Pensar fuera de la caja: promoviendo formas innovadoras de pensar y resolver problemas

La respuestas convencionales y la demonización del error son dos bombas de relojería muy destructivas, apuntando directamente a la línea de flotación de nuestros sistemas de aprendizaje. El pensamiento creativo es una de las herramientas fundamentales para luchar contra esta lacra tan instalada en nuestras aulas. En este artículo vemos cómo fomentarlo a través de cuatro iniciativas.

Pensar fuera de la caja: promoviendo formas innovadoras de pensar y resolver problemas

La respuesta convencional

Hace algunos meses, buscando documentación e información para este Observatorio, nos encontramos con una divertida e ilustrativa anécdota, falsamente atribuida al premio Nobel de Física Niels Bohr en sus tiempos de estudiante. Como cuentan en el blog El Adarve del diario La Opinión de Málaga, la historia la “ideó” un gran profesor y docente de esta misma disciplina llamado Alexander Calandra en su libro The Teaching of Elementary Science and Mathematics y gustó tanto que se hizo popular (o viral, como diríamos ahora) tras salir publicada en el semanario The Saturday Review, en 1968.

Desde el mismo momento en el que cayó en nuestras manos, decidimos que debíamos compartirla con nuestros lectores. Su importancia, desde nuestro punto de vista, radica, en que desvela de una forma muy gráfica la importancia del pensamiento creativo. Pero también, y como expresa muy acertadamente el autor del artículo que ha inspirado este “nos lleva a reflexionar sobre la naturaleza de la evaluación de los aprendizajes, sobre las respuestas convencionales que se suele exigir en los exámenes y sobre la necesidad y los riesgos de pensar creativamente”.

Y ahora que hemos creado la expectativa, vayamos a la anécdota que Calandra, su inventor, pone en su narración, en boca de un profesor. Este dice así:

“Hace algún tiempo, recibí la llamada de un colega. Estaba a punto de poner un cero a un estudiante por la respuesta que había dado en un problema de física, pese a que este afirmaba con rotundidad que su respuesta era absolutamente acertada. Profesores y estudiantes acordaron pedir arbitraje de alguien imparcial y fui elegido yo. Leí la pregunta del examen: ‘Demuestre cómo es posible determinar la altura de un edificio con la ayuda de un barómetro”.

La respuesta del estudiante había  sido: “lleve el barómetro a la azotea del edificio y átele una cuerda muy larga. Descuélguelo hasta la base del edificio, marque y mida. La longitud de la cuerda es igual a la longitud del edificio.

El estudiante había puesto patas arriba el sistema con la resolución de su ejercicio, ya que la respuesta era total y absolutamente correcta. Sin embargo, no demostraba su nivel de conocimientos de física. Así, el profesor elegido para el arbitraje decide concederle seis minutos más para responder al problema pero esta vez pidiéndole que en su respuesta debía demostrar sus conocimientos de física.

Después de cinco minutos con la hoja en blanco, el profesor le pregunta si desea marcharse y el estudiante le pregunta que tiene tantas respuestas al problema que su dificultad es elegir la mejor. Al final, la elegida fue: “coja el barómetro y láncelo al suelo desde la azotea del edificio, calcule el tiempo de caída con un cronómetro. Después aplique la formula h=1/2 at2. Y así obtenemos la altura del edificio”. Por supuesto tampoco era la respuesta buscada por el profesor que puso el examen, pero daba la solución al problema y demostraba sus conocimientos de física. Así que, le permitieron abandonar el aula y le dieron la nota más alta.

Sin embargo, el profesor le pidió que le contara sus otras respuestas posibles. “Bueno, hay muchas”, contestó: “Coges el barómetro en un día soleado y mides la altura del barómetro y la longitud de su sombra. Si medimos a continuación la longitud de la sombra del edificio y aplicamos una simple proporción, obtendremos también la altura del edificio.

Otro procedimiento más sofisticado, es atar el barómetro a una cuerda y moverlo como si fuera un péndulo. Si calculamos que cuando el barómetro está a la altura de la azotea la gravedad es cero y si tenemos en cuenta la medida de la aceleración de la gravedad al descender el barómetro en trayectoria circular al pasar por la perpendicular del edificio, de la diferencia de estos valores, y aplicando una sencilla fórmula trigonométrica, podríamos calcular, sin duda, la altura del edificio.

También puedes atarlo a una cuerda y lo descuelgas desde la azotea. Usándolo como un péndulo puedes calcular la altura midiendo su periodo de precisión.

Existen muchas otras maneras, concluyó el estudiante. “Probablemente, la mejor sea coger el barómetro y golpear con él la puerta de la casa del conserje. Cuando abra, decirle: ‘señor conserje, aquí tengo un bonito barómetro. Si usted me dice la altura del edificio, se lo regalo’”.

Por supuesto, el profesor le preguntó si conocía la “respuesta convencional” al problema (esa podéis preguntársela a ChatGPT). Y dijo que sí, pero que durante sus estudios, sus profesores habían intentado enseñarle a pensar.

Las respuestas unívocas y convencionales, esas que se piden en los exámenes, castigando la creatividad del que intenta dar al problema una solución diferente, han hecho un gran daño a la educación. Casi tanto, como la demonización del error.

Vivimos en un momento en el que los procesos de pensamiento se están volviendo cada vez más importantes para aprender y para vivir: la capacidad de reflexionar, ser flexibles y adaptarnos. La inteligencia artificial puede resolver ecuaciones, analizar cantidades ingentes de datos y ofrecernos información que alguien ha introducido previamente en sus sistemas. Ahora, ya puede ofrecérnosla utilizando un lenguaje correcto y estructurado. Pero, siempre va darnos una respuesta que existe. La capacidad de crear aún no se encuentra entre sus competencias. Y si no, pidámosle que nos halle la altura del edificio con la ayuda de un barómetro.

Las respuestas unívocas y convencionales, esas que se piden en los exámenes, castigando la creatividad del que intenta dar al problema una solución diferente, han hecho un gran daño a la educación. Casi tanto, como la demonización del error.

¿Cómo podemos enseñar pensamiento creativo a nuestros estudiantes? ¿Cómo enseñarles a ir más allá de la respuesta obvia y consensuada?

Visibilizar la creatividad

El proyecto «Making Creativity Visible» es una iniciativa desarrollada por el Columbus Museum of Art con el objetivo de fomentar la creatividad en el aula. Este proyecto proporciona recursos para educadores, familias, estudiantes y profesionales de museos para profundizar en la importancia de la creatividad. A través de una variedad de recursos y herramientas, se busca inspirar la enseñanza del arte y promover el pensamiento creativo entre los estudiantes. Por ejemplo:

  1. Recursos para docentes: chispas que encienden la creatividad de los estudiantes, desafíos y recursos para promover la creatividad en el aula.
  2. Observar, Describir, Interpretar, Demostrar: Instrucciones paso a paso para aplicar la rutina de pensamiento crítico principal del Columbus Museum of Art para analizar cualquier cosa.
  3. Hablando con los niños sobre su arte: las ideas que la han inspirado, el contenido de lo que ha hecho, los procesos que ha seguido, los materialñes que ha usado… hay mil consejos para profundizar el aprendizaje al hablar con niños sobre su arte.
  4. Rúbrica Pensando Como un Artista (PDF): Atributos de la creatividad en el aula que sirven de referencia a estudiantes y docentes.

Diseña para el cambio: siente, imagina, haz y comparte

Design for Change es una iniciativa que potencia la creatividad y la capacidad de acción en los niños alrededor del mundo, basándose en el marco de trabajo FIDS: sentir, imaginar, hacer, compartir (por sus siglas en inglés). Esta iniciativa empodera a los niños para que observen problemas en su entorno (sientan), piensen en soluciones innovadoras (imaginen), implementen esas soluciones (hagan) y luego compartan sus experiencias y resultados con el mundo (compartan). Este proceso no solo resuelve problemas reales sino que también inculca en los niños la creencia en su capacidad de generar cambios positivos.

Utilizan herramientas y recursos educativos basados en su metodología que incluyen guías, kits de herramientas, y recursos digitales que ayudan a los estudiantes a identificar problemas, idear soluciones, llevar a cabo sus ideas y compartir sus historias de cambio con una audiencia más amplia. Estos recursos están diseñados para ser accesibles y fáciles de usar, permitiendo a educadores y estudiantes de todo el mundo participar en el movimiento​.

Las cuatro Cs: cultivando capacidades creativas y cívicas

El proyecto «Cultivating Creative & Civic Capacities» es una colaboración de investigación y práctica de tres años entre el Columbus Museum of Art y Project Zero de Harvard. El objetivo del proyecto, profundamente documentado y basado en investigación científica, es desarrollar en los jóvenes disposiciones hacia la resolución creativa de problemas, la comprensión de matices, la imaginación y la empatía, en el contexto de desafíos contemporáneos como la diversidad humana, los avances tecnológicos y la sostenibilidad ambiental. Trabajan directamente con estudiantes a través de la colaboración con educadores, utilizando el arte y otras herramientas creativas para fomentar estas capacidades​, y disponen de numerosos recursos para llevar sus ideas y conceptos a la práctica en el aula.

El club de los ciudadanos globales

“La educación tiene la responsabilidad de estar a la par de los desafíos y las aspiraciones del siglo XXI y de promover los tipos correctos de valores y habilidades que llevarán a un crecimiento sostenible e inclusivo y a una vida pacífica juntos”. Son palabras de Irina Bokova Directora General de la Unesco, poniendo el acento en la necesidad de enseñar habilidades para un mundo nuevo con nuevas necesidades.

El Club 2030 es una iniciativa educativa que fomenta el pensamiento creativo en niños y niñas a través de la participación en misiones enfocadas en los Objetivos de Desarrollo Sostenible. A través de actividades lúdicas y digitales, los estudiantes aprenden sobre ciudadanía global, sostenibilidad, y colaboración. Este programa, creado por ProFuturo y Educación para Compartir, proporciona a docentes herramientas y recursos para integrar estas competencias clave en el aula, promoviendo así una educación que prepara a los estudiantes para los retos globales actuales.

La IA siempre va darnos una respuesta que ya existe. La capacidad de crear una idea de la nada aún no se encuentra entre sus competencias.

Con su foco puesto en el pensamiento creativo, todas estas iniciativas fomentan también el pensamiento crítico, la colaboración y la empatía, y promueven la conciencia global y la responsabilidad social, preparando a los estudiantes para enfrentar retos contemporáneos con soluciones innovadoras y sostenibles.

Dejemos de llenar las mentes de nuestros estudiantes con respuestas predefinidas y démosles espacio para que broten sus propias ideas. Dejemos de penalizar el error y celebrémoslo como un primer paso indispensable hacia el descubrimiento y la innovación. Desafiemos a nuestras niñas y niños a ir más allá de lo obvio y a cuestionar el statu quo.

Es solo un barómetro pero revela la esencia misma de la educación: enseñarnos a pensar.

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