“La conciencia sobre el desarrollo de habilidades digitales ha dejado de ser un tema accesorio en América Latina y el Caribe. Tiene que ser un asunto central. La pandemia lo ha dejado claro y nos exhorta a que trabajemos rápido, redoblemos esfuerzos e invitemos a la sociedad civil. No podemos dejar una generación afectada por un proceso que dejó el aprendizaje desigualmente distribuido por factores como la disparidad de ingresos o la disparidad de conectividad”. Esta declaración de intenciones que la ministra de educación de Colombia, María Victoria Angulo, pronunció en conversación con la directora general de ProFuturo, Magdalena Brier, contiene algunos de los elementos clave de la estrategia de este país latinoamericano para hacer avanzar a su sistema educativo al ritmo que le exige la cuarta revolución industrial y los grandes cambios que esta ha producido en nuestra sociedad. A saber: desarrollo de habilidades digitales y aprendizajes para el futuro, cierre de brechas y esfuerzo colectivo.
Sabemos, por la experiencia de otros países, que la tecnología puede tener un impacto significativo en la educación. Puede, por ejemplo, reducir las brechas de aprendizaje, fortalecer el desarrollo profesional de los docentes, mejorar la eficiencia en la gestión cotidiana y generar y procesar información para mejorar las clases e incluso las políticas educativas (Mateo y Lee, 2020). Sin embargo, para que la tecnología pueda hacer todo esto por la educación, debe formar parte de una reforma integral, más ambiciosa, con otros muchos elementos en juego. Por ejemplo, una visión, única para cada país y compartida por todos los actores del sistema, que ponga, además, la equidad y la inclusión en la base de la estrategia (Mateo y Lee, 2020).
Innovación, sí. Pero innovación con propósito. En este artículo hablaremos del ecosistema de innovación educativa que se está implantando en Colombia, de sus ejes vertebradores y de los programas en los que se concreta.
RECONECTANDO CON LA EDUCACIÓN
Durante la pandemia de COVID-19, 165 millones de estudiantes en ALC quedaron “desconectados” de la educación (BID, 2020). En Colombia fueron casi 10 millones. Ante esta situación, docentes, familias y gobiernos hicieron esfuerzos denodados por mantener los niveles de aprendizaje: webs y plataformas con recursos educativos, clases online, lecciones por radio y televisión, mensajes de texto para enviar deberes.
Sin embargo, a pesar de estos esfuerzos, los datos indican que una gran cantidad de estudiantes ha permanecido ajena a las actividades de aprendizaje, que la mayoría han dedicado la mitad de horas al estudio y, lo que es aún más grave, que muchos de ellos quedarán permanentemente desconectados de la educación y no volverán a matricularse. Esto sucedió porque, hasta que el COVID-19 llegó a nuestras vidas, la presencia de la tecnología en la educación había sido algo meramente testimonial, salvo algunas contadísimas excepciones.
Pero lo cierto es que, con COVID o sin él, los sistemas educativos deben avanzar para afrontar los cambios masivos que llevan ya años transformando nuestras vidas. Esto, que es una realidad en todo el mundo, es aún más cierto en la región de América Latina y el Caribe, donde existen graves desigualdades en el acceso a la educación para una gran parte de la población y donde, además, el parón en los aprendizajes y el riesgo de deserción escolar ponen en riesgo los progresos conseguidos en términos de acceso en las últimas dos décadas.
LOS GRANDES RETOS DE LA AGENDA EDUCATIVA
Así las cosas, ¿cuáles son los grandes retos educativos que debería abordar una estrategia nacional de innovación educativa? ¿Cómo abordarlos?
Brechas educativas, fortalecimiento de los aprendizajes y la cultura de la conectividad
Como consecuencia de las desigualdades ya existentes y de las brechas en conectividad, la pandemia ha aumentado las diferencias entre los estudiantes más favorecidos y los más vulnerables. Por eso es preciso redoblar esfuerzos para cerrar esas brechas. Según María Victoria Angulo, “el uso de la tecnología en la escuela puede ayudar a reducir la brecha digital, pero también la brecha cognitiva”. Para ello, lo primero es avanzar en conectividad. En Colombia, según un informe de la Cepal, solo el 67% de los estudiantes de 15 años tiene conexión a internet, el 62% acceso a una computadora y el 29% a un software educativo. Además, de acuerdo con datos del Ministerios de Educación y el Icfes, analizados por el Laboratorio de Economía de la Educación (LEE) de la Universidad Javeriana, solo el 17 % de los estudiantes rurales colombianos tiene computador e internet.
En la estrategia colombiana, la conectividad se entiende, no solo como la capacidad física de estar conectado a la tecnología, sino, en un sentido mucho más amplio. Así se habla de la “cultura de la conectividad” lo que, en palabras de la propia ministra quiere decir “preparar a todas las comunidades para que entiendan todas las posibilidades que les da la conectividad. Qué significa estar conectado”.
Para ello, el Ministerio de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones, aliado con Educación, va avanzando un proyecto de conectividad rural que espera llegar a más de 14.000 escuelas conectadas en los próximos 10 años.
Además de esto, el país ha desarrollado un ecosistema nacional de innovación educativa formado por programas como Colombia Aprende, un conjunto de plataformas educativas, con más de cuatro millones de usuarios, a las que tienen acceso profesores y estudiantes y a través de la cual pueden acceder a todo tipo de recursos, guías, lineamientos, cursos tipo MOOC, plataforma de trabajo conjunto para docentes… o Aprendizajes para el futuro, una serie de iniciativas para la formación de ciudadanos para el siglo XXI, a través de las cuales los niños aprenden a programar (Coding for kids); se familiarizan con contenidos de Ciencias, Matemáticas, Ingeniería y Tecnología (Enfoque STEM+, 4º Revolución Industrial o EdukLabs) o emprenden acciones orientadas a promover entornos digitales seguros y confiables.
Competencias docentes
Según el estudio de la Universidad Javeriana antes mencionado, el 48% de los rectores de colegios públicos del país considera que sus docentes no tienen las habilidades técnicas y pedagógicas necesarias para integrar dispositivos digitales en la enseñanza. En este sentido, tal y como afirma la ministra de educación, “necesitamos un docente que incorpore la tecnología a su quehacer. Hemos creado un programa que se llama ‘Contacto maestro’ que tiene que ver no solo con que la tecnología nos conecte, sino que nos conecte con empatía”. Así, Contacto Maestro es una plataforma para docentes con información y recursos para que los profesores puedan formarse, conectar con otros docentes y cuidarse. Allí encontrarán una amplia oferta formativa, convocatorias para la investigación y la promoción del conocimiento, redes, mentorías, comunidades de práctica… De esta manera, el maestro será capaz de “hacer mejor su magia”, motivando a los alumnos y haciendo sus clases más divertidas y amenas, a través de nuevos apoyos.
Evaluar para avanzar
La evaluación de la situación actual de todos los elementos del sistema educativo se torna fundamental para saber qué necesitamos y cómo avanzar. Por eso, Colombia acaba de poner en marcha “Evaluar para Avanzar”, una estrategia nacional para mejorar la calidad de los aprendizajes a través de un proceso de evaluación cuyos resultados deben servir de base para generar propuestas curriculares innovadoras y estrategias de acompañamiento que impacten positivamente en las trayectorias de los estudiantes. Además de la evaluación de los estudiantes, esta política pública prevé el fortalecimiento de las capacidades de todos los actores implicados en el proceso educativo (incluidas las familias), el análisis, interpretación y apropiación de los resultados de la evaluación y el desarrollo de planes de fortalecimiento académico y pedagógico basados en esos resultados.
LAS PISTAS DEL CASO COLOMBIANO
Los estudiantes colombianos acaban de regresar a las aulas tras el parón de la pandemia y aún es pronto para evaluar los resultados de una estrategia nacional que también se ha visto bruscamente afectada por la crisis sanitaria. Sin embargo, esta estrategia puede ofrecernos algunas pistas sobre qué características debe tener una política pública que pretenda integrar con éxito la tecnología y la innovación en el sistema educativo de un país:
- Una visión o un propósito: en la base de toda estrategia educativa debe existir una visión clara, derivada del contexto específico de cada país y compartida y consensuada por todos y cada uno de los actores del sistema educativo.
- Equidad e inclusión como principios clave: si la equidad y la inclusión no están en la base de la estrategia, la tecnología aumentará las brechas de acceso y aprendizaje.
- Inversión en conectividad e infraestructura: Como consecuencia de lo anterior, es preciso cerrar la brecha digital, expandiendo la conectividad y la posibilidad de acceso a dispositivos digitales a todos los lugares del país, prestando especial atención a aquellos estudiantes más vulnerables para “igualar la cancha”.
- Formación en habilidades digitales: las habilidades digitales y las competencias 2030 deben ser incluidas en los currículos escolares para que los estudiantes puedan adquirir los conocimientos que necesitan para convertirse en los ciudadanos que la nueva sociedad está demandando.
- Formación y empoderamiento docente: los maestros deben entender, compartir y apropiarse de su nuevo papel como mediadores, analistas, facilitadores y diseñadores de nuevas experiencias de aprendizaje. Para que esto se produzca, las políticas públicas deben entender el importantísimo papel que juega el docente en la nueva educación y proporcionarle oportunidades de formación y desarrollo profesional.
- Evaluación: La tecnología nos facilita la recogida y el análisis de datos para hacer una evaluación y un seguimiento constante de cómo está funcionando el sistema. Saber dónde estamos y qué necesitamos para llegar a donde queremos llegar.
- Alianzas púbico-privadas: las alianzas con los actores privados resultan muy útiles para llegar allí donde lo público no puede llegar. Aprovechar la experiencia, el conocimiento y la cartera de productos ya probados del sector privado, puede amplificar los efectos de las políticas públicas.