Una nueva educación para una nueva era
Vivimos en un mundo completamente diferente al que habitábamos hace tan solo unas décadas y los retos a los que nos enfrentamos hoy (y a los que nos enfrentaremos en el futuro) son, también, sustancialmente diferentes: cambio climático y pérdida de biodiversidad, acentuación de las desigualdades económicas y sociales, violación de los derechos humanos universales, incremento de la violencia social y geopolítica… La situación actual es ciertamente preocupante, pero ¿podemos cambiarla?
La UNESCO cree que sí. ¿Cómo? A través de la educación; y por eso ha puesto en marcha una iniciativa para “replantear la manera en la que el conocimiento y el aprendizaje pueden conformar el futuro de la humanidad y del planeta”.
Su directora general, Audrey Azouley, lo expresa así: la humanidad está viviendo una época excepcional donde no es posible seguir actuando de la misma manera, por lo que es necesario transformar el futuro y cambiar el rumbo “forjando un nuevo contrato social para la educación […] que repare las injusticias, al tiempo que transforma el futuro”.
Las bases de este nuevo contrato social se establecen en el informe Reimaginar juntos nuestros futuros, elaborado por la Comisión Internacional sobre los futuros de la educación de la UNESCO, y que es el resultado de dos años de trabajo y de un proceso de consultas en el que han participado, aproximadamente, un millón de ciudadanos de 45 países.
Una educación atrapada entre promesas pasadas y futuros inciertos
El informe inicia con una reflexión sobre la situación actual de la educación y los avances logrados en los últimos 50 años y concluye que, actualmente, la educación se encuentra acorralada entre promesas pasadas y futuros inciertos.
Por un lado, a pesar de este notable progreso en la ampliación de las oportunidades educativas en las últimas décadas, el acceso a una educación de alta calidad sigue sin ser completo y equitativo, como confirman algunos datos:
- A nivel mundial hay 262 millones de niñas, niños y jóvenes que no tienen acceso a la educación.
- Cerca de 617 millones de niñas, niños y jóvenes no cuentan con los conocimientos básicos para leer un texto o hacer operaciones básicas de cálculo. Una cantidad alarmante si se considera que casi duplica a la población actual de Estados Unidos.
- En regiones como el África Subsahariana, el 40 % de las niñas no terminan la educación secundaria.
- Alrededor de cuatro millones de niñas, niños y jóvenes en calidad de refugiados no pueden asistir a la escuela ni tomar clases en línea.
La pobreza continúa siendo un factor determinante en el acceso a las oportunidades educativas e intensifica las desigualdades en el caso de las mujeres, las personas discapacitadas, las que viven en situaciones de inestabilidad y conflicto y los marginados por su origen étnico, idioma o ubicación remota.
Por otro lado, a medida que nos acercamos a mediados de siglo, el tipo de educación que necesitaremos dependerá́, en gran medida, de la idea que nos hagamos del mundo de 2050, cuyos desafíos principales ya se han citado al inicio de este artículo, que plantea un escenario de incertidumbres a las que la educación deberá dar respuesta.
El antiguo contrato social
El contrato social para la educación establecido en los siglos XIX y XX fundó el aprendizaje en los siguientes principios:
- Prioridad a los logros individuales. La educación se consideraba un proyecto pedagógico arraigado en las lecciones impartidas por los profesores dentro de la estructura de las clases y aulas que, a pesar del entorno de aprendizaje compartido, daba prioridad a los logros individuales.
- Plan de estudios organizado por asignaturas. La educación se impartía a través de un plan de estudios que se organizaba como una tabla de asignaturas.
- Una práctica docente solitaria. La enseñanza se concibió como una práctica solitaria que dependía de la competencia profesional de un solo profesor para orquestar un aprendizaje eficaz, generalmente dentro de una disciplina.
- Un modelo para todos los contextos. Las escuelas se organizaban según un modelo que presentaba considerables similitudes estructurales, organizativas y de procedimiento, independientemente del contexto.
- Educación por grupos de edad y finita. La educación se organizaba para enseñar a grupos de estudiantes de edad similar en instituciones especializadas que funcionaban a una distancia relativa de sus familias y comunidades, y que terminaban cuando se consideraba que los niños y jóvenes estaban preparados para su vida futura como adultos.
Cinco propuestas para renovar la educación
Si durante el siglo XX, la educación pública buscaba esencialmente apoyar los esfuerzos de desarrollo a través de la escolaridad obligatoria de niñas, niños y jóvenes, hoy debemos reimaginar sus objetivos para afrontar los retos actuales de la humanidad. Esto significa:
- Reforzar la educación como un proyecto púbico, un compromiso social compartido, como uno de los derechos humanos más importantes y una de las responsabilidades más relevantes de los estados y los ciudadanos.
- Educar ciudadanos que promuevan los derechos humanos, desarrollando en ellos las capacidades que hacen que los estudiantes sean pensadores y personas que actúan autónoma y éticamente. Esto significa equipar a los estudiantes para colaborar con otros y desarrollar su poder de actuar, responsabilidad, empatía, pensamiento crítico y creativo, y una gama completa de habilidades sociales y emocionales.
¿Cómo podemos llevar a la práctica este nuevo contrato social que promueva el derecho a la educación y refuerce este derecho como un bien común y un proyecto público que aumente nuestra capacidad para asistir al otro y cooperar? El informe formula cinco propuestas y líneas de acción que resumimos a continuación:
- Pedagogías cooperativas y solidarias. La pedagogía debería organizarse en torno a los principios de cooperación, colaboración y solidaridad. Debería fomentar las capacidades intelectuales, sociales y éticas e los alumnos, para que puedan trabajar juntos y transformar el mundo con empatía y compasión. Al mismo tiempo, hay que “desaprender” la tendenciosidad, los prejuicios y las divisiones. Consecuentemente, la evaluación competencial debería reflejar estos objetivos pedagógicos, de tal modo que se promuevan un crecimiento y un aprendizaje significativos para todos los alumnos.
- Planes de estudio interdisciplinares y con foco en la ecología y la interculturalidad. Los planes de estudio deberían poner el acento en un aprendizaje ecológico, intercultural e interdisciplinario que ayude a los alumnos a acceder a conocimientos y a producirlos, desarrollando al mismo tiempo su capacidad para criticarlos y aplicarlos. Los planes de estudio deben adoptar una comprensión ecológica de la humanidad que reequilibre la forma en la que nos relacionamos con la Tierra, teniendo en cuenta que es un planeta vivo y nuestro único hogar. Es importante frenar la difusión de información errónea mediante una alfabetización científica, digital y humanística que refuerce la capacidad de distinguir la información contrastada y veraz de la manipulada y tendenciosa. En los contenidos, métodos y políticas de educación deberíamos promover la ciudadanía activa y la participación democrática.
- La docencia como profesión colaborativa y figura central de la transformación educativa y social. La enseñanza debería seguir profesionalizándose como una labor colaborativa en la que se reconozca la función de los docentes como productores de conocimiento y figuras clave de la transformación educativa y social. La labor de los docentes debería caracterizarse por la colaboración y el trabajo en equipo. La reflexión, la investigación y la creación de conocimientos y nuevas prácticas pedagógicas deberían ser parte integrante de la enseñanza. Esto significa que hay que respaldar la autonomía y la libertad de los docentes, y que estos deben participar plenamente en el debate público y en el diálogo sobre los futuros de la educación.
- Proteger y transformar las escuelas. Las escuelas deberían ser lugares educativos protegidos, ya que promueven la inclusión, la equidad y el bienestar individual y colectivo, y también deberían reimaginarse con miras a facilitar aún más la transformación del mundo hacia futuros más justos, equitativos y sostenibles. Las escuelas deben ser sitios que reúnan a grupos diversos de personas, ofreciéndoles desafíos y oportunidades que no existen en ninguna otra parte. Hay que aportar las modificaciones necesarias a las arquitecturas, los espacios, los horarios y las agrupaciones de alumnos de las escuelas. Las tecnologías digitales deberían tener como objetivo reforzar las escuelas y en ningún caso sustituirlas. Las escuelas deberían forjar los futuros a los que aspiramos garantizando los derechos humanos y convirtiéndose en ejemplos de sostenibilidad y neutralidad en carbono.
- Oportunidades educativas a lo largo de la vida y en todos los entornos. Deberíamos disfrutar y acrecentar las oportunidades educativas que surgen a lo largo de la vida y en diferentes entornos culturales y sociales. Las personas deberían tener oportunidades educativas significativas y de calidad, a lo largo de toda su vida. Deberíamos conectar los lugares naturales, físicos y virtuales de aprendizaje, aprovechando al máximo las mejores características de cada uno. Los principales responsables son los gobiernos, cuya capacidad de financiación y regulación pública de la educación debería fortalecerse. Es necesario ampliar el derecho a la educación, a fin de que sea permanente y abarque el derecho a la información, la cultura, la ciencia y la conectividad más allá de la enseñanza institucional y reglada.
Tenemos claro que la civilización actual se encuentra en un punto de inflexión, de un momento histórico de “cambio de paradigma”. Que debemos transformar nuestra forma de concebir y estar en el mundo y que el conocimiento y el aprendizaje se configuran como los elementos centrales de esa renovación. Pero ¿cómo lo hacemos? ¿Cómo llevar a la práctica los principios y propuestas que propone este informe? La Comisión autora cree que “cada alumno, ciudadano, educador y padre tiene el potencial y la posibilidad de trabajar localmente y de conectarse con otros, para transformar las prácticas, las instituciones y los sistemas educativos”.
De la lectura detenida del texto que se comenta se concluye que se requiere de un compromiso universal, masivo y compartido con el diálogo social, con el pensamiento y la acción política conjunta. Porque el derecho y el deber de participar en la construcción del futuro de la humanidad es de todos y cada uno de sus miembros y necesitamos tener una visión común de los fines públicos que buscamos con la educación.