El siguiente artículo ha sido escrito originalmente para WISE ed.review. Para leer el artículo original en inglés, haga clic aquí. Sigue la actualidad de WISE en @WISE_es.
Jo Besford
Directora Green Shoots
Siempre que adquiero un dispositivo nuevo, ya sea un teléfono, una tableta o un ordenador portátil, dedico las primeras horas a personalizar todas las configuraciones posibles y a configurar unas cuantas cosas que probablemente no serían personalizables… Para mí, «aceptar la configuración por defecto» es un anatema. El dispositivo tiene que ser un reflejo de mi persona, de mis necesidades y prioridades. Dejar algo tal y como salió de fábrica, me limita a disponer de su capacidad mínima disponible.
Las iniciativas en Tecnologías de la Educación deberían provocar exáctamente la misma respuesta por parte de los profesionales y de la dirección. La llegada de cualquier nuevo dispositivo/programa/recurso electrónico, debería desencadenar una actividad frenética en creatividad e innovación dentro de las aulas y de los centros escolares. No obstante, según parece, las Tecnologías de la Educación provocan exactamente el efecto contrario. En lugar de verse como facilitadoras de la creatividad, se las percibe como una solución consistente en «enchufar y reproducir» o, lo que es peor, un «dispositivo que ahorra trabajo», del mismo modo que una batidora o un abrelatas eléctrico. Efectivamente, las soluciones en Tecnologías de la Educación podrán en ciertos casos ayudarnos a ahorrar tiempo, energía y a reducir los trámites administrativos. Ahora bien, si estos son los únicos aspectos que vemos en ellos…, realmente nos perdemos mucho.
Para mí, la integración de las Tecnologías de la Educación es tan solo el inicio de un trayecto largo y dinámico que puede implicar algunos giros erróneos. Aunque el destino pueda estar determinado por el sistema educativo, el camino a seguir es formidablemente impreciso. La solución que aportan las Tecnologías de la Educación es solo un simple primer paso, la semilla. Será la creatividad de los profesionales y de la dirección en la integración de dichas tecnologías, lo que permitirá dar rienda suelta a su poder transformador.
Con demasiada frecuencia, el centro de atención en el despliegue de las Tecnologías de la Educación radica en la compresión de cómo funciona cada pequeño aspecto ingenioso, más que en la aportación de una respuesta creativa al proceso de integración. Por experiencia sé, que el mayor impacto ejercido por las Tecnologías de la Educación no procede de las personas capaces de entender cada palabra del manual de funcionamiento, sino de las personas que pudieron prever de qué modo esta herramienta transformaría un aspecto de su entorno de aprendizaje y que tuvieron el valor de intentarlo.
Todos podemos volvernos un poco perezosos y permitir que el « ¡Oooh!» dedicado al nuevo dispositivo/programa sustituya la excitación que debería generarse con la experiencia real de aprendizaje. En ocasiones el interés que apreciamos en el estudiante por las Tecnologías de la Educación puede proceder de la novedad del «juguete». El problema de este enfoque es que, como sucede con cualquier otro juguete, la duración es muy limitada. Es el profesional creativo quien toma una solución de Tecnologías de la Educación y la utiliza de modo que el factor « ¡Oooh!» sea derivado de la experiencia de aprendizaje. Las mejores lecciones se adquieren cuando disfrutamos tanto del proceso de aprendizaje, que la herramienta que utilizamos carece de importancia.
Creo, sinceramente, que los profesores más creativos con las Tecnologías de la Educación son los profesores más creativos sin ellas. La creatividad no depende del dominio técnico que tengamos sobre el dispositivo/software, sino de la creatividad para imaginar cuál es el mejor modo de desplegar la herramienta en nuestro contexto. La realidad en la educación es que hay tantos entornos de aprendizaje como niños y días de la semana. Debería haber siempre más de una manera de aplicar una solución tecnológica educativa. Gracias a la creatividad constante del profesional es como una solución tecnológica educativa puede tener infinitos usos a lo largo del tiempo.
Veamos aquí unas cuantas propuestas:
- Para empezar, intentaremos algo pequeño y fácil. Las grandes ideas llegan con el tiempo y a base de pruebas.
- Que no cunda el pánico si nuestra idea no funciona a la primera. Raramente una propuesta innovadora de integración tecnológica me salió bien a la primera. Forma parte de la antigua y noble tradición de «caer hacia adelante».
- No reinventemos la rueda, no es necesario que pensemos en todo. Compartamos ideas y aprendamos sobre qué funcionó y qué no funcionó. Quizás podamos aprovechar la idea de otro.
- Permitamos que los profesores puedan ser creativos acerca del uso de las Tecnologías de la Educación en su entorno de aprendizaje. Tal como Sir Ken Robinson apuntó: «no es posible inyectar creatividad a nadie». Tenemos que crear un entorno para la curiosidad y una forma de animar a las personas y de obtener lo mejor de estas.»
¡No nos limitemos a la configuración por defecto!