Es la palabra de moda. Innovar. Del latín innovare. Según el diccionario de la RAE, mudar o alterar algo, introduciendo novedades. Todas las empresas que se consideran modernas tienen departamentos un departamento innovación que las ayuda a introducir cambios y mejoras significativas en una idea, producto, servicio o proceso, con el objetivo de crear algo nuevo, más eficiente o más efectivo.
En los últimos años, la innovación educativa también se encuentra en boca de todos. Pero, ¿sabemos qué es? La innovación educativa se refiere a la implementación de nuevas ideas, enfoques, metodologías y tecnologías en el campo de la educación para mejorar el proceso de aprendizaje y el rendimiento académico de los estudiantes; y busca transformar la educación tradicional en una experiencia más efectiva, personalizada y atractiva para los estudiantes, permitiéndoles adquirir habilidades y conocimientos de manera más eficiente y significativa.
Actualmente, cada vez son más las fuerzas innovadoras en educación. Docentes, líderes escolares y centros que se plantean un rediseño completo de sus sistemas de aprendizaje. Pero, ¿con qué frecuencia la innovación en las escuelas sigue dependiendo del azar y la casualidad?
Esto es lo que se preguntaron, hace tres años en Alemania, un grupo de personas provenientes del mundo de la educación, con diferentes contextos. Juntos emprendieron una investigación para entender el funcionamiento, los resortes y palancas de la innovación educativa y dar con la receta para conseguir que las escuelas pudieran ponerse en marcha hacia un modelo educativo del siglo XXI. Lo que descubrieron confirmó sus sospechas. La innovación no fluye de forma natural. No existe un entorno en el que todas las escuelas puedan estar al día de cuáles son las buenas prácticas y oportunidades para cambiar su modelo. Por eso, cuando se enfrentan a ella, muchas veces se rinden ante la complejidad de las resistencias.
Para resolver este problema, crearon el Innovation Hub School, una plataforma para empoderara las comunidades docentes y otras fuerzas que quieren innovar y cambiar sus escuelas para innovar con éxito. El Observatorio ha hablado con Till Jaspert, su director general, que nos ha contado en qué consiste su proyecto, cómo trabajan y cuáles son las claves para conseguir que las escuelas lleven a cabo un proceso de innovación exitoso.
Empoderar a las personas: la clave de todo
La transformación del sistema escolar, sobre todo de un centro educativo, no puede venir de fuera. Tiene que venir desde dentro. Como explica Till, a la hora de abordar un proceso de innovación en un centro escolar, tenemos dos tipos de “poblaciones” en las que pensar. Por un lado, la población principal para un proyecto de innovación son aquellas personas que tienen el deseo del cambio. Las que no están satisfechas con el funcionamiento de la escuela, con sus limitaciones…
Por otro lado, tenemos un segundo grupo muy importante en el que también hay que pensar: el resto de la comunidad escolar. Es decir, respecto de este grupo que quiere cambiar las cosas, ¿cómo se posicionan el resto de docentes, los estudiantes, los padres…? ¿Cómo les embarcamos en esta aventura teniendo en cuenta sus miedos y resistencias?
Así, la pregunta clave es ¿cómo gestionamos a estos dos grupos principales que vamos a encontrarnos en cada proyecto?
“Algo que tenemos comprobadísimo es que cuando un consultor asume el rol de project manager, llega a un centro, organiza talleres, define la agenda, facilita esta agenda… la energía la lleva consigo. Y cuando sale del proceso, muchas veces, las personas de dentro de la organización no pueden continuar. Porque la energía la llevas tú, y no ellos.”
Esta percepción les llevó a otra: para que el proceso acabe en implementación, la energía la tienen que llevar las personas dentro de los centros: “Nosotros somos como el guía del guía o el guía del facilitador. Nosotros entrenamos a las personas que luego llevan esta energía, llevan las reuniones, los talleres, etc. a sus centros. Pensamos que esta es la mejor garantía para que la energía se quede realmente en las personas del centro y ellas sean capacitadas para llevar a cabo el proceso.” Esto tiene otra gran ventaja: aumenta mucho la eficiencia en término de número de horas por centro, lo que hace que sea mucho más abordable en costes.
¿Cómo funciona el Innovation School Hub?
Reimaginar el aprendizaje y desarrollar las escuelas es una empresa compleja que no puede abordarse con los métodos clásicos de gestión de proyectos. InnovationHub propone una metodología que combina el Design Thinking, y metodologías AGILE y de gestión del cambio. Esta metodología se compone de cinco etapas:
- Fase de activación. La génesis del proyecto. La definición del reto que queremos abordar. “En esta fase”, explica Till, “tenemos una serie de formatos que sirven, básicamente, para inspirar estos centros y darles las primeras herramientas para definir su proyecto de innovación.” Estos formatos pueden ser, por ejemplo, talleres en línea, en los que algunos centros que ya han llevado a cabo transformaciones profundas vienen a presentar su caso.
- Fase de resonancia. Empatizar con el resto de la comunidad. La resonancia es una fase esencial para empatizar con el resto de la comunidad educativa e involucrarla: los docentes y la dirección del centro, los estudiantes y también los padres, “que pueden ser fuerzas positivas, pero también pueden ser fuerzas muy conservadoras. En esta fase podremos entender dónde se encuentra cada uno de esos grupos; cómo perciben la escuela hoy; qué esperan como docentes, como estudiantes, como padres, que salga de todo esto, y que también puedan contar sus miedos de cara al futuro.”
- Fase de generación de ideas. Ideas que vienen de la inspiración externa, pero adaptadas a nuestro propio centro. “Aquí les ayudamos a identificar centros que ya han implementado modelos disruptivos y las adapten a sus centros, a sus necesidades, a su entorno, a su cultura y a su comunidad. Deben plantearse preguntas como ¿qué nos ha gustado en esto? ¿Que haríamos diferente, ¿que son ideas propias que son más afines a nuestra cultura?
- Fase de hacks y experimentación. “Hoy en día hay muchos ejemplos inspiradores de cómo se están reinventando la escuela y el aprendizaje, pero cada escuela debe encontrar su propio camino. Las grandes ideas suelen encontrar mucha resistencia: la tarea parece demasiado compleja, demasiado amenazadora, demasiado arriesgada. Por eso sugerimos empezar con hacks, pequeños experimentos a escala limitada (por ejemplo, una clase) y en un marco temporal (por ejemplo, unos pocos días o semanas), para probar cómo la escuela y el aprendizaje pueden hacerse de otra manera.”
- Fase de escalamiento. Una vez que hemos probado nuestra idea a pequeña escala, debemos empezar a identificar todos aquellos elementos que nos sirvan para expandir nuestra idea y llevarla a otro nivel: extenderla a toda la escuela.
El índice de la felicidad y el bienestar docente
Hace un año, tres después de su puesta en marcha en Alemania, dieron un salto casi global al proponer una serie de formatos de activación abiertos a escuelas de todo el mundo. El resultado es que se ha conectado escuelas de todo el mundo y de todo tipo de entornos: escuelas internacionales en ciudades privilegiadas que se han conectado con escuelas en África y que juntos han empezado un proceso que Jaspert define como “una oportunidad adicional para detectar pistas frescas de innovación.”
¿Cómo evaluamos el éxito del proceso? “Aún nos enfrentamos al reto de crear una evaluación a escala global de todo lo que está sucediendo en nuestros proyectos”, explica Jaspert, “pero, de momento, nuestro gran activo a la hora de evaluar, es ver cómo se sienten los miembros de la comunidad escolar: los docentes, los alumnos… cuán felices están de estar en ese centro, cómo de motivados se sienten. La motivación intrínseca por aprender, tanto de estudiantes como de docentes, debe ser la métrica fundamental.”