Informe GEM 2025: el papel crítico del liderazgo en la educación

El liderazgo educativo es más que una función meramente administrativa: es el motor que impulsa la transformación de los sistemas escolares y, consecuentemente, de la sociedad. Desde la dirección de escuelas hasta la formulación de políticas nacionales, los líderes educativos tienen un impacto profundo en la calidad de los aprendizajes, la inclusión y la cohesión social. Sin embargo, su potencial se ve limitado por desafíos como la falta de preparación, procesos de selección sesgados y recursos insuficientes. En este artículo vemos cómo un liderazgo educativo efectivo puede construir un futuro donde la equidad y la calidad sean pilares fundamentales de la educación global.

Informe GEM 2025: el papel crítico del liderazgo en la educación

Mucho se ha dicho acerca de la influencia de los docentes en los resultados de aprendizaje de sus alumnos. Sin embargo, el papel de los líderes escolares, y su impacto indiscutible en la calidad de la educación, aunque sobradamente apoyado por la evidencia, suele estar en un segundo plano, a pesar de su importancia. La UNESCO, consciente de su importancia, ha dedicado su nueva edición del informe GEM a tratar esta cuestión.

Más allá de la gestión: los líderes como motor de transformación

¿En qué pensamos cuando  pesamos en un líder escolar? Seguramente, la mayoría visualizará a un director o directora supervisando las operaciones diarias de una escuela: asignando horarios, gestionando presupuestos, resolviendo problemas administrativos o tomando decisiones disciplinarias. Sin embargo, esta imagen, aunque parcialmente acertada, no refleja la profundidad y complejidad del liderazgo educativo.

El liderazgo educativo va mucho más allá de la gestión operativa o administrativa de una institución escolar. No se trata solo de asegurarse de que los recursos estén disponibles o de que las tareas del día a día se cumplan, aunque estas funciones son importantes. En esencia, el liderazgo educativo implica una capacidad transformadora: un proceso en el que los líderes no solo organizan, sino que inspiran, movilizan y empoderan a las personas que forman parte de la comunidad educativa, desde docentes y estudiantes hasta familias y personal de apoyo.

Es un proceso dinámico de influencia social que moviliza a equipos, comunidades escolares y sistemas hacia objetivos compartidos. Los líderes educativos establecen visiones claras, promueven innovaciones pedagógicas, fomentan ambientes inclusivos y manejan recursos estratégicamente. En este sentido, son piezas clave para superar desigualdades educativas y abordar desafíos globales como el impacto de la digitalización, los efectos de la pandemia o la adaptación al cambio climático.

El impacto del liderazgo educativo es evidente: según el informe, las escuelas con líderes efectivos tienden a mostrar mejores resultados académicos, mayor cohesión social y niveles más altos de inclusión. Pero, ¿en qué se fundamenta un buen liderazgo educativo? ¿Qué desafíos se encuentran quienes ejercen ese liderazgo? ¿Qué estrategias podemos usar para fortalecerlo? Lo vemos en las siguientes líneas.

El liderazgo educativo implica una capacidad transformadora: un proceso en el que los líderes no solo organizan, sino que inspiran, movilizan y empoderan a las personas que forman parte de la comunidad educativa.

¿Cómo debe ser un buen liderazgo educativo?

Según el informe GEM 2024/5, un liderazgo educativo efectivo se centra en cuatro áreas clave que guían las acciones de líderes en todos los niveles:

  1. Establecer expectativas claras: los líderes educativos deben definir una visión inspiradora que motive a sus comunidades escolares. Esto implica establecer metas ambiciosas para estudiantes y docentes, basadas en la equidad y el aprendizaje de calidad.
  2. Centrarse en el aprendizaje: el liderazgo debe estar orientado a mejorar las prácticas pedagógicas. Esto incluye supervisar la enseñanza, coordinar los currículos y asegurar que los recursos disponibles se alineen con los objetivos educativos.
  3. Fomentar la colaboración: las escuelas funcionan mejor cuando el liderazgo se comparte. Promover la colaboración entre docentes, estudiantes y familias refuerza el compromiso colectivo y crea un entorno más inclusivo y resiliente.
  4. Desarrollar el potencial de las personas: apoyar el crecimiento profesional de los docentes y otros miembros de la comunidad escolar es fundamental. Esto no solo mejora la enseñanza, sino que también fortalece el sentido de pertenencia y la motivación.

Estas dimensiones no solo son aplicables a los directores escolares, sino también a líderes en niveles sistémicos y políticos, quienes deben alinear sus acciones con estas prioridades para lograr un impacto sostenible.

Desafíos que enfrentan los líderes educativos

A pesar de su importancia, los líderes educativos enfrentan numerosos obstáculos que limitan su efectividad. Entre los más destacados se encuentran:

  1. Falta de preparación y profesionalización

En muchos países, los líderes educativos asumen sus roles sin la formación adecuada para enfrentar los desafíos que implica dirigir una escuela o gestionar un sistema educativo. Así, según el informe, solo el 30% de los directores escolares han recibido capacitación específica antes de ocupar sus cargos. Además, menos del 20% de los programas de formación para líderes abordan las cuatro dimensiones clave mencionadas en el epígrafe anterior. Como resultado de esta falta de preparación, los líderes ejercen un liderazgo reactivo, sin planificación estratégica, centrados en tareas administrativas.

  1. Procesos de selección inequitativos

La forma en que se seleccionan a los líderes educativos también es problemática. Solo el 63% de los países implementa procesos abiertos y competitivos para la selección de directores. En muchos casos, el favoritismo político o las decisiones arbitrarias afectan la calidad de los nombramientos. Además, la falta de diversidad es notable: aunque la mayoría de los docentes son mujeres, estas están subrepresentadas en roles de liderazgo (la proporción de mujeres en cargos de dirección es al menos 20 puntos porcentuales más baja que su representación en el cuerpo docente). Los procesos de selección tienden a excluir también a candidatos provenientes de minorías étnicas, lingüísticas o socioeconómicas.

  1. Demandas excesivas y falta de tiempo

La carga administrativa que enfrentan los directores escolares les deja poco tiempo para ejercer un liderazgo pedagógico efectivo. En promedio, dedican el 68% de su tiempo a tareas administrativas, como la gestión de presupuestos o la resolución de problemas operativos. Esta sobrecarga administrativa los aleja de funciones clave como supervisar el aprendizaje, apoyar a los docentes o implementar estrategias a largo plazo, y genera estrés y desmotivación. .

  1. Falta de apoyo a los líderes del sistema

Los funcionarios educativos que operan en niveles regionales o nacionales a menudo carecen de la preparación técnica y la autonomía necesarias para implementar reformas significativas. En países como Etiopía y Guinea, menos del 12% de estos líderes tienen formación en planificación y gestión educativa.

Estrategias para fortalecer el liderazgo educativo

El informe GEM 2024/5 propone varias estrategias clave para potenciar el impacto del liderazgo educativo. Estas recomendaciones pueden guiar tanto a los responsables de políticas como a las organizaciones educativas:

  1. Otorgar autonomía y recursos. La autonomía en el liderazgo educativo es esencial para que los directores y otros líderes puedan tomar decisiones relevantes y adaptadas a las necesidades específicas de sus comunidades escolares. Esto incluye tener la capacidad de gestionar recursos humanos, como contratar y retener docentes; asignar presupuestos de acuerdo con prioridades locales, y diseñar estrategias pedagógicas que respondan a los contextos y retos específicos de su escuela. Sin embargo, esta autonomía solo es efectiva si se complementa con recursos suficientes. Sin los fondos necesarios o el apoyo logístico, la autonomía puede convertirse en una carga. Además, es fundamental implementar mecanismos claros de rendición de cuentas, no solo para garantizar el uso transparente y efectivo de los recursos, sino también para fortalecer la confianza entre los líderes escolares, las comunidades y las autoridades educativas.
  2. Profesionalizar el liderazgo educativo. La profesionalización del liderazgo educativo comienza con procesos de selección inclusivos, justos y basados en competencias. Esto implica abandonar prácticas de favoritismo o designaciones políticas y establecer criterios objetivos que evalúen habilidades clave como el liderazgo pedagógico, la capacidad de gestión y la visión estratégica. Los programas de formación para líderes deben abordar las cuatro dimensiones fundamentales: establecer expectativas, centrarse en el aprendizaje, fomentar la colaboración y desarrollar personas. También es esencial incluir mentorías, donde líderes más experimentados apoyen a quienes recién asumen el rol, así como oportunidades de desarrollo continuo para adaptarse a los cambios y desafíos del sistema educativo. Este enfoque asegura que los líderes no solo sean elegidos por su potencial, sino que estén preparados para desempeñarse de manera efectiva y sostenible.
  3. Fomentar el liderazgo compartido. El liderazgo compartido reconoce que el éxito de una escuela o sistema educativo no depende únicamente de una figura central, sino de la colaboración activa de todos los actores: docentes que asumen roles de liderazgo pedagógico en el aula, estudiantes que participan en la toma de decisiones y padres que contribuyen activamente al desarrollo de la comunidad escolar. Fomentar este tipo de liderazgo requiere crear estructuras formales, como consejos escolares, que integren a estos grupos en el proceso de planificación y toma de decisiones. También es importante ofrecer incentivos, como reconocimiento profesional para docentes que lideran proyectos, y apoyo en términos de tiempo y recursos para que estos actores puedan asumir responsabilidades adicionales sin comprometer sus roles principales.
  4. Fortalecer a los líderes de la administración pública. Los líderes educativos que trabajan a nivel regional o nacional, como supervisores, planificadores y ministros, necesitan habilidades técnicas y estratégicas para implementar políticas efectivas. Esto incluye formación en análisis de datos para identificar y abordar desigualdades educativas, gestión de recursos para asignar presupuestos de manera equitativa y supervisión pedagógica para garantizar la calidad de la enseñanza. También deben recibir apoyo en habilidades de liderazgo, como la comunicación estratégica y la construcción de coaliciones, para navegar en entornos complejos y promover cambios sostenibles. Un sistema educativo fuerte requiere que estos líderes no solo tengan autonomía para actuar, sino también la preparación necesaria para alinear sus decisiones con las necesidades de las escuelas y las comunidades a las que sirven.

Fortalezcamos el liderazgo educativo para mejorar la educación

Desde las aulas hasta los ministerios, los líderes escolares pueden marcar la diferencia al garantizar que todos los estudiantes, independientemente de su contexto, tengan acceso a una educación de calidad. Sin embargo, para poder hacer esto hay que reconocer su importancia y dotarles de recursos, autonomía y formación.

La sociedad actual enfrenta desafíos educativos complejos que necesitarán de un liderazgo fuerte y capaz de inspirar el cambio. Detrás de cada uno de estos líderes educativos encontraremos muchos estudiantes con mejores oportunidades de aprendizaje y desarrollo. Hagámoslo posible.

Puedes acceder al informe completo aquí:

Liderazgo educativo

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