La irrupción de la inteligencia artificial en el ámbito educativo ha desatado un intenso y apasionante debate. Según un estudio de Impact Research y Walton Family Foundation del que se hace eco en el diario El País, casi dos tercios (el 63%) de los docentes estadounidenses usan ya la inteligencia artificial en sus clases. Este mismo estudio, también documenta, por cierto, que el 84% de los docentes que ha usado ChatGPT consideran que su impacto e la enseñanza es muy positivo.
Aunque el clamor sobre el cambio radical que necesita la educación, proveniente de todos los sectores autorizados, es prácticamente unánime desde hace ya varios años, el desarrollo exponencial de la inteligencia artificial (especialmente las de tipo generativo), está intensificando el debate y precipitando los acontecimientos. Los nuevos sistemas de inteligencia artificial basados en el lenguaje han aprobado exámenes de acceso a cuerpos profesionales de alto prestigio y han aprobado cursos en universidades altamente exigentes. Los docentes en la escuela se quejan de que los resúmenes y los trabajos que encargan a sus estudiantes están hechos usando ChatGPT.
Llegados a este punto, ¿tiene sentido pedir resúmenes a partir de un texto para evaluar su comprensión lectora y su nivel de escritura? ¿O pedirles que redacten un trabajo sobre la revolución francesa que sea una simple narración de acontecimientos llena de fechas y datos? La respuesta es no. ¿No será mejor enseñarles cómo funciona la inteligencia artificialy cómo aprovecharla haciendo un uso crítico de ésta?
La batalla quijotesca contra la tecnología en educación está perdida de antemano. Las nuevas tecnologías no se van a ir a ninguna parte. No van a desaparecer de nuestras vidas. Los sistemas de inteligencia artificial no son el problema. El problema son las tareas e instrucciones que reciben los estudiantes. La educación necesita repensar sus objetivos, prioridades, metodologías y evaluaciones. Para ello, habrá que apelar al pensamiento crítico; la creatividad, la imaginación y la curiosidad; la empatía… Dones todos ellos ajenos a la inteligencia artificial.
El pensamiento crítico: Aprender a preguntar
¿Sabías que sólo el 2% de los alumnos de secundaria sabe distinguir en internet la relevancia de una información? Lo dice un estudio realizado en 18 países de diferentes continentes, reseñado en el informe de la Unesco La inteligencia artificial, ¿necesitamos una nueva educación? Corea del Sur, que detenta el porcentaje más alto de adolescentes con esta capacidad reflexiva, llega a un escaso 5%. En Estados Unidos, la Universidad de Stanford dirigió una investigación en la que probaba el 82% de sus estudiantes de secundaria no sabe distinguir entre contenido informativo y contenido patrocinado. En Argentina, una muestra entre 2.000 adolescentes reconocía que sólo el 5% de ellos analiza la procedencia de la información que aceptan como válida en internet.
El escaso desarrollo del pensamiento crítico no es responsabilidad de las nuevas tecnologías. Las limitaciones de los jóvenes para buscar información y las dificultades para hacerse preguntas, cuestionarse las respuestas, comparar datos y evaluar la procedencia de una información han existido siempre. Lo que sí es nuevo es el acceso ilimitado a ésta y la circulación libre de contenidos falsos y poco o nada contrastado que se hacen pasar por información.
Así, en un mundo que parece tener todas las respuestas, ¿cómo hacer las preguntas adecuadas? Cuestionarnos las cosas, nos ayuda a desafiar nuestras suposiciones y a entender el mundo que nos rodea. Desgraciadamente, la tradición educativa suele priorizar las respuestas frente a las preguntas. Sobre todo, aquellas basadas en la memoria y en la repetición. Y ese es el primer gran giro que tiene que dar la educación. La escuela deberá enseñar a formular preguntas de nivel superior. Preguntas que no se contestan con un dato o una fecha aprendidas de memoria. Preguntas que no empiezan por un qué, dónde, cuándo o quién. Sino preguntas que requieran análisis de varios argumentos o perspectivas, que requieran cuestionar las propias ideas y formular nuevas preguntas.
Creatividad: una necesidad al alza
Aunque suele asociarse al arte, la creatividad puede manifestarse en diferentes ámbitos de la vida: por ejemplo, en la ciencia es una habilidad fundamental; al igual que en el mundo de la empresa y el emprendimiento; por no hablar de nuestra vida diaria, donde a veces necesitamos de soluciones creativas para dar respuesta a problemas de lo más prosaico y cotidiano.
A pesar de lo que suele creerse, la creatividad no es un don del que sólo se benefician algunas personas elegidas. No hay que nacer con ella y, como casi todo, puede desarrollarse a través de la educación. Una obra del máximo interés publicada en el 2017 por Fundación Telefónica, con el título “escuelas creativas” nos muestra cómo lo creativo puede convertirse en el eje que vertebre toda actuación de un centro.
Empatía para una sociedad más justa y compasiva
En la nueva sociedad de la información, más polarizada, diversa, compleja y cambiante que nunca, la empatía es una habilidad crucial pues nos permite comprender y respetar las diferencias culturales y sociales; también es esencial para la resolución de conflictos pues facilita la búsqueda de soluciones equitativas y satisfactorias para todas y todos. Por eso, educar a las personas para sentir empatía desde la infancia es crucial para la consecución de una sociedad más justa y compasiva. Por eso, para una institución tan referente respecto de la innovación social, como es Ashoka, una escuela es transformadora si brinda un entorno que permite a los estudiantes crecer como agentes de cambio: niños y jóvenes con las habilidades y la confianza para cambiar el mundo para el bien de todos. Y eso únicamente se consigue con una “técnica socioemocional” sencilla de describir pero compleja en su desarrollo grupal: la empatía
Una ciudadanía digital básica para nuestra existencia
Aunque es un concepto en permanente construcción, la ciudadanía digital son las competencias que un ciudadano o ciudadana necesitan para poder existir en esta era de la hiperconexión. Eso implica competencias para discriminar información, para comunicarse, para autocuidarse, para crear en un espacio completamente diferente o para democratizar la información. Estos son pilares fundamentales que deben trabajarse desde los primeros años escolares.
La educación necesita una alfabetización digital que forme a docentes y estudiantes a fin de que identifiquen, comprendan y respondan a los nuevos problemas que plantea el mundo digital.
Los nuevos desafíos educativos
¿Qué debe, por tanto priorizar la educación? ¿Cuáles son los desafíos educativos hoy, ante el empuje constante de las innovaciones tecnológicas? Esto es lo que propone la Unesco en su informe:
1.Enseñar a ser siempre mejores que las máquinas. De lo contrario, será́ la inteligencia artificial la que decida. Y ya hemos visto ejemplos de lo que sucede cuando el sistema toma decisiones por nosotros.
2. Enseñar a trabajar en equipo con la inteligencia artificial. Hoy se habla de formar a los estudiantes como “copilotos”. Es lo que muchos llaman “inteligencia sincronizada” al servicio de un mundo mejor. Complementarse: la IA puede aportar la memoria y la acumulación de información. Pero las personas son quienes la analizan, seleccionan, evalúan y la convierten en conocimiento.
3. Enseñar a construir argumentos. La escuela debe enseñar a los alumnos la importancia de comparar fuentes que encuentran en Internet e incluir aquellos textos que no necesariamente concuerden con su posición personal, de modo que los obligue a salir de su zona de confort. Que aprendan a escuchar y valorar puntos de vista contrarios a los propios, sabiendo que ello puede generar nuevas y mejores ideas. La educación debe quebrar las “burbujas digitales” que mantienen a las personas dentro de sus creencias, opiniones e ideas. Porque estas burbujas sólo conducen a la fragmentación y a la polarización.
4. Enseñar a pensar. Un objetivo fundamental para la educación (que no es nuevo, pero hoy se ha convertido en urgente) es dejar de privilegiar la memorización de datos y no convertir la acumulación de información en la principal consigna de la tarea escolar. La IA cuenta con una memoria superior a la humana. Acumula información a gran escala. Y lo hace mejor que las personas. La educación necesita ir más allá́ de la información. Por un lado, para analizar si los contenidos que ofrece la IA son completos, erróneos, confiables o falsos. Por el otro, a fin de utilizar esos datos como un insumo para formular a partir de ellos, preguntas de nivel superior, que promuevan la reflexión y exijan el ejercicio del pensamiento crítico.
5. Enseñar a participar. Los jóvenes necesitan poder actuar y sentir que sus acciones cuentan. Internet ofrece múltiples oportunidades para participar en la vida pública de la comunidad. La educación debe fortalecer la habilidad de los estudiantes para resolver problemas y participar.
6. Enseñar a ser creadores de contenidos. Con Internet, aparecen nuevos espacios para que todos puedan hacer escuchar su voz. Los estudiantes que crean contenidos en un entorno digital a partir de sus intereses e inquietudes, tienen la oportunidad de interactuar con audiencias ilimitadas, aprenden a colaborar con públicos que no conocen y entran en contacto con una gran diversidad de ideas. Enseñar a ser consumidores críticos, curadores comprometidos y productores creativos de contenidos en el mundo digital es también un desafío esencial y específico de la educación hoy.
La inteligencia artificial nunca reemplazará a la escuela, ni al docente, ni a la enseñanza. Pero éstos deben asumir su cambio de papel y aportar un valor agregado. Cambiar metodologías obsoletas y viejas consignas. Dejar de privilegiar la memoria meramente retentiva. En suma, dejar de competir con la inteligencia artificial en lo que ésta hace mejor y empezar a centrarse en lo que debemos hacer, pues lo verdaderamente importante nunca podrá ser tarea de máquinas.
Imagen de portada: Freepick.