Cinco claves que convierten la enseñanza en arte

La enseñanza es un arte tan antiguo como la humanidad y, sin embargo, seguimos preguntándonos qué hace que funcione de verdad. Todos hemos tenido clases que parecían eternas y otras que nos cambiaron la forma de ver el mundo. ¿Cuál es la diferencia entre la clase más larga y aburrida de la historia y aquella capaz de encender esa chispa que lo cambia todo? La OCDE ha encontrado cinco claves que pueden ayudar. Las vemos en este post.

Cinco claves que convierten la enseñanza en arte

La educación se suele debatir en términos de presupuestos, currículos o tecnologías. Pero detrás de todo eso, lo que realmente cambia la vida de los estudiantes (y con ella, el rumbo de las sociedades) es algo mucho más elemental: la calidad de la enseñanza. Dentro de las escuelas, ningún otro factor influye tanto en el aprendizaje como lo que ocurre entre un docente y sus alumnos. Un buen profesor puede abrirnos caminos inesperados; un mal profesor, cerrarnos puertas que tardan años en reabrirse.

Clave enseñanza calidadEl nuevo informe Claves para una enseñanza de alta calidad, publicado por la OCDE, y traducido y adaptado al castellano con la colaboración de SUMMA y la Universidad de Chile, parte de esta premisa tan sencilla. La enseñanza no es solo un vehículo de transmisión de conocimiento: es el corazón mismo de la educación. Pero también es una tarea atravesada por retos contemporáneos nada triviales. Tras la pandemia, las desigualdades educativas no han hecho sino crecer, y a ellas se suman la disrupción digital, la irrupción de la inteligencia artificial generativa y la presión socioemocional que sufren los alumnos en un mundo tremenda y crecientemente incierto.

El informe se apoya en sólido cuerpo de evidencia. Sus autores se han centrado en analizar 20 prácticas que apoyan cinco dimensiones clave de la enseñanza de alta calidad. También se ha basado en las aportaciones cualitativas de más de 150 escuelas de 40 países para comprender mejor las complejas realidades de implementar estas prácticas en el día a día de la enseñanza.

Sus autores proponen observar la enseñanza con una mirada matizada: como ciencia, como arte y como oficio. Esa triple condición exige basarse en evidencia sólida, pero también confiar en la creatividad y en el juicio profesional de quienes, cada día, toman cientos de decisiones en aulas reales. Para traducir este enfoque en acciones concretas, los autores han identificado cinco grandes objetivos que sirven de guía: asegurar el compromiso cognitivo de los estudiantes; elaborar contenidos de calidad; proporcionar apoyo socioemocional; fomentar interacciones significativas en el aula, y utilizar la evaluación formativa como motor de mejora continua. En este artículo, hablaremos de esas cinco claves.

La enseñanza de calidad: ciencia, arte y oficio

¿Qué es enseñar? La pregunta parece obvia, pero basta asomarse a un aula para descubrir que la respuesta nunca lo es. La enseñanza no cabe en una fórmula única: es ciencia, porque se apoya en décadas de investigación rigurosa; es arte, porque requiere creatividad para captar la atención de una clase diversa y cambiante; y es oficio, porque se perfecciona con la práctica, la reflexión y el trabajo compartido entre colegas.

El informe de la OCDE insiste en esta triple naturaleza. Como ciencia, la enseñanza se construye sobre evidencia: sabemos, por ejemplo, que la retroalimentación precisa y oportuna puede transformar el aprendizaje de un alumno, mientras que una evaluación mal planteada puede desmotivarlo para siempre. Como arte, la docencia exige intuición: decidir en segundos si conviene detenerse en una explicación o dejar que una pregunta inesperada abra un camino nuevo. Y como oficio, requiere oficio acumulado: rutinas, estrategias y hábitos que no nacen de la improvisación, sino de años de práctica, observación y ajuste fino

Lo más interesante es que estas tres dimensiones no se excluyen, sino que se necesitan mutuamente. La ciencia sin arte se vuelve rígida; el arte sin oficio, caótico; el oficio sin ciencia, repetitivo. La enseñanza de calidad nace justamente de la tensión entre estos polos. Y ahí es, precisamente, donde radica su complejidad: los docentes no aplican recetas únicas. Deben tomar decisiones situadas, adaptadas a cada contexto, a cada grupo, a cada momento.

Ese delicado equilibrio es el que sustenta los cinco grandes objetivos del informe de los que hablaremos a continuación. Cada uno de ellos nos recuerda que enseñar no es elegir entre lo “tradicional” y lo “innovador”, sino aprender a combinar evidencia, intuición y práctica profesional en una coreografía que se ajusta en tiempo real.

La enseñanza no cabe en una fórmula única: es ciencia, porque se apoya en décadas de investigación rigurosa; es arte, porque requiere creatividad para captar la atención de una clase diversa y cambiante; y es oficio, porque se perfecciona con la práctica, la reflexión y el trabajo compartido entre colegas.

Cinco objetivos para transformar la práctica docente

Compromiso cognitivo: aprender con sentido

El aprendizaje no depende solo del tiempo que un alumno pasa en clase, sino del esfuerzo mental que dedica a construir significado. El compromiso cognitivo ocurre cuando los estudiantes no se limitan a escuchar, sino que piensan, cuestionan y aplican lo que aprenden. En este sentido, el informe señala que el esfuerzo sostenido y la metacognición (aprender a aprender) son motores clave del progreso académico.

Plantear preguntas desafiantes, invitar a explicar con palabras propias o diseñar tareas que conecten con la vida real son algunas de las estrategias más efectivas. La evidencia muestra que cuando los alumnos entienden el propósito de lo que estudian, persisten más y aprenden mejor. Un ejemplo: en un colegio de Santiago de Chile, los estudiantes de secundaria analizaron el consumo de agua de sus propios hogares para discutir sobre sostenibilidad. El tema era curricular, pero al vincularlo con su experiencia personal, la motivación y la calidad de las reflexiones se dispararon.

Contenidos de calidad: claridad y rigor

No hay buena enseñanza sin buenos contenidos. La claridad en la exposición, el rigor conceptual y la invitación al pensamiento crítico son esenciales para que el aprendizaje sea duradero. El informe recuerda que la sobrecarga de datos sin estructura ahoga la comprensión. Lo que marca la diferencia es seleccionar ideas fundamentales, organizarlas con lógica y ofrecer ejemplos que las vuelvan memorables.

Las estrategias incluyen el uso de analogías, mapas conceptuales y secuencias progresivas que van de lo simple a lo complejo. La evidencia muestra que los estudiantes retienen más cuando trabajan con conceptos bien organizados y no con listas interminables de hechos. Por ejemplo, en una escuela rural de Colombia, una profesora de ciencias pidió a sus alumnos construir un mural colectivo sobre el ciclo del agua. El ejercicio combinó rigor conceptual con creatividad gráfica, y permitió a los niños discutir en profundidad los procesos implicados en lugar de memorizar fórmulas aisladas que no tardarían en olvidar.

Apoyo socioemocional: enseñar también con el corazón

La enseñanza de calidad no ocurre en el vacío: depende del clima emocional de la clase. Los estudiantes aprenden más cuando se sienten seguros, escuchados y respetados. El informe resalta la importancia de la empatía docente y de promover habilidades blandas como la autorregulación, la resiliencia y la colaboración.

Para ello, algunas estrategias útiles son establecer rutinas claras que den seguridad, fomentar la expresión emocional y ofrecer retroalimentación que combine exigencia y ánimo. La investigación internacional confirma que un clima positivo en el aula reduce la ansiedad, aumenta la participación y mejora el rendimiento académico. Un ejemplo cercano: en una escuela de Lima, los docentes implementaron círculos de diálogo al inicio de la jornada. Bastaban quince minutos de conversación estructurada para que los alumnos comenzaran el día con más confianza y disposición para aprender.

Interacción en el aula: diálogo que construye saber

El aprendizaje avanza cuando el aula se convierte en un espacio de interacción auténtica. Hablar, preguntar, discutir y colaborar son acciones que profundizan la comprensión y desarrollan competencias comunicativas y sociales. El informe subraya que la participación activa de los estudiantes es una de las condiciones más sólidas para mejorar la calidad de la enseñanza.

Entre las estrategias más eficaces para fomentar esta interacción están el trabajo en grupos pequeños, los debates guiados y el uso de preguntas abiertas que estimulan el razonamiento. La evidencia muestra que los alumnos aprenden más cuando tienen que explicar sus ideas a otros que cuando solo escuchan pasivamente. En una escuela de Barcelona, por ejemplo, un profesor de historia transformó una clase magistral en un tribunal simulado: los estudiantes debían defender distintas posturas sobre la Revolución Francesa. La participación fue casi total y las habilidades de argumentación crecieron de forma evidente.

Evaluación formativa: retroalimentación que impulsa

La evaluación no debería ser el punto final del aprendizaje, sino su motor. Como ya hemos explicado en este Observatorio, la evaluación formativa busca ofrecer retroalimentación constante que permita a los estudiantes ajustar sus estrategias y avanzar. Según el informe, la clave está en que la evaluación se convierta en una herramienta de autorregulación y mejora continua,  y no solo en un mecanismo de clasificación.

Las estrategias eficaces de retroalimentación formativa incluyen el uso de rúbricas claras, la coevaluación entre pares y la autoevaluación guiada. La investigación muestra que los alumnos que reciben comentarios específicos sobre cómo mejorar progresan más que aquellos que solo reciben calificaciones numéricas. Un ejemplo: en un colegio de Montevideo, los profesores de lengua pidieron a sus alumnos que revisaran sus ensayos a partir de tres observaciones constructivas dadas por sus compañeros. El resultado fue una mejora notable no solo en la calidad de los textos, sino también en la capacidad crítica y autocrítica de los estudiantes.

Más allá del aula: el papel del contexto y el liderazgo

Por muy inspirada que sea la labor de un docente, la enseñanza nunca ocurre en el vacío. Está condicionada por factores estructurales como el currículo que marca prioridades, los recursos disponibles, la organización del tiempo escolar o el clima institucional que impregna la vida diaria de la escuela. El informe subraya que, si no se atienden estas dimensiones, el esfuerzo individual del profesorado corre el riesgo de diluirse.

En este terreno, los líderes escolares desempeñan un papel decisivo. Su misión va mucho más allá de gestionar horarios o resolver conflictos: los líderes escolares son los encargados de promover las condiciones para que las cinco claves que acabamos de explicar puedan desplegarse en la práctica. Un liderazgo pedagógico sólido ofrece apoyo, promueve la colaboración entre docentes y crea espacios de innovación segura, donde se puede experimentar sin miedo al error.

La enseñanza, en última instancia, es una responsabilidad compartida. Los profesores ponen el cuerpo y la mente en cada clase, pero necesitan sistemas educativos que respalden sus esfuerzos con formación continua, comunidades de práctica y políticas coherentes. La investigación muestra que cuando las escuelas funcionan como equipos, las mejoras docentes se sostienen y se amplifican.

Mirar más allá del aula significa reconocer que la calidad de la enseñanza depende tanto de las decisiones de cada profesor como de la capacidad del sistema para acompañarlo. Solo así, las cinco claves propuestas por la OCDE pueden pasar de del marco teórico a la realidad.

Hacia una enseñanza de impacto

No existen fórmulas mágicas para enseñar bien. Cada aula es un mundo y cada docente, un compendio de intuiciones, conocimientos y experiencias distintas. Lo que sí existen son principios comunes que, aplicados con sensibilidad y constancia, pueden marcar la diferencia. Esta publicación de la OCDE lo sintetiza en cinco claves prácticas que ofrecen un marco flexible que cada escuela y cada profesor puede adaptar a su contexto.

Lo que estas cinco claves nos están diciendo es que la calidad de la enseñanza no depende de hacer cambios revolucionarios, sino de pequeñas mejoras acumuladas. Una pregunta mejor planteada, una retroalimentación más clara, un clima de aula más acogedor… Son ajustes aparentemente modestos, pero la investigación demuestra que tienen un efecto desproporcionado en el aprendizaje. Y lo más alentador: están al alcance de cualquier docente motivado y de cualquier sistema educativo que decida apostar por ellos.

Y ahí es donde la OCDE introduce su llamada a la acción: si queremos que las aulas sean lugares donde los alumnos no solo memoricen, sino que piensen, sientan, interactúen y crezcan, necesitamos políticas que respalden a los docentes, programas de formación continua de calidad y comunidades profesionales que compartan experiencias y aprendizajes. El futuro de la educación se define en ese encuentro cotidiano entre quienes enseñan y quienes aprenden. Y ahí, como recuerda este informe, es donde unas pocas claves bien aplicadas pueden marcar realmente la diferencia.

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