovia subrayó repetidamente la importancia de mantener un equilibrio entre la tecnología y la humanidad. Para ella, la inteligencia artificial debe ser una herramienta para hacer la educación más humana, no más deshumanizada. “La tecnología debe servirnos, no dominarnos”, señaló, destacando que el verdadero objetivo de la educación no es solo preparar a los estudiantes para el mundo laboral, sino ayudarles a convertirse en ciudadanos plenos, responsables y éticamente conscientes.
Destacó que la educación tiene una misión esencial: formar a personas capaces de contribuir al bienestar de la sociedad, de tomar decisiones informadas y de enfrentar los dilemas éticos que surgen en un mundo cada vez más impulsado por la tecnología. “La educación no debe ser un medio para reproducir desigualdades o fomentar la competencia desmedida, sino un espacio para construir puentes, desarrollar el pensamiento crítico y cultivar la creatividad”, afirmó.
Según la experta, este equilibrio solo puede lograrse si todos los actores del sistema educativo –gobiernos, instituciones, docentes y comunidades– trabajan juntos para garantizar que la tecnología se utilice de manera ética y responsable. Esto incluye educar tanto a los estudiantes como a los profesores en el uso consciente de las herramientas tecnológicas y fomentar una cultura de aprendizaje continuo y colaboración.
Reduciendo la brecha digital y potenciando a los docentes
Por su parte, Miguel Costa, director de Relaciones Institucionales de la Fundación Empieza por Educar, aportó una perspectiva práctica y centrada en la equidad. Costa subrayó la importancia de cerrar la brecha digital, fortalecer la formación docente y mantener expectativas altas para todos los estudiantes, especialmente aquellos en entornos vulnerables. Su perspectiva destacó cómo la tecnología, bien utilizada, puede ser una herramienta poderosa para superar desigualdades y transformar vidas.
La brecha digital como obstáculo principal
Costa recordó cómo la pandemia de COVID-19 puso en evidencia las profundas desigualdades en el acceso a la tecnología. Millones de estudiantes, particularmente en entornos desfavorecidos, quedaron fuera del sistema educativo al carecer de dispositivos, conectividad o espacios de aprendizaje adecuados en sus hogares. Esta experiencia expuso una realidad ineludible: la innovación educativa no es posible sin antes garantizar que se cubran las necesidades básicas.
“No podemos hablar de innovación educativa si no hemos resuelto primero las necesidades básicas”, afirmó. Para este experto, cerrar la brecha digital es un requisito previo para cualquier esfuerzo de transformación educativa. Esto implica garantizar que todos los estudiantes tengan acceso no solo a dispositivos y conexión a internet, sino también a un entorno propicio para el aprendizaje, con espacios seguros y bien equipados.
Costa destacó que muchas administraciones y organizaciones respondieron rápidamente durante la pandemia, proporcionando dispositivos y recursos a los estudiantes más afectados. Sin embargo, insistió en que estas medidas deben convertirse en políticas estructurales y sostenibles. “La equidad en el acceso a la tecnología no puede ser una solución temporal; debe ser un pilar permanente de los sistemas educativos”, añadió.
Formación docente en competencias digitales
Otro de los puntos clave de la intervención de Costa fue la formación de los docentes. Garantizar el acceso a la tecnología no es suficiente; también es crucial formar a los docentes para que puedan aprovechar plenamente estas herramientas en sus prácticas pedagógicas. Subrayó que la formación docente debe ir más allá del uso técnico de la tecnología y enfocarse en su integración efectiva en el aula. Esto incluye comprender las capacidades y limitaciones de la inteligencia artificial (IA) y desarrollar estrategias para crear experiencias de aprendizaje significativas y atractivas.
“Los profesores no solo deben aprender a usar herramientas tecnológicas, sino también a utilizarlas de manera que motiven a los estudiantes y fomenten un aprendizaje profundo”, señaló. Esto requiere un enfoque en metodologías innovadoras, como el aprendizaje basado en proyectos, el uso de simulaciones digitales y la personalización del aprendizaje mediante herramientas de IA.
Además, la formación docente debe ser continua y adaptativa. “La tecnología evoluciona rápidamente, y los docentes deben estar en constante aprendizaje para mantenerse al día con las nuevas herramientas y enfoques”, afirmó. También destacó la importancia de crear redes de colaboración entre docentes, donde puedan compartir buenas prácticas, recursos y experiencias.
“Cuando combinamos tecnología, formación docente y altas expectativas, ocurren milagros”
Uno de los puntos más inspiradores de la intervención de Costa fue su insistencia en la necesidad de mantener altas expectativas para todos los estudiantes, independientemente de su contexto socioeconómico. Según él, uno de los mayores errores en los entornos vulnerables es subestimar el potencial de los estudiantes y adoptar enfoques pedagógicos menos exigentes. Costa afirmó que, con las herramientas adecuadas y la creencia en sus capacidades, los estudiantes en contextos complejos pueden lograr resultados extraordinarios.
“Cuando combinamos tecnología, formación docente y altas expectativas, ocurren milagros”, afirmó Costa, citando ejemplos de colegios en entornos desfavorecidos que han logrado implementar proyectos innovadores con gran éxito. Entre estos, destacó iniciativas que integran tecnologías avanzadas, como la programación, la robótica y las impresoras 3D, en las aulas. Estos proyectos no solo han mejorado el rendimiento académico de los estudiantes, sino que también han despertado su interés por áreas como la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas (STEM).
Hacia una educación más inclusiva y humana
El Foro TELOS concluyó con un mensaje optimista: la inteligencia artificial no es una amenaza, sino una oportunidad para transformar la educación en un proceso más inclusivo, personalizado y humano. Sin embargo, los ponentes coincidieron en que el éxito de esta transformación depende del compromiso de todos los actores involucrados: gobiernos, instituciones educativas, docentes, estudiantes y comunidades.
“La IA no resolverá por sí sola los problemas de la educación, pero puede ser una herramienta poderosa si se utiliza con responsabilidad y visión”, concluyó Segovia. Por su parte, Fadel añadió que “la educación del futuro no se trata solo de aprender habilidades técnicas, sino de convertirse en un ser humano pleno y adaptable”.
Con las herramientas adecuadas y el compromiso colectivo, la inteligencia artificial puede convertirse en un catalizador para una educación que no solo prepare a los estudiantes para el futuro, sino que también contribuya a construir una sociedad más justa, equitativa y humana.