¿Somos conscientes de la importancia de la profesión docente en nuestra sociedad? ¿Están los profesores donde deben estar? El Observatorio te da tres razones para celebrar el Día Mundial del Docente.
Razón #1: Los docentes son y seguirán siendo la piedra angular del sistema educativo
Los profesores han sido siempre el motor de los sistemas educativos. Sin ellos, resulta imposible ofrecer una educación de calidad, inclusiva y equitativa a todos los estudiantes. Conocemos a Platón, Sócrates, Rousseau, María Montessori o, más recientemente, Piaget, Vigotsky o Perkins. Pero, a parte de los grandes nombres que revolucionaron la historia de la educación y perfilaron la historia de la humanidad, casi todos llevamos con nosotros el recuerdo de algún maestro que condicionó de alguna forma nuestras vidas.
Esto, que ha sido así siempre, no va a dejar de ser cierto en un momento revolucionario como el que estamos viviendo. Un momento en el que la irrupción de las nuevas tecnologías en la sociedad y, específicamente, la educación está propiciando un cambio de época solo comparable a lo que supuso en su momento la invención de la imprenta y que está cambiando para siempre la forma de aprender y de enseñar.
Aunque al principio de esta revolución tecnológica, desde algunos sectores llegó a vaticinarse el fin de la profesión docente, hoy podemos afirmar que esta está más viva que nunca. Porque ninguna tecnología, ni siquiera la inteligencia artificial más sofisticada puede sustituir la labor de un profesor y la magia que este realiza en el aula: el conocimiento profundo sobre cómo es un estudiante y la conexión especial que se establece entre este y el docente no puede ser desarrollada por las máquinas; los algoritmos tampoco pueden inspirar a sus estudiantes, ni encender su curiosidad, ni adaptarse convenientemente a las circunstancias cambiantes de una clase (Cooper, 2017).
Por supuesto que el rol del docente en el aula será muy distinto al que ha sido hasta ahora. Y así debe ser, pues el propósito y la naturaleza de la educación también han cambiado sustancialmente. Ya no son válidos los esquemas en los que el profesor es el único depositario del conocimiento y, como tal, imparte una clase magistral en la que los estudiantes escuchan y reciben clase de forma pasiva. Hoy la información está al alcance de todos, y lo que hace 30 años tardábamos horas, días e incluso meses en encontrar, hoy está a nuestra disposición en segundos y a golpe de clic.
En estas nuevas circunstancias, en las que el aprendizaje ha expandido todos sus límites (lo que se enseña, cómo se enseña, quién lo enseña…) y en el que la transmisión del conocimiento se ha hecho más horizontal, desestructurada y, porque no decirlo, también caótica, ¿cuál debe ser el rol del docente? Aunque con diferentes denominaciones, la literatura parece coincidir en que los docentes 2.0 deben cumplir un papel de mediadores, orientadores, facilitadores y guías. Deben generar entornos y experiencias memorables de aprendizaje. Porque el conocimiento está en la red y es abundante, pero precisamente esto es lo que hace necesario un buen número de tareas que debe cumplir todo docente: detectar lo realmente importante, guiar los procesos de búsqueda, analizar la información encontrada, seleccionar la que realmente se necesita, interpretar los datos, sintetizar el contenido y difundirlo son algunas de las tantas tareas que el profesor debe guiar (Viñals y Cuenca, 2016).
Así que, hoy más que nunca, necesitamos docentes preparados que vayan mucho más allá de la mera transmisión de conocimiento a la vieja usanza. Necesitamos maestros motivados y capaces de motivar; que manejen nuevas pedagogías y sean capaces de activar en sus estudiantes las ganas de aprender apoyándose en la tecnología; que fomenten la creatividad, el pensamiento crítico, el trabajo en equipo, la empatía y la resiliencia, y que sean capaces de adaptarse rápidamente a un contexto que cambia a gran velocidad.
Razón #2: Porque necesitamos muchos más docentes bien formados para cambiar la educación
La oferta de profesores a nivel mundial es inadecuada y desigual. En 2015, se necesitaban casi 69 millones de profesores de primaria y secundaria para lograr la matriculación universal en primaria y secundaria y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (UNESCO-UIS, 2016).
Hoy, aunque se han hecho algunos progresos, el objetivo sigue estando lejos. Por ejemplo, en 2021, se estimó que todavía se necesitaban 15 millones de profesores adicionales en África subsahariana, donde el 70% de los países sufren carencias de profesorado en educación primaria y el 90% de los países en educación secundaria (Grupo de Trabajo sobre Docentes, 2021). Con estas cifras, las aulas están abarrotadas, los profesores se encuentran saturados y desmotivados y la calidad de la enseñanza resulta inadecuada para que todos los alumnos, especialmente los más vulnerables, alcancen los resultados de aprendizaje deseados.
Pero no solo la cantidad de profesores está aún lejos de los mínimos necesarios para llegar a los Objetivos de Desarrollo Sostenible. La calidad del docente es el elemento más importante y decisivo en el aprendizaje y bienestar de niños y niñas. Lo dice el Banco Mundial y varios estudios que demuestran que la diferencia entre un maestro de mala calidad y uno excelente puede incrementar (o disminuir) el aprendizaje en varios años.
Sin embargo, como hemos visto, en muchos países faltan docentes y, allí donde los hay, falta formación. Por ejemplo, un estudio reciente del Banco Mundial, en siete países del África subsahariana, mostró que casi una cuarta parte de los profesores de primaria no puede restar números de dos dígitos y un tercio no puede multiplicar cifras de dos dígitos. Sabemos que los sistemas educativos más exitosos, como Singapur o Finlandia, disponen de políticas de apoyo, formación e incentivos para los maestros. Como consecuencia, cuentan con una fuerza laboral docente bien preparada y motivada para potenciar el aprendizaje de sus alumnos.
Por diversos factores (principalmente económicos), en muchos países menos desarrollados un alto porcentaje de profesores carece tanto de formación pedagógica como de cualificaciones académicas. Un profesor formado se define como aquel que ha recibido (y sigue recibiendo) formación pedagógica de forma organizada, a lo largo de su carrera docente. A nivel mundial, el 83% de los profesores, tanto de primaria como de secundaria, tienen las calificaciones mínimas requeridas, pero en los países de bajos ingresos, solo las tienen el 70% y el 64%. La región con las proporciones más bajas de docentes calificados es África Subsahariana, donde solo el 65% de los docentes de primaria y el 51% de los de secundaria recibieron capacitación. En el sur de Asia, solo el 72% de los docentes de primaria y el 77% de los de secundaria han recibido la capacitación adecuada (UIS, 2020).
La falta de profesores formados se traduce en una elevada proporción entre alumnos y profesores, en la que, por ejemplo, solo hay un profesor con la cualificación mínima por cada 53 alumnos en los países de renta baja, frente al 27:1 que existe a nivel mundial. Las elevadas ratios alumno-profesor indican que los profesores están sobrecargados de trabajo, lo que se traduce en malos resultados de aprendizaje y baja calidad educativa.
La tecnología se está convirtiendo en una gran aliada para el desarrollo profesional de este colectivo. El desarrollo profesional docente puede apalancarse en el uso y aplicación de la tecnología, siempre que esta se introduzca de forma reflexiva, estructurada y teniendo en cuenta las condiciones y el contexto en el que se inserta.
Razón #3: Porque debemos poner al docente en el centro de la transformación educativa
Las nuevas tecnologías en educación ofrecen un potencial enorme para acelerar el aprendizaje y hacerlo más accesible: permite un aprendizaje diferenciado según las necesidades de cada alumno y que todos tengan acceso al aprendizaje en todo momento. Sin embargo, una cosa está clara: si el docente no está preparado para usar esas tecnologías, no podremos aprovechar el enorme potencial de la educación digital. En esta ecuación, la tecnología es lo fácil. Lo complicado es desarrollarse uno mismo y desarrollar la profesión docente para saber aprovechar mejor esa tecnología de forma que los estudiantes puedan sacarle partido.
Como activadores del aprendizaje y pieza fundamental para lograr un cambio significativo en la calidad educativa, los docentes están en el centro de la transformación de las sociedades. Y en línea con lo mencionado en el párrafo anterior, la sociedad global y tecnológica del siglo XXI necesita docentes digitales con competencias específicas para poner la tecnología al servicio del modelo pedagógico e introducirla en el aula con el fin de mejorar la calidad de la enseñanza (Trujillo et al., 2020).
La incorporación de la tecnología en la educación conlleva el reto de formar un nuevo profesional, un nuevo profesor que sepa hibridar estas tecnologías a su práctica pedagógica para promover aprendizajes en sus alumnos.
La problemática actual (social, política, económica o cultural) a la que se enfrentan la inmensa mayoría de los países en desarrollo impacta directamente en sus sistemas educativos, lo que implica la urgencia de impulsar una transformación disruptiva, imposible sin una generalizada y oportuna inclusión de las tecnologías en el aula. En esta transformación el docente juega un papel clave porque solo se producirá si se incentiva una mayor profesionalización y se les proporciona capacitación, motivación y apoyo para que impulsen el proceso y guíen a los alumnos en el logro de sus objetivos y su bienestar (Cumbre sobre la transformación de la educación de las Naciones Unidas, 2022).
REFERENCIAS
Cooper, A. (2 de octubre, 2017). Robot teachers won’t replace us. Recuperado del Times Higher Education: https://www.timeshighereducation.com/opinion/robot-teachers-wont-replace-us
Trujillo Sáez, F., Álvarez Jiménez, D., Montes Rodríguez, R., Segura Robles, A. y García San Martín, M. J. (2020). Aprender y educar en la era digital: marcos de referencia. Fundación ProFuturo.
Viñals, A. y J. Cuenca. (2016). El rol del docente en la era digital. Revista Interuniversitaria de Formación del Profesorado, vol. 30, núm. 2, pp. 103-114. Universidad de Zaragoza. Disponible en https://www.redalyc.org/jatsRepo/274/27447325008/html/index.html